Entre los reajustes a los que ha obligado la Covid-19 uno pertenece al plano de las artes y sus modos de recepción.
Casas de subastas detenidas, conferencias de intelectuales y conciertos de intérpretes de moda por Zoom; museos en los que antes apenas se podrían apreciar las piezas debido a la multitud tienen y tendrán que reinventarse por tiempo indefinido; salas de cine que planean el reajuste de sus capacidades el día que vuelvan a planearse proyecciones.
Debido a este contexto, el resurgimiento de los autocines es algo que puede palparse, según las noticias.
Desde Teherán a Montevideo lo que fue alguna vez otro ícono de la cultura norteamericana, vuelve como una oportunidad para el intercambio social, aunque los asistentes deben estar lo suficientemente separados uno de otros como para no correr los peligros del virus.
Algunas familias empiezan a verlo como una oportunidad para salir del encierro y, sobre todo, para relajarse y distraer a los chicos cuando las clases siguen detenidas en casi todas partes.
Pero, los autocines no eran solo una realidad del pasado ahora rescatada. La sola existencia de ellos confirma la posibilidad de su uso en los días que corren, solo que algunos lugares apenas recuerdan que alguna vez gozaron y fueron adelantados en estos espacios.
Auge y decadencia
Se dice que el primer autocine fue abierto en Estados Unidos el 6 de junio de 1933, pero no fue hasta los cincuenta y sesenta cuando vivieron su época dorada. La decadencia llegó en los setenta debido a la crisis del petróleo y a la aparición de las cintas VHS.
Sin embargo, a fines de la década de los 90 y con la llegada del nuevo siglo sobrevino una oleada de aperturas en los Estados Unidos con la construcción de alrededor de 40 recintos.
Sesenta y tres autocines clausurados fueron reabiertos entonces en Ohio, Pennsylvania y Nueva York, los estados donde más de estos espacios se conservan, según la Academia de Cine de Nueva York.
También hubo un resurgimiento similar en Canadá y Australia, y hoy estos espacios gozan de popularidad en decenas de países.
Cuba
Lo había leído en varias novelas: Cuba, en La Habana, tuvo al menos tres autocines de importancia. Su gloria se remonta a los años cincuenta, pero llegaron a estar en servicio al menos hasta la llegada de la crisis de los años noventa. El más famoso de todos ellos se llamó: Novia del Mediodía.
Novia del Mediodía quedaba en Arroyo Arenas. Aun muchos identifican el lugar, que se mantuvo en pie, al menos sus ruinas, desde 1958 y hasta hace poco menos de dos meses. Allá por marzo leí que las edificaciones sobrevivientes habían sido demolidas para dar lugar a un barrio de viviendas.
Después de eso, buscando en la Internet, di con un documental de Ana Laura Bode realizado para la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. El eje del material es una entrevista a Julia Ochoa, una de las trabajadoras del lugar.
Esa mujer, según decía, era para entonces la administradora del cine de La Lisa y, de manera adicional, atendía Novia del mediodía. “Para mí representa mucho, fue mi primer trabajo”, se le escucha decir con verdadera emoción.
También Ochoa, de quien no sé más de lo que en este material ofrece, le advierte a la realizadora de este material que: “si lo repararan iba a dar resultado”.
Eso fue en 1991. Ya el autocine estaba en picada, pues por deterioros constructivos había cerrado desde 1989. Todavía le esperaba la crisis del noventa, cargada con suficientes escaseces como para que alguien se fijara en un lugar que, para colmo, algún día había cargado con la culpa de servir para ciertas inmoralidades.
La misma reputación han cargado los autocines del mundo, porque observar una película en un terreno espacioso y al interior de un auto se presta para muchas cosas; pero, no solo los amantes frecuentaban estos cines al aire libre, sino los cinéfilos y las familias, y lo más importante es que, en casos como estos, se presta para volver a estar en compañía desde una cierta soledad.
Volviendo a Cuba, también cerrados estaban para los noventa el Autocine de Vento, dicen que el primero de todos los autocines que tuvimos, pues su fundación se remonta a 1955 y también cerrado estaba el de la Playa Tarará.
Según el Anuario cinematográfico y teleradial cubano de 1960, editado por Pedro Pablo Chávez, el Autocine Tarará tenía una capacidad para 500 autos; el de Vento, 860 autos; en tanto, Novia del Mediodía podía recepcionar a unos 550 vehículos.
Este, el más famoso de todos, lo tuvimos los cubanos gracias al arquitecto Miguel Moenck Peralta, quien, según Guillermo Giménez en su increíble libro Los propietarios de Cuba 1958, fue su dueño; aunque existen criterios que relacionan el lugar con el mafioso Santo Trafficante.
Presente, pasado y futuro
¿Será la circunstancia de la pandemia motivo para recuperar estos espacios perdidos?, ¿podría Cuba desde emprendimientos privados o promovidos por el ICAIC retomar el autocine como espacios desde los cuales, de paso, despertar el interés por la recepción de un filme?
Quizá haya algunos impedimentos.
Una de las características de los autocines, para que lo sea, son precisamente la asistencia en autos.
Aunque, existen variantes, como las de las proyecciones al aire libre para el público diverso, modalidad que se ha puesto en práctica, eso sí, otras veces en La Habana.
Es tema para pensar, porque en muchas partes se han puesto manos a la obra dadas las circunstancias. El mundo le está viendo futuro a un negocio que creíamos del pasado.
En Argentina o Florida los empresarios se animan por los escenarios al aire libre, modalidad ni siquiera se circunscribe al séptimo arte. Ahora, también en autos puede disfrutar de un concierto, de un picnic, de una salida de fin semana, de una compra en un mercado o feria.
El futuro nos da sorpresas. Nada del presente o el pasado se debe subestimar, rechazar u odiar, porque vuelve.