El presidente de la República Francesa, Francois Hollande, es desde la noche de este domingo 10 de mayo el más reciente de los ilustres personajes políticos del mundo que desembarcan en la capital de Cuba para tender puentes y tomar de cerca el pulso de los cambios en la isla.
Durante esta primera visita de un mandatario galo, luego de más de 110 años de relaciones oficiales, Hollande ofrecerá una conferencia magistral en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, inaugurará una nueva sede para la Alianza Francesa en un edificio restaurado del Paseo del Prado y participará en un foro empresarial con invitados de los dos países. También impondrá al cardenal Jaime Ortega Alamino la orden de la Legión de Honor.
En algún momento de este lunes se espera una reunión con su homólogo Raúl Castro, quien también ha regresado a La Habana el domingo luego de una gira que lo llevó a Argelia, Rusia e Italia, y le permitió un encuentro muy positivo de 55 minutos con el Papa Francisco en El Vaticano.
Hollande llega a La Habana muy bien acompañado. En su comitiva figuran Claude Bartolone, presidente de la Asamblea Nacional; Segolene Royal, ministra de Ecología, Desarrollo Sostenible y Energía; Christiane Taubira, titular de Justicia; Marisol Touraine, de Asuntos Sociales, Salud y Derechos de la Mujer; Fleur Pellerin, de Cultura y Comunicación; y George Pau-Langevin, ministro de Ultramar. Casi podría hacer, si lo quisiera, un consejo de Ministros en el Hotel Nacional.
El viaje de Hollande se ha preparado durante varios meses. En el último año lo precedieron en La Habana tanto el canciller Laurent Fabius, como el secretario de Comercio Exterior, Matthías Fekl y la ministra Pellerin; además de otro número significativo de funcionarios de menor rango.
Pocas semanas atrás el canciller cubano Bruno Rodríguez estuvo en París y fue atendido no solo a su nivel protocolar (es decir, por el ministro de Exteriores únicamente) sino por las tres más altas personalidades políticas del país, con lo cual se terminó de despejar el camino del encuentro.
Las autoridades cubanas consideran a Francia un interlocutor importante en el diálogo con la Unión Europea. No olvidan que fue un mandatario conservador como Nicolás Sarkozy quien saltándose la barrera de la Posición Común decidió firmar en 2010 una Declaración Política para la reanudación de la cooperación oficial entre Cuba y Francia y allanó el camino para acordar, en 2011, un Memorando de Entendimiento para consultas políticas entre ambos Ministerios de Relaciones Exteriores.
Pero, además de este buen clima, ¿qué está buscando cada quién?
El “compañero de viaje” francés
La senda de la participación económica de Francia en Cuba es uno de los caminos más visibles de este acercamiento, lanzado en el momento en que la “actualización” caribeña busca con urgencia dinero fresco. A Cuba le interesa el desarrollo de inversiones en sectores como el agroalimentario, de energías renovables, transporte, biotecnología y lograr la presencia de empresas en la Zona Especial de Desarrollo Mariel.
Unas 60 organizaciones comerciales francesas ya operan en el país, entre ellas el grupo Pernod-Ricard, distribuidor exclusivo del ron Havana Club por el mundo, y la compañía de construcción y servicios Bouygues, importante ejecutor de hoteles en los cayos del norte de Villa Clara. Pero Francia desea impulsar el comercio con la isla que el año pasado solo llegó a 180 millones de euros, menos que en 2013 y mucho menos que lo que sostienen otros países europeos como España, Holanda e Italia.
París acumula cerca de un tercio de la deuda externa cubana (unos 16 000 millones de dólares) a través del foro de acreedores del Club de París. La cantidad de turistas franceses que visita Cuba cada año crece a ritmo de un 14 por ciento más entre enero de 2014 y enero de 2015 con un número total de viajeros que llega casi a los 104 000.
Es desde esta apuesta también que Francia quiere “acompañar” a Cuba en un momento de “apertura y modernización”, según afirmara el secretario Fekl a su paso por La Habana. “Cuba está en un momento significativo de su historia, ha empezado a tomar decisiones muy importantes alrededor de lo que ha llamado actualización de su modelo económico y Francia desea acompañar a Cuba en ese camino”, señaló por entonces.
Las áreas de intercambio pueden ser muchas, como lo revela la Carta de Intención para profundizar acciones de cooperación en materia de seguridad sanitaria internacional firmada el sábado antes de la llegada de Hollande, o el convenio de colaboración rubricado el 30 de abril último entre el Centro Nacional de Cine, de Francia, y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) para incrementar las coproducciones, la restauración de filmes y la digitalización del cine La Rampa.
Voceros de ambas partes se esfuerzan por desvincular este masivo acercamiento francés respecto al nuevo momento que comienzan a vivir las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Pero es difícil de creer que así sea.
Tal parece que ahora todo el mundo quiere tener a Cuba cerca de su brasa, como la mejor manera de dar su empujoncito en la liberalización del sistema socialista. El paseo de “mesié” Hollande es un elegante forcejeo de Francia para llegar primero y “dar dos veces”.
Los europeos “bailan” al ritmo del Jazz.