Las pymes, la papa y la industria 4.0, parecen asuntos relativamente alejados entre sí, sin embargo, en los últimos días esta combinación me vuelve a hacer pensar sobre la importancia de lo pequeño.
Lo pequeño no es más bonito per se, ni más eficiente, creativo, productivo, dinámico o flexible per se, aunque muchas veces así se piense. De igual forma lo pequeño no es intrascendente, poco importante, o marginal, aunque también se piense así.
En nuestro modelo económico de desarrollo, por décadas, al menos más de tres, lo pequeño apenas ocupaba algún espacio formal —por ejemplo la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños— en la práctica nuestro modelo agropecuario privilegiaba la gran empresa estatal antes que a los pequeños agricultores y subordinaba a estos últimos a la dinámica de aquellas empresas.
También habría que decir que aquel modelo basado en grandes empresas verticalmente organizadas y centralmente controladas era funcional al ejercicio del poder y permitía, al menos formalmente, un mejor control y facilitaba la asignación de recursos desde ese mismo centro único, aunque la eficacia de la asignación y de su utilización estuvieran en muchas ocasiones alejadas de lo que se “planificaba”.
Pero hay que decir también que aquel modelo respondía a concepciones sobre los sistemas productivos que tuvieron mucho arraigo en las ideas sobre el desarrollo del siglo pasado. En el caso de Cuba, habría que sumar también la disponibilidad de financiamiento relativamente abundante e incuestionablemente barato.
Nuestro entorno empresarial se ha ido transformando. Las pymes, los proyectos de desarrollo local, las cooperativas industriales y de servicios han introducido dinámicas nuevas, aun insuficientes es cierto, pero que desplazan los límites de la zona de confort de las organizaciones encargadas de conducir la economía, tan acostumbradas a la verticalidad, también empujan fuera de esa zona a las empresas estatales, a los empresarios de esas empresas e incluso a los gobiernos locales.
Hoy tenemos como un panal bullicioso que nunca se detiene, que constantemente construye sin esperar la orientación de alguien, que se clona a sí mismo y se transforma a una velocidad a la que nuestro modelo de gestión, heredado de otros tiempos y nunca radicalmente cambiado, no está acostumbrado. Ese panal compuesto por centenares de pequeñas abejas, que se integra y que convierte oportunidades en buenos negocios, también sin esperar la orientación de nadie, requiere de otro pensamiento y de otro modelo de gestión que pueda asimilar e incorporar estas nuevas dinámicas. Que pareciera que está en construcción parece cierto, que le falta aún mucho por construir, también.
Quizás esas nuevas pequeñas y medianas empresas no sean tan productivas aun, ni tan eficientes, ni tan flexibles, pero se mueven a otra velocidad a la que la parte estatal del sistema empresarial cubano, salvo excepciones, no alcanza a moverse aun. Así pues lo pequeño comienza a generar dinámicas que son importantes y que pueden ser decisivas en especial en sus localidades. Lo pequeño se vuelve trascendente.
Y entonces apareció la papa… agroecológica. Desarrollada a partir de un proyecto cultivado con paciencia e inteligencia allá por Perico, liderado por la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, en Matanzas.
Catálogo Audiovisual de Tecnologías Agroecológicas: Lombricultura
Papa cultivada a escala pequeña, por pequeños productores que han recibido aquel tipo de capacitación de la que habló Martí en su artículo Maestros Ambulantes. Conocimiento esparcido de municipio en municipio, explicado una y otra vez a los agricultores y los que sin serlo, tienen algún grado de influencia en el resultado y en el disfrute del resultado. Papa que rompe mitos y probablemente algo más.
