Tal vez ese año, José Miguel Hernández Piña, Rivadeneira de Lugo y Campos, Conde de Villamar tomó más de lo acostumbrado su corojazo, la bebida que disfrutaba cuando cerraba algún negocio con éxito.
El propietario del ingenio azucarero Resurrección y de extensas haciendas tenía motivos para celebrar, pues por Real Orden, en l840, la Corona española le había autorizado construir un almacén y un muelle en Júcaro, en la costa sur de Ciego de Ávila, pequeña aldea de unos 300 habitantes.
A partir de entonces, los cayos pertenecientes a los Jardines de la Reina, fueron mudos testigos de la exportación de maderas preciosas, mieles, azúcar, cueros, carne de res, entre otros productos. Júcaro también recibiría las mercancías que necesitaban los avileños, en su mayoría dedicados a la producción agrícola y la ganadería.
Jacobo de la Pezuela, historiador español, en su conocido y útil diccionario publicado en 1863, nos describe así a Júcaro:
” (…) Es el punto más frecuentado de la costa del partido de Ciego de Ávila, en donde lo designan con el nombre de Coleta, aunque es propiamente un surgidero resguardado por los cayos de los Muertos, Ana María y algunos otros que no tienen denominación especial.
“Solo pueden penetrar en el embarcadero buques de poco calado: fondeados entre los canalizos de los mencionados cayos, cuya sonda es de 4, 5 y 6 pies…
“Las inmediaciones de este embarcadero lleno de numerosos bajos arrecifes, tiene un aspecto muy alegre por estar cubiertas sus orillas y los cayos inmediatos de verdes y frondosos manglares. Tiene una bonita playa que atrae a algunas familias de las inmediaciones en la temporada de baños.
(…) hay un buen muelle de maderas duras de unas 50 varas de largo, y tres de ancho y un almacén para depósitos de frutos, desde donde parte un camino de 40 varas de ancho que se prolonga a Morón por la aldea de Ciego de Ávila”.
Existían dos caminos más: uno que salía bordeando la costa hacia la zona de Sancti Spíritus y otro que llegaba hasta el ingenio La Soledad, propiedad de los Valle-Iznaga, acaudalada familia trinitaria, ubicada en terrenos que hoy ocupa la cooperativa Ramón Domínguez de la Peña, en el municipio de Venezuela.
Después del inicio de la Guerra Grande (1868-1878), aumentó la importancia del caserío, sitio de desembarco de combatientes, y de descarga de materiales que se utilizarían en la construcción de la Trocha, el famoso sistema de fortificaciones erigido por España, desde este lugar hasta Morón, para evitar que el conflicto se extendiera hacia el Occidente de la Isla.
El nombre de Júcaro tuvo espacio en las primeras planas de los periódicos editados en La Habana y en la “Madre patria” al ser visitado por los capitanes generales José Gabriel Concha y Blas de Billate, Conde de Valmaseda.
También fue un suceso el fusilamiento allí, el 19 de junio de 1871, del general mambí Eduardo Mármol Ballagas, natural de Santiago de Cuba y uno de los iniciadores de la insurrección, quien convaleciente aún de graves heridas sufridas en Camagüey, había sido capturado mientras peleaba bajo las órdenes de Ignacio Agramonte.
En 1874, Júcaro poseía un fuerte con capacidad para 200 soldados, un hospital y comunicación por telégrafo con Ciego de Ávila y Morón.
Transporte de pasajeros
A los muelles arribaban o partían viajeros rumbo a diferentes destinos, pues el puerto estaba incluido en el itinerario entre La Habana y Santiago de Cuba, seguido por los vapores Trinidad, Cienfuegos y Gloria. Estos barcos hacían escala en Cienfuegos, Trinidad, Tunas de Zaza, Júcaro, Santa Cruz y Manzanillo.
En 1879, cada miércoles, a las seis de la mañana, partían desde Batabanó. Para llegar a este lugar los viajeros lo hacían en un tren procedente de la Estación de Villanueva, en La Habana.
En la Tregua Fecunda
Al concluir la contienda, el poblado disponía de un ferrocarril que lo conectaba con Ciego de Ávila, prolongado en 1880 a Morón. En busca de más información, consulté las actas del Ayuntamiento atesoradas en el Museo Provincial de Historia Coronel Simón Reyes Hernández. Así pude conocer que los jucareños se ganaban la vida como comerciantes, pescadores y hacendados. Por ejemplo, Juan Zevenet, era dueño de una tenería, Pedro Fraderas, poseía una tienda mixta. Otros propietarios de viviendas de madera y techo de tejas que allí residían se nombraban Robustiano Marrón, Manuel Batallán José Pineda, Fulgencio Arroyo, José Payró y Adolfo Morgado Paz, quien el 1ro. de octubre de 1908 tomó posesión como alcalde de Ciego de Ávila, cargo en el que se desempeñó hasta 1912.
Durante la denominada Tregua Fecunda, las autoridades establecieron impuestos al comercio de importación. Como se les fue la mano en las cuotas fueron criticadas por el periódico La Voz de Cuba. En su edición del 28 de septiembre de 1883 publicó la nota que he recuperado de los fondos de la Biblioteca Nacional José Martí:
Lo que pasó y pasa en Júcaro.
El día catorce del presente mes llegó un bote al Júcaro procedente de los cayos con carbón y diez caballos de leña. Después de correr con los trámites en la aduana y capitanía del puerto comenzó su descarga por el punto que se le había designado y más favorable a los intereses del patrón. En esta operación se le presentó el jefe de la Estación del Ferrocarril con la orden del Sr. Comandante Militar para que suspendiera la descarga… manifestándole que únicamente podía hacerla por el muelle del ferrocarril, previo pago de 20 centavos por caballo de carga; más tarde llegó de Manzanillo otra embarcación con Plátanos y también se le obligó desembarcar por el muelle indicado. Este muelle que se dice del Estado fue construido en épocas azarosas por las tropas para facilitar el desembarque de víveres y demás efectos que necesitaban las fuerzas que guarnecían la Trocha. El comercio de Ciego de Ávila y el de Júcaro también lo hacían por el muelle pagando 25 centavos por cada carga. Luego se ha impuesto 35 por cada carga y 35% de recargo a los pocos que tienen la desgracia de mirar a lo poco que dejó el incendio que redujo a cenizas aquel poblado 20 centavos y 3% por carga paga también el comercio de Ciego.
En la última guerra de independencia (1895-1898), en Júcaro se construyó la fábrica de gas que alimentaba el alumbrado de la Trocha, las autoridades fortificaron el caserío e inauguraron un pequeño hospital, aumentó la población y el comercio. El número de tropas que llegaban o marchaban era incesante. Hasta el capitán general Valeriano Weyler visitó el puerto que sirvió, también, como punto de embarque para la evacuación del ejército cuando España perdió a su “Siempre fiel Isla de Cuba”.