La Habana es implacable en cuestión de amor. Se amarra a los tobillos. La razón de su existencia parece ser hurgar en las almas, elevar espíritus, atraer a los ajenos. Durante mucho tiempo hemos sido la Isla exótica a merced de los curiosos. Nuestra sonoridad ha cruzado los mares y se ha dado a la tarea de atraer al extraño tan embriagadoramente como el mítico canto de sirena.
La primera vez que oímos hablar a este venezolano, que radica hace 30 años en los Estados Unidos, supimos que se había enamorado de Cuba como cualquier nativo puede hacerlo. Nuestra música ya corría por sus venas y había encontrado audazmente el punto exacto donde crear lazos sanguíneos ineludibles.
Justo desde el estado de los grandes Lagos, Ricardo Lorenz, profesor de la Universidad Estatal de Michigan (MSU), llega a Cuba impulsando un proyecto de colaboración e intercambio estudiantil en el ámbito musical, pues considera que es imposible venir a esta tierra sin aprender mucho de su sonoridad.
¿En qué consiste este proyecto de colaboración?
La MSU tiene un programa que se llama Estudios en el Extranjero que forma parte de los 250 programas que tiene en todo el mundo. El de Cuba, que abarca el Desarrollo Sostenible y la Cultura, es un trabajo conjunto entre el Colegio de Música y el de Ciencias Sociales de nuestra institución. Mi colega René Hinojosa imparte las clases de Urbanismo, Historia y Economía y yo me encargo de la parte de Música. Este año trajimos a 14 estudiantes a tomar clases en La Habana durante un mes, como las que cursarían en la MSU y obtienen créditos válidos para su diploma. Las asignaturas se imparten de lunes a jueves con invitados de mucho reconocimiento, como el maestro Guido López-Gavilán; la Directora del Gabinete de Patrimonio Cultural Esteban Salas de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), Miriam Escudero; y Raida Mara Suárez, Directora de Patrimonio Cultural de la OHCH, entre otros.
¿Cómo surge este intercambio? ¿Qué instituciones están involucradas?
Hasta hace dos años esto era imposible. El presidente Barack Obama cambió la ley de inmigración para los norteamericanos que están afiliados a universidades o a instituciones sociales. De manera que ahora es posible venir a Cuba siendo un ciudadano norteamericano sin ningún antecedente cubano, siempre y cuando esté afiliado a una institución. Por tanto, se hacen posibles colaboraciones entre instituciones como la nuestra y, por ejemplo, la Universidad de La Habana (UH). Gracias a un convenio desde hace dos años con el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana estamos radicados en el Centro Histórico de la capital cubana porque nos interesa el Desarrollo Sostenible, y la UH no tiene esos cursos. El año pasado se realizó un primer encuentro donde vinimos con 24 estudiantes. Otro componente muy importante de esta colaboración es que también hemos invitado a artistas cubanos a la MSU como Bobby Carcassés, Premio Nacional de Música 2012, y Maureen Reyes Lavastida, compositora y profesora del Instituto Superior de Arte.
¿Existen otras universidades estadounidenses que realicen proyectos como este con Cuba?
Hay muchas, pero la MSU es la única que conozco que tiene cursos de música y que estudia la actividad musical de esta manera. Hay universidades muy buenas que vienen y estudian la Revolución cubana desde el punto de vista político, económico, social, pero la música es dejada de lado. ¿Y sabes por qué pasa eso? Porque esa es la actitud de Estados Unidos hacia la cultura, está segregada, no está integrada a la vida, y aquí sí. Eso es lo que yo quiero que mis estudiantes aprendan: cómo la cultura tiene que estar integrada, formar un todo, así pueden lograr conocimientos más globales y una vida más rica. Esa integración la veo en todos los cubanos que conozco de cualquier nivel de educación.
¿Qué tipo de música comprende el programa? ¿Sigue alguna línea específica?
La mayoría de lo que estudiamos es la música afrocubana, el son, la música popular y la trova, pero también se trabaja con música contemporánea, de compositores jóvenes. Al estudiante norteamericano le interesa muchísimo el desarrollo de la música afrocubana, trabajando teóricamente la religión yoruba y el palo. Este año, además, llevamos a nuestros estudiantes a Remedios y vimos el museo de Alejandro García Caturla, así que tratamos de cubrir un panorama bastante amplio de la música cubana. Una parte esencial y muy única en nuestro programa es precisamente esta de la música; un componente que no tienen otras universidades en Estados Unidos y creo que es porque no se han dado a la tarea de analizar lo importante que es la música y cómo esta acerca al ciudadano en Cuba.
¿Han tenido la oportunidad de intercambiar con academias de arte o instituciones de nuestro país?
Nuestros estudiantes van al Instituto Superior de Arte, a Escuela Nacional de Arte y al Conservatorio Amadeo Roldán. Nos mantenemos muy ocupados y hemos hecho una especie de telaraña de relaciones. Tuvimos un encuentro maravilloso en la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba donde compositores e intérpretes cubanos jóvenes intercambiaron con nuestros estudiantes y eso es importantísimo; ahí se disuelven muchas de las barreras mentales que existen. El año pasado, por ejemplo, hicimos un concierto en el Colegio de Belén donde fusionamos músicos cubanos como Bobby Carcassés y nuestros estudiantes.
¿Cuál es la visión acerca del escenario musical en Cuba que obtienen a partir de la experiencia de estos dos años?
A nuestros estudiantes les sorprendió que en las escuelas cubanas de música lo que se estudia es música clásica, el canon europeo; y nos sorprendió porque hay muchos buenos artistas que hacen música popular y jazz, sin estudiarse esto en ninguna academia de la Isla. Sin embargo, vimos la parte positiva de eso porque hemos ido a muchos conciertos, ejemplo en La Zorra y el Cuervo, y vemos interpretaciones de un virtuosismo extraordinario, con una técnica formidable. Esos artistas hacen jazz, pero un jazz tan sofisticado y tan fuera de los cánones de lo que se llama jazz en Estados Unidos. Y lo impresionante es que aquí no se estudian esos ritmos en las academias, a diferencia de las universidades estadounidenses, que sí se enseña. Nos pusimos a pensar que eso quizás es lo que mantiene en Cuba el jazz tan original, tan vivo, tan dinámico y tan urgente. En Estados Unidos hay muy buen jazz, pero lamentablemente se está convirtiendo en una cuestión de pasado, se está reproduciendo mucho como un canon, un catálogo. Eso es algo que nos gustaría comentar cuando lleguemos allá, el valor de no enseñar la música popular y el jazz en la academia, y los estudiantes que vienen con nosotros regresan con esa información.
La MSU está realizando un trabajo muy particular, y creo que es porque tenemos profesores, por coincidencia más que por voluntad, con una visión muy amplia de Latinoamérica, personas que se toman esto muy en serio y por encima de cualquier cliché. Gracias, además, a los mismos estudiantes que vienen con nosotros que aprecian la cultura cubana.
Nos preocupa qué va a pasar aquí dentro de 20 años. Estamos deseosos que todas las leyes que ponen restricciones a intercambios como este cambien, para que las cosas buenas, muy buenas que están sucediendo aquí no se pierdan.