La selección cubana de fútbol perdió otro partido. En el inicio de las eliminatorias mundialistas, contra Guatemala, la Tricolor volvió a quedar sin goles y sin puntos. El mismo cuadro de siempre, aunque “al menos no hubo goleada”, como dijeron algunos a modo de consuelo. Pero al margen de la derrota, ¿es realmente este el equipo que hemos visto en los últimos? ¿Se parece este traspié a las humillaciones del pasado?
A priori, y tomando en cuenta las reacciones de muchos fanáticos, parecería que sí. Los argumentos que manejan son sólidos. El once no hilvana tres pases consecutivos, no hay cerebro en la sala de máquinas, no hay desmarques, no hay quite ni contención en la medular, no hay salida, no se supera la presión y se presiona poco, no aparece el despliegue físico por el que tanto nos alaban, no hay pegada, no hay fluidez…
Y tampoco hay manera de dar vueltas para intentar rebatir estos puntos de vista. Sin ningún tipo de duda, a la selección le falta todo eso y un poco más, sin embargo, justo después de esta derrota ante Guatemala estamos un poco más cerca de parecernos a un equipo de fútbol normal, con una hinchada fiel, con atención mediática, con sueños que se parecen más a la utopía, pero que nadie nos puede negar.
Hoy, después de perder otro partido, el fútbol de Cuba respira por la actitud de Onel Hernández, que fue del aeropuerto al verde, sin quitarse el polvo del camino (nunca mejor dicho). El fútbol de Cuba respira por el trabajo incansable de Luis Javier Paradela, por el contagioso espíritu juvenil de Carlos Vázquez, por el carácter de Jorge Luis Corrales…
Ellos no van a ser Balones de Oro, ellos seguro van a perder más partidos con la camiseta nacional en el futuro, pero han señalado un camino, y eso nadie se lo podrá cuestionar. Estos futbolistas, esta selección, han derrumbado un muro, han escrito una página que marca un antes y un después, y han sentado las bases, insisto, para que nos parezcamos cada vez más a un equipo de fútbol normal, con hinchas fieles, atención mediática y sueños, muchos sueños.
Algunos no apoyarán esta idea y dirán –quizás con razón– que la vida sigue igual, que la película no cambiará, que seguiremos perdiendo, que no nacimos para jugar al fútbol. Pero ninguno de esos puntos implica que no lo intentemos, que nos quedemos con los brazos cruzados. Si otros países sin ninguna tradición futbolística han dado un salto de calidad en los últimos años, ¿por qué no lo puede intentar Cuba también?
Solo hay que tener en cuenta, antes de sacarle las tiras del pellejo a los técnicos y a los jugadores, que nadie ha dado el salto de la noche a la mañana, así es imposible. Para cambiar el panorama actual, hay que tener rodaje, complicidad y continuidad, y nada de eso se logra cuando estás más de un año sin competir internacionalmente, ni cuando retrasas una decisión de impacto solo por caprichos o posturas intransigentes.
Una parte nada despreciable de la selección de fútbol de Cuba lleva meses entrenando a lo tonto en los desastrosos terrenos de la Isla, y solo algunos de sus efectivos han tenido la oportunidad de oxigenar su juego gracias a contratos profesionales. Eso condiciona por completo el rendimiento del conjunto, como se pudo ver en el asalto contra Guatemala.
¿En serio pensábamos que con este escenario la selección iba a tener fluidez y claridad en el movimiento de la pelota? ¿Alguien soñó que sin confrontaciones reales íbamos a crear más oportunidades de gol o que solucionaríamos los problemas de las marcas y las referencias en las pelotas paradas? No tan rápido, señores, nada de eso se remedia con una varita mágica.
El momento cuando un futbolista de la Football League inglesa debutó con el equipo nacional de Cuba. 🇨🇺🏴
Lleva tiempo consolidar un equipo fuerte. Cuba tiene talento. https://t.co/GHJ5NFtfQr
— Dr Antony Stokes LVO (@embAntony) March 25, 2021
Y los futbolistas no son los únicos que tienen que cargar con las culpas, no es justo. Ellos al final son manejados por una Comisión Nacional y una Asociación que en los últimos años han mostrado, por enésima vez, su pobre personalidad y su incapacidad para safarse de los tentáculos del INDER y tomar sus propias decisiones.
Por eso demoró tanto la convocatoria a los llamados legionarios, jugadores que, por derecho propio, siempre pudieron vestir la elástica de las cuatro letras. Repito, no son futbolistas nacionalizados los que han llegado, son cubanos, nacidos en este pedazo de tierra del Caribe, quienes desde hace mucho podían estar defendiendo a su país si no fuera por la tozudez de unos pocos con poder.
Y también cubanos son los que siguen castigados y vetados en su propio país, jugadores que tomaron la decisión de buscar mejoras económicas y explorar la vía del profesionalismo, negada a los futbolistas de la Isla prácticamente hasta el otro día. Quienes consideren que ellos cometieron una equivocación por abandonar delegaciones oficiales, ya pueden sentirse tranquilos, porque muchos han pagado por ese error con muchos años sin pisar su tierra y mantienen la disposición de volver a defender los colores patrios.
No hay motivos para negarle esa oportunidad, ni hay motivos para negarles la oportunidad a los aficionados de disfrutar de todos sus futbolistas, sin distinción. El camino hacia ese terreno soñado es muy largo, pero este miércoles se dio el paso inicial para tener una selección inclusiva, de todos y con todos.