En las últimas semanas y a propósito de la crisis económica nacional agravada por la situación sanitaria y económica global, se ha intensificado el debate económico en los espacios institucionales y no institucionales. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y otros organismos internacionales han pronosticado una contracción profunda de la economía mundial y regional. Para Cuba la crisis ya está siendo aguda y así lo ha reconocido la dirigencia del país y lo viven cubanos y cubanas.
En los temas a debate ha habido un primer plano: cuáles deben ser las salidas económicas a la crisis, qué implicarían, en términos de crecimiento económico, qué lugar puede y debe ocupar el sector privado de la economía en la ecuación de las estrategias a diseñar y a implementar, y cuáles son los sectores que pueden y deben ser dinamizados inicialmente.
Otros asuntos se han debatido menos: la relación entre crecimiento y desarrollo, las consecuencias de la crisis para la desigualdad, las estrategias para enfrentarla, los derechos laborales, y las diferentes bases de las que parten distintos grupos sociales para afrontar la situación.
Este dossier aporta al debate económico abierto en Cuba abordando tanto asuntos de su primer plano como algunos de los menos considerados. Aquí, economistas cubanas reflexionan sobre la relación entre crecimiento y desarrollo, sobre la necesidad de pensar en las desigualdades como parte, y no después, de las estrategias de enfrentamiento a la crisis, sobre la regulación de los derechos laborales en el sector no estatal de la economía y sobre las brechas de género en los mundos del trabajo cubano. Cuatro preguntas, cinco voces en contrapunteo y complementariedad… Ellas ponen sus dedos sobre llagas viejas y nuevas de la economía cubana e insisten en que, para sanarlas, ninguna persona puede quedar, en efecto, sin amparo.
Una parte del debate económico que está teniendo lugar en Cuba plantea como argumento persistente la necesidad de asegurar el crecimiento económico. ¿El crecimiento económico supone desarrollo, o no necesariamente? ¿Qué consecuencias tiene centrar las propuestas en el crecimiento económico?
Betsy Anaya: Varios economistas consideran crecimiento como sinónimo de desarrollo. Sin embargo, desde mediados del siglo pasado, los debates en los marcos de la CEPAL han apuntado a que desarrollo es un concepto más amplio que crecimiento. El concepto de desarrollo ha ido evolucionando con los años, así como los instrumentos empleados para medirlo. Se han incorporado otras dimensiones, como la sostenibilidad del desarrollo. Y se han propuesto diversos instrumentos alternativos al Producto Interno Bruto, medida por excelencia del crecimiento, que expresan mediciones más cercanas al desarrollo. Algunos ejemplos son el Índice de Desarrollo Humano, y otros que miden felicidad y bienestar.
Otro grupo de economistas ha apuntado que es posible desarrollarse sin crecer. Tengo un punto de vista diferente a este último. En el caso específico de Cuba, en los momentos actuales, considero que crecer es básico para alcanzar una senda de desarrollo. Opino que un debate sobre desarrollo necesita también discutir sobre crecimiento; lo contrario, no necesariamente. El crecimiento, per se, no garantiza el desarrollo. Se precisa calidad del crecimiento (en cuanto, por ejemplo, a su estructura y a cómo se distribuye) y que este sea sostenido en el tiempo.
El vínculo crecimiento-desarrollo tendrá mucho que ver con el punto de partida de cada país. Naciones que ya han alcanzado niveles elevados de desarrollo no requerirán altas tasas de crecimiento. Cuba precisa crecer en sectores clave, productores de bienes que garanticen un mejor acceso de la población a suministros básicos. Entre esos sectores está el agropecuario, imprescindible para alcanzar un mayor nivel de autosuficiencia y seguridad alimentarias. Para que se comprenda mejor lo anterior, pongo este ejemplo: si el crecimiento en el sector agropecuario implica mayor uso de insumos y equipos que provoquen degradación del medio ambiente, empleo de trabajo infantil o precario y daños a la salud humana, no contribuye al desarrollo, aunque se traduzca en una mayor oferta de alimentos.
Por demás, para que una senda de crecimiento se traduzca en una senda de desarrollo, hay que garantizar inclusión en ese proceso y una redistribución equitativa, que garantice que toda la población se beneficie de los resultados. Centrar el debate en el crecimiento y no en el desarrollo es peligroso, porque las políticas que se diseñen pueden contribuir a ampliar brechas de equidad de diversa índole, incrementar el endeudamiento externo del país y deteriorar la soberanía nacional, entre otros efectos indeseados.
Tamarys Lien Bahamonde: El debate sobre crecimiento y desarrollo en Cuba es anterior a 1959. De hecho, en el siglo XIX, cuando todavía no se había definido el desarrollo, ya Martí ofrecía una visión integradora y humanista de “crecimiento”. La década del 50 fue rica en ese debate, por ejemplo. Carlos Rafael Rodríguez tiene trabajos sobre eso, que vale la pena revisitar hoy.
Hay múltiples maneras de medir o entender el desarrollo, que es un concepto más complejo que el de crecimiento. El crecimiento es unidimensional, mientras el desarrollo es multidimensional. Cuando hablamos de crecimiento, generalmente nos referimos a los cambios del Producto Interno Bruto en un período de tiempo. Es el indicador usado por excelencia para anticipar las recesiones. Pero este indicador, además de imperfecto, es incompleto. Por ejemplo, al medir la producción de bienes y servicios de un país en un tiempo determinado, el PIB incluye también producciones que son resultado de Inversiones Extranjeras Directas y que no se revierten en beneficios directos en el país en cuestión, a excepción de indicadores tímidos como la generación de algunos empleos o el pago de impuestos.
