Su firma viene marcando un antes y un después en la historieta cubana. Su estilo fusiona lo mejor de la vieja escuela nacional con la estética del cómic norteamericano. En su formación fueron determinantes publicaciones que hoy no existen. Aunque la editorial cienfueguera Reina del Mar comercializó Auroria, la gran alianza, su primer libro, pudo ser más conocido después de ganar premios convocados por la revista El Caimán Barbudo, el programa televisivo Cuadro a cuadro, y los Estudios Ojalá de conjunto con la oficina de Silvio Rodríguez. OnCuba conversa con Osvaldo Pestana Montpeller (Montos), multipremiado dibujante espirituano que ha representado a Cuba en diversas convenciones sobre cómic en Estados Unidos.
¿Por qué apenas se publican historietas para adultos en Cuba?
La historieta en Cuba siempre se ha tenido como un producto para niños, en parte debido al estigma de que es un arte menor. Los títulos que han quedado en el imaginario popular han sido siempre para ese público: Elpidio Valdés, El Capitán Plin, Chuncha, Cecilín y Coti, Matojo, etc.
Recuerdo solamente una publicación destinada para el público adulto: la revista Pablo, que estuvo circulando a finales de los años 80. Quizá la culpa deba llevarla el período especial y todas las limitaciones materiales que trajo consigo. Mi generación no publica hoy historietas para adultos porque las editoriales apenas las están concibiendo para niños y jóvenes.
Desaparecieron publicaciones especializadas como Pablo, Cómicos y la Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta. ¿Cuánto daño ha provocado esto al noveno arte?
Sin esas revistas nunca me hubiera dedicado en serio a la historieta. Cómicos fue mi escuela; con la Revista Latinoamericana… pasó otro tanto, pues suplía una gran necesidad: la parte teórica. Estamos hablando de publicaciones seriadas, periódicas, que no tenemos hoy. Sin ellas nos arriesgamos, al menos, a no formar nuevos valores. También nos vamos quedando sin un respaldo teórico. Si no contamos con un producto hecho por y para nosotros, no podremos contrarrestar el producto que se nos ofrezca. Eso implicará importación de valores.
Cuba y Estados Unidos acaban de restablecer relaciones y ya se augura una pelea de símbolos. ¿Podrá hacerle frente la historieta cubana al cómic estadounidense?
¿Qué historieta cubana? Estás hablando de un fósil. No hay una historieta cubana. La historieta ha sido generalmente un producto cultural de Primer Mundo; se necesitan recursos para su producción y publicación. La industria del cómic norteamericano tiene muchos años de existencia exitosa, se trata de una forma de producción organizada, con muchísimos títulos publicados cada año. Es un río cuyo caudal se desborda hacia los mercados europeo y asiático, que no han sido engullidos totalmente porque en esos países existe una historieta autóctona y la avalancha ha sido resistida. ¿Cómo vamos a enfrentar eso nosotros aquí? Creando personajes icónicos, productos culturalmente relevantes que conecten con esta generación. Esa batalla la ganó Elpidio Valdés.
¿Entonces serán absorbidos nuestros dibujantes por la industria del cómic?
En México, Argentina y Brasil existen muchos creadores que trabajan para el mercado norteamericano. Allí es legal iniciar tu propio sello editorial y aún así, muchos de los historietistas han preferido asalariarse con aquel mercado antes de desandar los escabrosos caminos de la autopublicación. En Cuba es distinto. Aunque yo quiera, no creo que pueda fundar mi propio sello editorial, pues todo lo que implica distribución y comercialización estará sujeto a prioridades políticas. Es cierto que muchos recursos están a nuestra disposición, pero no la libertad de lo que se publique. Si tú quieres publicar al seguro, llegas a las editoriales con una gesta heroica o una biografía de algún mártir. No hay mucho rango de riesgo. Quizá con la democratización que trae consigo internet eso se pueda revertir un poco, pues hay artistas que se sostienen económicamente porque ellos mismos gestionan la promoción, distribución y comercialización de sus productos.
En editoriales no habaneras como Reina del Mar y Ediciones Luminaria has publicado sin que medie el tema político. ¿Hay diferencias entre ellas y las casas editoras nacionales?
No sé si existe una política editorial donde se especifica qué tipos de historietas deben de publicarse, solo sé que desde provincia han sido mucho más flexibles. Yo me baso en el material publicado, en alguna que otra petición para dibujar una biografía o alguna historia, en un pedido acerca de mambises o rebeldes; historietas todas que, aunque no las realicé, al final vieron la luz. Si se pudieran fundar editoriales particulares y estas tuvieran acceso a los sistemas de comercialización y distribución estatales, o incluso a sistemas propios, no solo la historieta ganaría sino que se democratizarían los temas. No sé cuándo llegaremos allí, pero cuando lo hagamos, nos estará esperando la razón.