Foto: Alain L. Gutiérrez
En la década de los años 30, Ernest Miller Hemingway, radicado entonces en Key West, solía visitar La Habana para desde su puerto organizar y realizar sus expediciones de pesquería de agujas y casteros, muy abundantes siempre en la cercana Corriente del Golfo. Viajaba generalmente acompañado de amigos como Sloppy Joe Russell, Charles Thompson, John Dos Passos, o Arnold Samuelson, y en algunas ocasiones, de su esposa de entonces, Pauline Pfeiffer. Inicialmente venía en el yate Anita, propiedad de Sloppy Joe Russell, y, a partir de 1934, ya navegaba en su flamante yate El Pilar, con el experimentado pescador cubano Carlos Gutiérrez como patrón de la embarcación. En sus largas estadías en La Habana, se reencontró con una joven pareja de norteamericanos, los esposos Mason, radicados en dicha ciudad a los que había conocido en 1931 a bordo del Ile de France cuando regresaban de Europa hacia Norteamérica. Grant Mason era el manager de la aerolínea Pan Am en La Habana, encargada por aquella época del correo postal aéreo de los Estados Unidos de América en toda la zona del Caribe. Grant era toda una celebridad en la Isla y estuvo vinculado con las visitas de los afamados pilotos Charles Lindbergh y Amelia Earhart a Cuba. Su esposa Jane era una hermosa joven, heredera de la gran fortuna Kendall, en los EE.UU. y con una gran vocación por las artes. Los Hemingway y los Mason, jóvenes, cultivados, ricos y exitosos, disfrutaban libremente de la vida en La Habana: pesquerías, carreras de autos, casinos-cabarets —en especial el cabaret Sans Souci—, juegos, deportes, alcohol, aventuras y un mal disimulado affair amoroso entre Ernest y Jane. El interés por el arte, en particular por la pintura, llevó a Hemingway y a Jane Mason a incursionar en las artes plásticas de la Isla en calidad de mecenas. Algunos suponen que tal vez todo comenzó en aquellas noches de alegres tertulias que Hemingway auspiciaba a bordo de El Pilar en 1934, a las que solía asistir el pintor cubano Antonio Gattorno (La Habana, 1904-1980), acompañado de su esposa, de modo que pronto surgió la amistad entre el artista cubano y el escritor norteamericano. En 1935, Hemingway, John Dos Passos y Pablo de la Torriente Brau escribieron notas críticas sobre la obra de Gattorno para un folleto de su exposición habanera de ese año, que luego fue publicado por la revista Esquire en mayo de 1936. Más tarde, Hemingway contribuyó a que Gattorno exhibiera en Nueva York. Sin embrago, la joven Jane Mason ya había incursionado con anterioridad en las lides del mecenazgo al acoger bajo su protección a Gabriel Castaño, un desconocido artista quien, según se dice, trabajaba de sereno nocturno en un almacén. Durante todo un año los Mason subvencionaron a Castaño, lo que le permitió presumiblemente realizar una estancia de trabajo en la ciudad de Trinidad, en la región centro-sur de Cuba. El resultado del trabajo de Castaño en Trinidad se exhibió en The Arden Galleries de Nueva York, en enero de 1933. Jane consiguió el patrocinio del presidente Gerardo Machado —medio año antes de que fuera derrocado por una revolución en Cuba—, de Betty Hutton, del embajador cubano en los Estados Unidos, de uno de los Guggenheim y del propio Ernest Hemingway, quien curiosamente solía mofarse de la vocación de mecenas de la bella americana. De aquella exposición de Castaño hoy se pueden ver dos de sus lienzos en una mansión en La Habana, que fuera la antigua residencia de los Mason. Irónicamente, nadie conoce a Gabriel Castaño en Cuba.