“Es producir la papa por métodos agroecológicos y con destino al autoabastecimiento local; el país siempre ha sostenido la papa bajo sistemas de producción de grandes insumos, elevados uso de la maquinaria y de agroquímicos, un proceso que genera altas producciones, pero colateralmente ocasiona problemas de compactación, acidificación, salinización y erosión de los suelos, a la vez que ante las limitaciones con estos recursos nos queda esta alternativa ecológica para la papa” dijo al periódico Escambray Servando Martínez Hernández, especialista de Semilla y Recursos Filogenéticos en la Delegación Provincial de la Agricultura de Sancti Spíritus, uno de los territorios a donde se extendió la experiencia.
Es cierto que dada la cantidad de tierras empleadas y de productores no alcanza para mucho, es cierto que esa “nueva papa” no va a ser la salida del “problema de la papa”, pero contribuye a soluciones a escala, alivia, aunque sea momentáneamente el desabastecimiento local y esparce la semilla de la agroecología, fertiliza, con sus resultados concretos esa otra cultura de producir más sano, con recursos propios, a escalas adecuadas. Enseña que es posible y que también puede ser “extendible” a otros cultivos. Enseña que las soluciones pueden ser múltiples y no tiene que haber una única “solución”.
Pues sí, la papa agroecológica, que ojalá no sea una moda, ni la alternativa momentánea a “no tener insumos” también pone en valor lo pequeño, que a escala local puede ser grande.
De 0.4 a 4.0 es un gran salto. Y es muy bueno que en el Consejo Nacional de innovación se haya planteado la necesidad de pensar en el desarrollo industrial del país y de hacerlo no sobre los paradigmas de la industria de mediados del siglo XX que es la que en general hoy nos va quedando. Aun tenemos uno de los elementos esenciales para hacerlo, personas con instrucción y capacidad de aprender, aunque muchas veces poco incentivadas. Pues bien, esa industria 4.0 que va marcando la pauta, también pone en valor lo pequeño y en especial la formación de redes donde lo pequeño, puede ser decisivo.
La industria 4.0 es más que un modelo de desarrollo industrial, es sobre todo un modelo de negocios nuevo que cuestiona, incorpora y combina. Pone en jaque la estructura vertical típica del modelo industrial del siglo XX, incorpora los adelantos tecnológicos y combina saberes y habilidades que solo alcanzan su máximo potencial mediante esa combinación, existiendo en un ecosistema donde la flexibilidad, la iniciativa, la autonomía, la velocidad de respuesta y la capacidad para trabajar en red son decisivas. Donde lo pequeño se valoriza en función del valor que agrega y no del valor de sus activos fijos.
Pero no habrá industria 4.0 sin competencia, como tampoco existirá sin la cooperación. Se compite y se coopera a la vez, dentro de cada ecosistema y entre ellos.
No habrá industria 4.0 si la circunscribimos al sistema empresarial estatal, a las pymes estatales tecnológicas ¿cuántas hay ahora mismo?, si no generamos los incentivos adecuados para todas, sin distinción, si no logramos entender que el sistema empresarial cubano es uno solo, si no abrimos mucho más nuestra economía para permitir intercambios más fluidos con empresas extranjeras, si no facilitamos la inversión extranjera que nos permite capturar avances tecnológicos ya existentes y sobre todo si no dirigimos de forma coherente esa captación hacia ese tipo de industrias.
En esa obligación/necesidad de reindustrializar el país, de hacerlo poniendo la proa hacia esas nuevas maneras, donde las economías de escala y la infraestructura física no es lo único determinante o más bien deja de serlo, donde la flexibilidad y la constante reinvención de la empresa son decisivas, donde es posible alcanzar niveles de competitividad tanto en calidad como en precios, donde muchas veces el comportamiento de los modelos no se basa en rendimientos decrecientes a escala sino todo lo contrario, en ese nuevo mundo al que debemos apuntar, lo pequeño, parece que tiene un lugar privilegiado.
Lo pequeño definitivamente importa.
Así que la papa agroecológica es un proyecto liderado por la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, en Matanzas. ¿Qué hace entonces el Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales?