La niña que casi impide el rock’n’roll

Chuck Berry

Por Redacción OnCuba

Chuck Berry falleció hoy en Saint Charles, Misuri, a los 90 años. En 2016 había anunciado el lanzamiento de “Chuck”, su primer disco inédito después de 38 años de silencio. Un disco con canciones originales escritas, grabadas y producidas por él que quiso dedicar a su esposa, Themetta Berry. “Mi amada, ¡estoy envejeciendo! Trabajé en este disco por mucho tiempo. Ahora puedo colgar mis zapatos”, escribió Berry.

Charles Edward Anderson Berry nació en Saint Louis en 1926 y está considerado el pionero del rock and roll. “Si tratas de darle otro nombre al rock and roll podrías llamarlo ‘Chuck Berry'”, dijo una vez nadie menos que John Lennon.

Se dice que Berry nunca supo escribir ni leer bien: se comunicaba con la guitarra.

El diseñador uruguayo Gonzalo Frasca compartió en su muro de Facebook un pasaje que se repetía en la niñez de Berry. Ecos lo reproduce porque, como tantas veces ocurre, una escena temprana en la vida de un genio explica lo que vendría después.

Antes de morir hoy, Chuck Berry fue niño. Y de niño tenía una hermana que yo siempre me imaginé un poco nerd, parecida a Lisa Simpson.

La familia de los Berry, si bien no eran ricos, tenían en su living* un artefacto de alta tecnología. Chuck y su hermana se peleaban constantemente por usarlo. No era ni una tele ni un Nintendo; era un piano. Y Chuck, como buen gurí** de su época, pasaba todo el día en la calle y no precisamente jugando a la pelota. Trataba de sintonizar –a veces de cerca, a veces de lejos– la música que tocaba la gente de su barrio. Cada tanto cazaba un ritmo o una melodía y volvía corriendo hasta su casa para tocarla en el piano. Iba desesperado, intentando no olvidar ni un detalle, como un hombre de las cavernas que encuentra un árbol encendido por un rayo y corre a su cueva con una rama, eufórico y a la vez aterrado de que se apague.

Indefectiblemente, al llegar a su casa, el Pibe Prometeo se encontraba que al piano estaba sentada su hermana, infumable, ensayando música clásica. Y Chuck, que llevaba en la punta de los dedos la mayor revolución musical de su siglo, le pedía, le imploraba, le suplicaba que se hiciera a un lado y lo dejara tocar.

Esa es, más o menos, la historia de “Roll over Beethoven”, que si Chuck hubiera sido Barriosureño, diría más o menos “pelátelas Beethoven, salí del piano y dejame rockear este rhythm’ n’ blues”.

Todos de pie y haciendo la caminata del pato, que el Maestro Chuck se encuentra en estos momentos camino al Olimpo musical. Y vos, Ludwig, cuando lo veas llegar, hacele un lugarcito que, a pesar de que ambos sean gigantes, hay lugar de sobra para los dos.

* sala

** niño

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