La pandemia ha acentuado la discriminación hacia las personas mayores por su edad, según la doctora del área de envejecimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y autora principal del primer informe de Naciones Unidas sobre edadismo, Vânia de la Fuente.
En una entrevista a Efe por vía telemática desde Ginebra (Suiza), De la Fuente explica que la COVID-19 “ha sido como una lupa que ha magnificado la existencia que ya había del edadismo” y que ha dado una mayor visibilidad a cómo las sociedades discriminan a los ciudadanos por cuestiones de edad.
La doctora trabaja en la sede de la OMS en Ginebra, desde donde promueve políticas para garantizar el envejecimiento saludable.
Con su informe para la ONU, lidera la campaña mundial contra el edadismo, que la OMS define como “los estereotipos, los prejuicios y la discriminación contra las personas debido a su edad”, y en favor de un envejecimiento saludable.
En esta línea, la doctora lamenta que “durante la pandemia la edad se ha utilizado como criterio único para determinar quién tenía acceso a atención médica y a la aplicación de las medidas de distanciamiento”.
“Sólo a las personas mayores se les pedía que se quedaran en casa y se levantaron las medidas para toda la población menos para ellas, lo que en muchos casos generó problemas de acceso a recursos básicos como comida, medicamentos o transporte público, y muchas veces no ha estado justificado del todo”, agrega.
DISCRIMINACIÓN TAMBIÉN HACIA LOS JÓVENES
Según el informe, esta discriminación no sólo ha afectado a personas mayores, que han sido consideradas frágiles y vulnerables, sino también a las más jóvenes, que han sido retratadas como invencibles, imprudentes e irresponsables.
“Una de cada dos personas en el mundo son edadistas contra las personas mayores, con tasas más altas en países de ingresos bajos o medio bajos. En Europa, las personas jóvenes reportan más edadismo que otros grupos de edad”, ha subrayado.
Desde la ONU afirman que la discriminación por edad tiene “consecuencias graves y de gran alcance para la salud, el bienestar y los derechos humanos de las personas”, y según De la Fuente se asocia a “una muerte más prematura, la aparición de síntomas depresivos, una menor calidad de vida y un mayor aislamiento socia””.
En los jóvenes, ser mujer y tener un peor estado de salud aumenta la probabilidad de sufrir edadismo. “A lo largo de la vida, la discriminación por edad interactúa con la discapacidad, el sexismo y el racismo, lo que agrava las desigualdades”, señala.
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La falta de contacto con personas de diferentes edades también hace más probable que alguien sea edadista, incluso hacia sí mismo, puesto que las personas basan sus relaciones en estereotipos que adoptan desde la infancia.
Ante esta situación, especialmente agravada con la pandemia, De la Fuente reivindica la necesidad de concienciar a la población y ayudar a los países a implementar estrategias que afronten este fenómeno.