La destacada pintora cubana Rocío García está en estos momentos inmersa en su propia la creación y no quiere que nada la distraiga. Todos los días, en su estudio taller del Vedado, dialoga con sus personajes y, sobre todo, disfruta con las historias que cada uno de ellos –juntos o por separado– le van narrando desde el lienzo o la cartulina. A pesar eso, como es “bastante mística” prefiere no dar detalles “para que no se pierda la magia”. Es, entonces, más aconsejable, esperar a que nos sorprenda con una nueva propuesta que, seguro, dará de qué hablar.
Rocío ha sido encasillada en el tema homoerótico –y reconoce que es un aspecto que “tocó, toca y tocará” en su quehacer– y muestra de ello son sus series: Peluquerías; Geishas; Hombres, machos, marineros; El domador y otros cuentos; Haikus; El thriller; Very, very light and very oscuro; El regreso de Jack el Castigador y The mission, la más reciente.
Si se analiza con detenimiento la obra de esta pintora –poseedora de un dibujo muy limpio sobre el cual se sustenta la estructura compositiva de cada obra–, salta a la vista que no se auxilia ni en efectos ni en texturas: sus recursos pictóricos son extremadamente minimalistas.
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Rocío García nació en la central provincia cubana de Villa Clara, en 1955, y con apenas cuatro años la familia se muda para la capital, donde ella estudió. En 1975 se gradúa de la Academia de Artes de San Alejandro (en la especialidad de Pintura) y, posteriormente, gana una beca en la Academia de Bellas Artes “Repin” de Leningrado –hoy San Petersburgo–, en Rusia, con el rango de Máster. De ese prestigioso centro de altos estudios egresa en 1983.
Con todas las herramientas que pusieron en sus manos ambas academias, comienza a estructurar un discurso pictórico que ha devenido secuencial y muy permeado por la literatura y el cine: “siendo estudiante de San Alejandro no solo me sumergí en el mundo de las artes plásticas sino que comencé a ver las fabulosas películas de Ingmar Bergman y Akira Kurosawa que, sin dudas, me marcaron; el conocer otros mundos me permitió ampliar mi mirada. Me gusta tener un espectro ancho ante las situaciones y trato de ser objetiva, aunque es imposible evadir la subjetividad. Cuando voy a emitir un criterio trato de ser sumamente cuidadosa para no quedarme en el detalle sino ir a lo profundo, a las esencias; de esa misma manera abordo la obra”, puntualiza.
Reconoce que la academia rusa –en la que permaneció estudiando siete intensos años– era “muy recia” y hacía gran énfasis en la composición, pero agradece los conocimientos adquiridos porque le hicieron “entender con claridad que una cosa es la técnica y otra la parte creativa”. Sin embargo, considera que la mejor formación fue la que, tempranamente, le brindó el Ermitage: “ese maravilloso museo estaba muy cerca de la Academia y, si por un lado los profesores te están formando y por otro estás viendo con ojos propios la obra de Rubens, Rembrandt, Da Vinci, Picasso o Matisse, todo ese mundo se mezcla y asimilas mucho más”.
La obra de Rocío no solo es conocida en Cuba sino en Francia, Estados Unidos, Suiza, China, España y Japón, entre otras naciones, donde su serie Geishas fue muy bien acogida. Con las Geishas como plataforma discursó en torno al tema femenino y después con Hombres, machos, marineros, habló de manera consciente del tema homoerótico, es decir, del amor entre hombres: “avalé que es un derecho y lo abordé con belleza, pero también con vehemencia. Eso creó una expectativa y como la lancé luego de ser estrenada la película Fresa y chocolate de Tomás Gutiérrez Alea (Titón), fue una circunstancia favorable y se aceptó el tema”.
Lejos de todo encasillamiento, la obra de Rocío García lo que cuestiona medularmente es el concepto de poder, pero no solo en el plano sexual sino también en el social, sicológico y político. A pesar de lo escabroso de sus planteamientos uno percibe incontables toques de humor: “siempre está, quizás, porque soy cubana y lo tengo muy adentro; el humor es parte consustancial de la vida nuestra y es una manera de comentar, con cierta gracia, planteamientos hondos”.
Cada una de las series que desarrolla tiene una intencionalidad no solo en cuanto ha contenido sino también en lo formal, y aunque sus cuadros aparentemente son independientes, cuando se unen –por ejemplo, en una exposición– el espectador puede percibir que se está moviendo una idea que retoza, que brinca, de obra en obra.
Para lograr tal efecto el color es decisivo: “mi pintura no es realista porque el color no lo uso para que parezca fotografía sino que lo que prima es la sugerencia. Debido a la relación cromática se siente una determinada carga dramática o sensación que puede ser suave, de paz, de agresividad o desasosiego”.
Otra parte importante del quehacer de Rocío se centra en su obra pedagógica; y es que esta mujer, que sabe cuánto tiempo absorbe, exige y demanda la creación individual, hace más de veinte años se ha consagrado a la docencia: “la relación con los alumnos es muy hermosa porque el maestro tiene la responsabilidad de ofrecer, pero ellos, a la vez, te provocan a pensar a partir de preguntas y cuestionamientos muy complicados. El pedagogo tiene que hacer un esfuerzo extra que lo obliga a no estar encerrado entre las cuatro paredes de su estudio/taller. Cuando veo que alguno de mis alumnos de San Alejandro comienza a tener éxito y protagonismo en el arte contemporáneo, siento que hay un poco de mí en cada uno de ellos. Sinceramente, me hace muy feliz”.
Los códigos del Pop Art, como movimiento artístico, y la influencia de los Comics son algunos de los horcones en los que se sostiene la obra de Rocío, una creadora que apuesta por la diferencia, por la singularidad sin desconocer que los temas que toca parten de la realidad que la rodea, la cubana, pero a la vez son tópicos universales: “el ser humano tiene conflictos más o menos parecidos en cualquier sitio del mundo. Un policía con Alzheimer (de la serie Very, very light… and very oscuro) puede ser cubano, pero también de otro país porque hay militares en todo el mundo; las relaciones del poder con lo erótico existen desde los griegos y un poco más atrás porque ¡desde la época de las cavernas! el hombre lucha por el poder”, enfatiza concluyente.
LOCALIZACION:
Estudio: Calle 17 no.1016, apto 2E, esquina 12, El Vedado, La Habana
Tel.: 78334856, cel.: 52812707