Roberto Hernández no cree en los bateadores rivales. En cada salida al diamante justifica su calidad, no deja dudas de por qué recibió un contrato en el mejor béisbol del mundo y por qué fue catalogado por algunos scouts como “lo más cercano que he visto de José Fernández“.
La novela de su vida (aunque no guarde similitudes con el gran José María Heredia) lo convirtió en una de las figuras más mediáticas del torneo nacional Sub-23, y ha solventado todas las expectativas con letras mayúsculas.
Sus seguidores ya esperan los primeros partidos de Sancti Spíritus en cada subserie para ver cuántos ponches propina o si consigue otro no hitter. Si fue capaz de dibujar uno hasta la octava entrada, y concretó otro, no es descabellada la posibilidad de que repita la hazaña.
El último equipo que sufrió los embates de sus lanzamientos fue Camagüey, al que dejó en solo tres hits en nueve entradas de actuación con once ponches. El derecho de Batey Colorado, en Yaguajay, es líder en victorias (seis), en ponches (67), en frecuencia de ponches por cada juego de nueve entradas (11.98) y en lechadas (dos).
Ha sido tanta su efectividad ante los contrarios que presenta un promedio de carreras limpias de 1.07, solo le batean los oponentes para .160, con un WHIP de 0.95.
La única derrota que tiene fue otra buena salida, al dejar el juego perdiendo 3-1 en seis entradas (dos carreras sucias), con 13 ponches propinados, su tope en el evento. Casi nada.
Quizás lo único que puede señalársele es el control, porque todavía la cantidad de boletos que regala es elevada para su calidad (3.58 por cada juego), pero tiene tiempo suficiente para mejorar ese aspecto. Juventud, talento y calma sobre la lomita le sobran para encumbrarse y rozar la perfección. A fin de cuentas solo tiene 18 años.
Pero ojo, que el championismo siempre hace acto de presencia. Promedia más de siete entradas por cada salida. Si es marcada su calidad y deja los partidos con ventaja ¿por qué no planificar sus actuaciones hasta un máximo de seis innings?
Pesan siempre las ansias de ganar, y el hecho de que Sancti Spíritus se mantenga en segundo lugar de la llave C por detrás de Ciego de Ávila. Eriel Sánchez debiera obviar el resultado y cuidar este brazo joven, porque a ese ritmo llegará agotado a la Serie Nacional.
Roberto Hernández está como la canción, «por encima del nivel». ¿Acaso no ha demostrado su real valía en esta justa para menores de 23 años? ¿Por qué no es llamado a la preselección nacional para que entrene con los mejores entrenadores y lanzadores del país?
Rey Vicente Anglada, quien tanta confianza ha tenido en los jóvenes en este regreso al mando del equipo cubano, debiera brindarle la posibilidad de mostrar sus condiciones ante los mejores bateadores del país.
Rey, están tocando a la puerta. Es un príncipe que lleva en sus espaldas el número de un Duque. ¿Le abrirá?
Por suerte ha venido, a salvar en cierta medida, un torneo que ofrece pocas noticias interesantes. La VI Serie Nacional Sub 23 es Roberto Hernández Navarro, y viceversa.
Un joven que se va y cumple el sueño de militar en el mejor béisbol del mundo. Ese mismo que renuncia y regresa porque extraña sus orígenes. El que gana, intimida y pone números de otra galaxia. Lindo guion, pero necesita el mejor epílogo.
La nueva novela de la pelota cubana tiene nombre y apellidos. ¿Llegará a un final feliz con desenlace en los Juegos Panamericanos o el Premier 12? Todo es posible en un país donde el deporte nacional no se escapa del surrealismo imperante.