En el panorama de los estudios cubanos, la obra historiográfica de Lou Pérez Jr. constituye un paradigma de consistencia y profesionalidad. Voy a mencionar someramente algunos de sus momentos: en 1976 el joven de 33 años salió al público con un estudio bibliográfico sobre la guerra revolucionaria en Cuba (1953-1958), lo cual denotaba una temprana pasión por el estado del arte, desde entonces en él grabado en piedra, y uno de los sellos distintivos de su manera.
Se trata de uno de los historiadores que más tiempo y energía dedica a ordenar y sistematizar el estudio de las fuentes en casi todos los temas que aborda. Así logra levantar verdaderos status questionis que da a conocer sistemáticamente como artículos en revistas y publicaciones especializadas. Es tal su ardor por los documentos, que quienes lo conocen bien le atribuyen incluso una suerte de milagro: haber podido acceder a los archivos protestantes norteamericanos, de ordinario bastante cerrados a las miradas callejeras, por su inevitable dosis de imprudencia.
En la década de los 80, nos entregó las tres obras que componen su primer ciclo de madurez: Cuba between Empires (1983), Cuba under the Platt Amendment (1986), y Cuba between Reform and Revolution (1988), no por azar frecuentemente incluidas en los programas de estudio de varias universidades norteamericanas. El aporte específico de estos libros a los estudios historiográficos resulta imposible abordarlo aquí, pero es una tarea que habrá que emprender en su momento, más allá de reseñas críticas y valoraciones parciales.
Después de incursionar en el bandidismo en Cuba (Lords of the Mountain: Social Banditry and Peasant Protest in Cuba, 1989) –libro que me permitió empezar a relacionarme con su trabajo, gracias a la profesora Rosalie Schwatrz–, al romper los años 90 siguió metiéndose en los archivos, esta vez para dar cuenta de las colecciones cubanas en los Estados Unidos, labor que continuará en el nuevo milenio al editar, junto a Rebecca Scott, The Cuba Archives/Los archivos de Cuba (2003), una importante contribución sobre las fuentes primarias en varias localidades de la Isla.
En 1990 cierra su ciclo de los under y los between para inaugurar uno diferente. Lo que lo caracteriza es un nuevo abordaje de la relación histórica Cuba-Estados Unidos, algo que marca una ruptura no solo con su obra misma, sino también con las avenidas transitadas por los estudios cubanos, hasta entonces concentrados básicamente en los temas duros de la agenda y en las lógicas de conflicto y colisión –desde Bahía de Cochinos y la Crisis de los Misiles hasta las guerras de Angola y Etiopía. Este ciclo, que denomino el de los and y los on, se inicia con Cuba and the United States: Ties of Singular Intimacy (1990), pasa por The War of 1898. The United States and Cuba in History and Historiography (1998), cristaliza en On Becoming Cuban (1999), y continúa con Cuba in the American Imagination (2008).
El primero y el tercero describen como una movida de péndulo: a diferencia del conocimiento establecido, se concentran en las áreas de contacto y confluencia bilaterales, al margen de subrayar que incluso allí no dejaron de existir elementos de choque debido al carácter de una presencia asimétrica por definición, pero cuyo impacto resulta imposible negar en la identidad nacional cubana, ese ajiaco cocinado a base de África y España, si bien con importantes componentes adicionales, como corresponde a una isla abierta a impactos disímiles. Este es el hilo conductor de Ties… y, sobre todo, de On Becoming…, una especie de catedral académica sobre las influencias culturales norteamericanas en Cuba (y vivecersa).
Aquí el autor lo examina casi todo: religión, educación, arquitectura, música, cine, boxeo, béisbol, modas, consumo, turismo y “romance” -un eufemismo que designó desde muy temprano, como él nos dice, el sexo con la mujer del Otro-, diseñado para que la conciencia se tomara unas vacaciones durante el apogeo de la moral puritana.
Publicada en el centenario de la Guerra Hispano-Cubano-Americana, The War of 1898… constituye un diálogo crítico con un conocimiento convencional que soslaya el papel de los cubanos en el conflicto. El autor toma como apoyatura el hecho de que en los Estados Unidos, Cuba aparece las más de las veces como escenario de la confrontación entre poderes, un ejemplo clásico de una mirada hacia el Sur que trasluce la perspectiva de una gran potencia. Como se sabe, allí a la Guerra Hispano-Cubano-Americana se le conoce y estudia suprimiéndole el segundo gentilicio, y asumiendo que la primera intervención fue la garantía de que los cubanos obtuvieran su independencia –una idea que Emilio Roig de Leuchsenring consideró desde temprano inaceptable. Su capítulo cuarto, “Construyendo la Ausencia Cubana”, debería incluirse en los planes de estudio como un paradigma de la de-construcción para denotar el papel del Ejército Libertador en las acciones bélicas.
Cuba in the American Imagination es un exquisito estudio sobre el lugar de la Isla y su cultura en los constructos finseculares norteamericanos. Aquí la palabra poder resulta una clave para desentrañar la naturaleza de un fenómeno de representación que involucra a actores como la política y la gran prensa, esa prensa de penny press que por un conjunto de razones económico-culturales y sociales, tuvo su big bang a fines del XIX –no toda amarilla y jingoísta, por cierto. Con él, el historiador coloca la lupa sobre un segmento específico de esos “lazos de singular intimidad” que había investigado casi veinte años antes, y discute las razones por las que esa imagen descansa sobre supuestos paternalistas y racistas, las bases de las metáforas.
Esto significa, en el fondo, estudiar los elementos de un choque cultural a partir de una perspectiva blanca, anglosajona y protestante (WASP, por sus siglas en inglés) que remite, en última instancia, a la idea del “white man´s burden” (“la carga del hombre blanco”), típica del mundo colonial al mirar a la otredad, problema abordado de varias maneras por los estudios poscoloniales, y en particular por la obra de Edward Said, cuyo Orientalismo marcó un camino por el que todavía hoy se transita, como lo hace este libro. De ahí que, entre otras cosas, se asuma a la Isla como una joven delgada aprendiendo en un aula frente al Tío Sam y a sus pobladores como imbéciles y negritos comedores de melón, igual que lo hacían con el Sur de su propio territorio.
Representaciones como estas son también el resultado de otra construcción que no es sino una: la supuesta incapacidad de los cubanos para gobernarse a sí mismos, una de las recurrencias discursivas de la primera intervención que sin embargo ignoraba u ocultaba una cultura política y de civilidad gestada en el largo y doloroso proceso hacia la independencia, un constructo que por cierto también reprodujeron muchos de los misioneros evangélicos que expandieron su influencia en la cultura cubana a fines del siglo XIX.
La producción académica de Lou Pérez Jr. me evoca todo el tiempo aquella trilogía de Don Fernando Ortiz: “Ciencia, conciencia y paciencia”. Sus libros rompen montes y abren senderos; los recorre la conciencia de su cubanía y se estructuran con el rigor y la paciencia del investigador. También me ratifica que ser cubano no implica fatalmente residir dentro de la Isla, sino que es algo que se es o no, al margen de donde uno viva. Y por último, pero no menos importante, lo ha estudiado todo con una prosa absolutamente denotativa y fluida, por encima de ciertas tendencias que hacen de la oscuridad virtud. Conoce, pues, los oficios de historiar y comunicar, que es como decir escribir bien, sin lo cual no hay historiografía posible –ni lector que no lo agradezca.
Este texto transpira un conocimiento de altura de la obra de Lou Perez…..
Excelente e instructivo, principalmente para los que hemos nacido con la revolución, la exposición de las raíces y el desprecio intrínseco de una sociedad blanca que se atribuye ser superior al resto de los mortales y donde ellos siempre son los buenos e inteligentes, los capaces de marcar pautas……y los demás ahhhh. Esto se parece mucho a como piensan y actúan hoy, la misma visión con diferentes estrategias, a pesar del tiempo…..y como es como es de esperar, el puritanismo conservador y racista….como ente teórico e inspirador del buen cristiano blanco.
Felicidades Gracias