Cesando ya las transmisiones del presente año, en la frecuencia del presente canal (“sigue leyendo”: lema desesperanzado, consigna navideña), me propongo improvisar una lista no exhaustiva. A ver. Para el venidero 2015, deseo:
-Que no pare de dar vueltas La noria, la revista de Oscar Cruz & José Ramón Sánchez. El último número está dedicado a la base naval de Guantánamo. Por cierto: ¿qué relación tiene la base con la literatura cubana? Es una de las preguntas que tendremos que empezar a respondernos. La aridez de la costa sur (Nuestro norte es…), el Telón de Cactus.
-Leer Librerías, de Jorge Carrión; Cómo la vida imita al ajedrez, de Garry Kaspárov; Toda historia de amor es una historia de fantasmas, la biografía de David Foster Wallace; y No soy esa clase de chica, de Lena Dunham. Este último con la esperanza de que no sea tan malo como yo imagino, de que no sea esa clase de libro.
-Que me llamen de la ex-Oficina de Intereses / futura embajada de los EE.UU. para darme la dichosa visa, si es que me la van a dar. Que pueda darme ese salto a Nueva York y allí, antes de tirar una sola foto, acordarme de lo que decía un personaje de Manhattan Transfer, de John Dos Passos: “Un gato puede mirar a un rey, ¿sabes? Un gato puede mirar a un rey”. (El gato no soy yo.)
-Que la Feria Internacional del Libro de La Habana asuma con humildad y con modestia lo que es, lo que no tiene más remedio que ser, aquello en lo que ha debido convertirse, y deje de lado toda esa ridiculez complaciente, obsoleta y mentirosa de “Gran Fiesta de la Cultura, de la Lectura, del Libro…”. Por favor.
-Ver las segundas temporadas de True Detective y Silicon Valley. De la primera de True Detective todavía se habla en términos grandilocuentes, a pesar de que acabó por los suelos, hecha mierda en el último capítulo. De la primera de Silicon Valley apenas se habla, nadie comenta que es “literatura televisiva” o alguna barbaridad semejante, y sin embargo es una pieza única. Irónica, sobria, casi perfecta.
-Que se publiquen en Cuba libros como Los años de Orígenes de Lorenzo García Vega y Boarding Home de Guillermo Rosales. Por decir sólo dos títulos, y por sólo empezar a decir, sin hacer una lista que se comerá esta otra lista. Pero pensando, sí, en gestos editoriales que sean, también, como liberar presos políticos.
-Que la idea de fundar editoriales verdaderamente independientes (del Estado, del ICL, de los subsidios del Ministerio de Cultura) continúe madurando, sin prisa pero sin pausa, en la cabeza de ciertas personas. Las cabezas correctas (no las personas). A la manera de las “catedrales en el futuro” que Lezama pedía construir (pero catedrales independientes de Lezama, también).
-Leer El camino de Ida, de Ricardo Piglia; Continuación de ideas diversas, de César Aira; Atlas portátil de América Latina, de Graciela Speranza. Y de paso, pensar en libros que funcionen como nuevos atlas. Mapas plegados.
-Que Argentina se alce con la Copa América en Chile. Que las líneas tácticas del Tata Martino encuentren sobre el campo de fútbol aquel punto del que hablaba Kafka, el punto a partir del cual ya no hay retorno posible.
-Que el Chelsea gane otra vez, en Alemania, la Liga de Campeones. (Digo esto sólo porque a nadie se le ocurre pensar que el Barça pueda ganar algo esta temporada. Además, siempre me ha caído bien Mourinho, no sé por qué.)
-Recordar lo que dijo hace unos años Roberto Saviano (Nápoles, 1979): “No quiero escribir como los cínicos. El cinismo es la armadura de los desesperados que no saben que lo están”. Y también estas líneas de su libro Gomorra (2006): “Imaginar no es complicado. Formarse en la mente una persona, un gesto, o algo que no existe, no es difícil. No resulta complejo imaginar incluso la propia muerte. Pero lo más complicado es imaginar la economía en todas sus partes. […] Trataba cada vez más de reconstruir en la mente la imagen de la economía, algo que pudiera dar el sentido de la producción, de la venta, de las operaciones de descuento y de las compras. Era imposible encontrar un organigrama, una concordancia icónica precisa. Acaso el único modo de representar la economía en su trayectoria era intuir lo que dejaba atrás, seguir su reguero, las partes que, como escamas de piel muerta, iba dejando caer mientras consumía su trayecto.”
-Que le den el Nobel a Thomas Pynchon. Y que no vaya a la ceremonia, por supuesto: que en su lugar asista el noruego de moda, Karl Ove nosequé, autor de una serie de bestsellers que son como reality shows.
Etcétera.