Cada vez suman más las cintas que de forma independiente se realizan en nuestro país. Unas mejores que otras, pero lo más encomiable en ellas es, sin dudas, la osadía de enfrentarse a la compleja creación audiovisual con pocos recursos materiales.
Todo un reto que deben asumir para llevar a cabo sus proyectos sin apoyo institucional. En un país donde desde hace unos años florece el “cuentapropismo” el cine no se ha quedado atrás a la hora de cortar el cordón umbilical que lo ataba al Estado, aunque se torna peligroso confundir una expresión artística con un fenómeno como este. Uno de nuestros más reconocidos realizadores que ha visto en la producción independiente una nueva alternativa creativa, Kiki Álvarez se encuentra inmerso en otros proyectos con estas especificidades. Sobre este fenómeno, que cada vez toma más auge en nuestro país expresó:
“El cine es una industria cultural, a la que el estado no puede renunciar. Defiendo el concepto de un sistema en el que dialoguen dialécticamente las producciones independientes, con un entendimiento por parte del estado de la excepcionalidad cultural que la actividad cinematográfica requiere. El cine cubano está urgido ahora mismo de estímulos y protección y estas son tareas a las que el estado no puede renunciar. Producir películas no es lo mismo que producir croquetas; son cosas que no se pueden confundir, ni tratar de entenderlas desde la misma lógica. Hay que tener cuidado con cierto pragmatismo economicista que comienza a imperar en la sociedad cubana; no se puede ser festinado con la cultura.”
Aún en etapa de postproducción se encuentra Venecia, la más reciente película de Kiki Álvarez. Una vez más cuenta con guión de la también protagonista Claudia Muñiz y repite fórmula: creatividad + espontaneidad+ libertad para lograr un cine independiente que lo identifica y satisface como creador.
“Más allá de buscar independizarme del sistema institucional que gobierna al cine, lo que intento es un gesto que me libere de mí mismo.”, expresó el cineasta quien ya realizó Jirafas, de forma independiente al ICAIC.Venecia narra la historia de tres jóvenes peluqueras que el día del cobro deciden acompañar a una de las tres a comprar un vestido. Ese es el punto de partida para una serie de peripecias que compondrán su exótico itinerario, que durará hasta el otro día atravesando una noche que las dejará sin un centavo. Al amanecer, sin dinero pero con muchas esperanzas en los bolsillos, sueñan con abrir un salón de belleza particular al que bautizarán como a la seductora ciudad de las góndolas.
Este filme al decir de Kiki, fue “una vuelta de tuerca hacia una manera de trabajar más interactiva en el desarrollo de la historia y en la construcción de los personajes, y creo que eso se siente en el material que tenemos montado.”
Aún buscan financiamiento para concluirlo por lo que para conocer más detalles de esta reciente obra OnCuba también conversó con su guionista y protagonista Claudia Muñiz, quien desde la piel de Violeta, aportó mucho de sí al filme, que de seguro podremos apreciar el próximo año.
¿Cómo surge la idea del argumento y luego del guión?
Un día Kiki me dijo que quería filmar una historia de mujeres. Por ahí empezó todo. Recuerdo que íbamos caminando y fuimos haciendo como una tormenta de ideas hasta llegar a la premisa inicial de la película, que es el surgimiento de una amistad. Luego escribí el argumento que fue básicamente lo único que hubo. No te puedo hablar de un guión en su sentido más clásico, porque con lo que se trabajó fue con el argumento y algunas escenas dialogadas, punto. Lo que interesaba era la improvisación.
¿En qué se inspiró esencialmente?
Recuerdo que cuando cobramos nuestro primer sueldo, mis dos mejores amigos y yo, nos fuimos a celebrar. Hicimos un recorrido muy MN. Al final de la noche nos dimos cuenta de que nos habíamos gastado todo el dinero. Esta anécdota me sirvió para contar la historia de Venecia. La historia de Mónica, Violeta y Mayelín parte de ahí, pero no se queda en la anécdota puramente. Transita los caminos del mundo femenino, de la belleza, del surgimiento de la amistad y de cómo por mucho que queramos hay algunas cosas que simplemente no cambian.
¿Cómo fue la interacción con el director?
Para mí fue como montar la montaña rusa con los ojos vendados. Imagino que para Kiki también lo fue. Fue muy rica la interacción que conseguimos las tres actrices y él. Como el 95 % de la película fue improvisada, la comunicación entre nosotros, el escucharnos, fue todo. De eso dependía el éxito de este propósito y se logró.
¿Cuánto le sirvió ser la autora del guión a la hora de construir y luego interpretar su personaje?
Como se trabajó desde la experiencia personal, o sea, cada personaje tenía mucho de cada actriz que lo interpretó, de sus anhelos, frustraciones, vivencias personales, fue bastante complicado. Uno estaba poniendo parte de su vida ahí y eso puede ser doloroso. En este sentido las tres actrices fuimos autoras del guión. Habría que preguntarles a ellas también.
¿Qué tienen en común el personaje y la guionista, se inspiró en algún matiz autobiográfico para crearlo?
Violeta, como ya te dije, tiene mucho de mí, como Mayelín de Marianela o Mónica de Marybel. No es que sea yo, pero algunos elementos son totalmente autobiográficos.