Randy Arozarena es un espectáculo. En el noveno inning, cuando Giovanny Gallegos retrató al boricua Kike Hernández con una slider de 86 millas al centro del plato y selló el pase de México a las semifinales del Clásico Mundial por primera vez en la historia, el cubano tiró su guante al cielo y corrió al centro del diamante para celebrar junto a los otros patrulleros aztecas, todos con los brazos cruzados y la mirada desafiante.
Ese gesto ha sido la marca distintiva que Randy ha impuesto en la novena mexicana, transformada en el matagigantes del Clásico. Ya en la primera ronda derrotaron a Estados Unidos, campeones defensores, ahora dejaron en el camino a los boricuas, finalistas del 2013 y 2017, y el lunes van por Japón, único equipo que ha subido al podio en todas las ediciones de la lid.
Arozarena tiene mucha culpa de este resultado brillante. El cubano ha sido la bujía inspiradora del conjunto que dirige Benji Gil, totalmente entregado a la eléctrica puesta en escena del jardinero, un fenómeno con el bate y con el guante. Este viernes, por ejemplo, se embasó tres veces (dos boletos y un jit) ante el picheo puertorriqueño, anotó la carrera del empate mexicano en la séptima entrada, y en el octavo salvó a los suyos con fildeo legendario en el bosque izquierdo.
“Fue un gran batazo, pero nunca me rendí. Es algo en lo que he trabajado mucho en el offseason, no rendirme con ninguna conexión. Esto es mejor que todos los jonrones que he dado, hasta los que di en la Serie Mundial. Esta atrapada para mí fue la mejor”, dijo Randy a FOX sobre su increíble desplazamiento en el bosque izquierdo para devorar una larga conexión de Emmanuel Rivera.
En ese momento, México tenía ventaja mínima, pero Puerto Rico había colocado el empate en la inicial con un out. Rivera entró al cajón de bateo frente al relevista Jake Sánchez y despachó un largo batazo de 387 pies que Arozarena capturó luego de una tremenda carrera y un salto pegado a las cercas.
La jugada congeló las esperanzas boricuas de recuperar la ventaja que habían perdido en el séptimo capítulo, cuando Isaac Paredes y Luis Urías remolcaron tres anotaciones y dieron la vuelta al partido.
Paredes vino con bases llenas y dos outs frente al relevista Jorge López y logró un sencillo con una floja conexión al izquierdo, la cual sirvió para impulsar a Austin Barnes y a Randy Arozarena con el empate. En el siguiente turno, Urías consiguió un sencillo al derecho y puso la pizarra definitiva de 5-4.
Como detalle curioso, la velocidad de salida de estos jits fue de 73.2 y 62.6 millas, respectivamente, o sea, no vimos buenos contactos, pero sí batazos muy bien ubicados que enterraron las opciones puertorriqueñas. ¡Béisbol en estado puro!
Para México fue un partido épico, pues salieron del ostracismo luego de que Puerto Rico marcara cuatro en el episodio de apertura por jonrones consecutivos de Javy Báez y Eddie Rosario contra el estelar zurdo Julio Urías. Los aztecas borraron ese déficit con aporte decisivo de Isaac Paredes, quien pegó cuadrangular y remolcó tres de las cinco anotaciones del Tricolor.
“Faltaba mucho juego, no podíamos rendirnos en un partido tan importante. Hasta el noveno inning no había nada asegurado”, dijo Randy Arozarena sobre la impresionante recuperación mexicana, que pasó de tener menos de un 20 % de posibilidades de victoria al inicio del séptimo capítulo a consumar la segunda mayor remontada en la historia de los Clásicos.
Crucial en la victoria fue la labor de los relevistas Javier Assad, Jo Jo Romero, Jake Sánchez y Giovanny Gallegos, quienes retiraron cinco entradas en blanco, con solo cuatro jits permitidos y cinco ponches, suficiente para completar el primer pasaje directo de México al club de los cuatro grandes del Clásico Mundial.
Su próximo rival, en semifinales, será Japón, el equipo más exitoso en la historia del torneo. “No sé lo que pueda pasar con Japón, pero siempre voy a entregarme al 200 % en el campo”, avisó Arozarena sobre el siguiente examen, el cual esperar superar para acercarse un poco más a la cima.
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