El desarrollo es un concepto abarcador. La sombrilla del desarrollo contempla el crecimiento, pero no solo eso, es mucho más. Un concepto fácil de entender es el de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, que considera múltiples dimensiones y no solo incrementos de indicadores económicos como el PIB. Considera también la eliminación de la pobreza, el incremento de niveles de vida, el acceso a servicios de educación y salud, a agua potable… El énfasis es hablar de desarrollo sostenible. Y cuando decimos sostenible, hablamos del medio ambiente, pero hablamos también de equidad, de sostenibilidad social.
En el siglo XXI, separar crecimiento de desarrollo es teórica y empíricamente un error. Es momento de superar la visión neoclásica de crecimiento económico en abstracto y a cualquier costo. La economía, y esto no me canso de decirlo, no puede verse como una entidad ajena a la sociedad. Economía, política y sociedad son inseparables. El ser humano y su aspiración y derecho a una vida plena deben colocarse en el centro. Argumentar a favor del crecimiento económico por encima y a contracorriente de indicadores de desarrollo humano o de equidad es más costoso que beneficioso en el largo plazo. No se puede crecer a costa de comprometer el futuro ambiental, por ejemplo.
Crecer sin contemplar el cómo o a dónde nos va a llevar ese crecimiento despoja al indicador de todo sustrato humano y ambiental. ¿Para qué se crece? ¿Para quién? No basta con crecer. Ese crecimiento tiene que tener un efecto positivo en los individuos y en la naturaleza, que es la fuente de los recursos de los que nos alimentamos. Debe verificarse en beneficios económicos y sociales, en equidad. Si no es así, es casi igual que no haber crecido.
Ileana Díaz: Crecimiento y desarrollo económico no es lo mismo. Se puede hablar de crecimiento sin hablar de desarrollo, pero esa es una mirada de corto plazo. No hablar de desarrollo es no mirar al futuro, la sostenibilidad, la prospectiva.
Blanca Munster: El crecimiento es condición necesaria, pero no suficiente, para el desarrollo. Por lo general, el debate sobre crecimiento y desarrollo nos propone una visión muy “macro” y agregada de la realidad, o bien prevalecen enfoques sectoriales que dividen artificialmente el territorio en sectores (educación, salud, agricultura, turismo, entre otros) utilizando indicadores promedio o indicadores mercantiles/monetizados que muchas veces no dan perfecta cuenta de la heterogeneidad estructural de la realidad a la que aluden. La aproximación a una teoría del desarrollo debe contemplar las dimensiones económica, social y ambiental, y considerar que el proceso de desarrollo no es neutro. No se trata solo de que crezca el “pastel” para luego “repartirlo”, sino de su calidad, de cómo se crece y qué oportunidades se crean para hombres y mujeres, que son actores activos, no pasivos, de los procesos económicos.
El desarrollo debe ser portador de una idea de proceso de cambio social, construcción de proyecto colectivo, promoción de capacidades endógenas. Como unidad de análisis, significa que debemos aproximarnos a los objetivos de desarrollo que se deben resolver en lo local, en una estrecha y sinérgica interacción con lo nacional y lo global. (Cómo usamos los recursos generados y los beneficios para mejorar la calidad de vida de los habitantes, el ¿para qué?).
Anamary Maqueira Linares: Me atrevería a afirmar que la fórmula crecimiento igual a desarrollo está prácticamente superada desde el punto de vista teórico. Prácticamente todo economista contestaría que no, que no son lo mismo, aunque fuese una persona formada en la corriente de pensamiento económico más conservadora, porque sabe que no es políticamente correcto. Entonces, la cuestión sería cuál es la relación que se establece entre uno y otro. Para Cuba es importante el crecimiento económico, y tan o más importante es el cómo crecer.
El debate sobre crecimiento debe suponer necesariamente el del desarrollo y responder a las preguntas ¿crecer para qué? y ¿para quién? Los esfuerzos para crecer del mundo subdesarrollado, y de Cuba en particular, deben ser consistentes con una estrategia de desarrollo de largo plazo que sea consensuada, clara, con invariantes, pero a la vez flexible, capaz de ajustarse a los contextos cambiantes. Esa estrategia debe tener también expresión de corto plazo. Es importante que no prime una concepción de la política económica y social que trate sus potenciales consecuencias negativas sobre la equidad o el bienestar de grupos vulnerables como “sacrificios de corto plazo”, sino que, desde su mismo diseño, se tengan en cuenta esas consecuencias y cómo corregirlas.
Colocar al desarrollo como centro implica producir política y programas que garanticen los procesos de producción y reproducción de la vida de las personas y en armonía con el medio ambiente. Esto es, la reproducción de la vida digna, diaria e intergeneracional, lo cual incluye el acceso a vivienda, alimentación, bienes de consumo, salud, educación, cultura, recreación, trabajo digno y equitativo (remunerado y no remunerado), derechos… Implica, también, reconocer la diversidad de las personas, y asegurar inclusión para todas.
Si centramos las propuestas en el crecimiento, promovemos de forma consciente o “inconsciente” el programa de que primero va el crecimiento y después “todo lo demás”. Esa premisa errónea de subsidiariedad no debería tener cabida en el proyecto cubano.
Por el contrario, sabemos que el crecimiento, aunque imprescindible para Cuba, no necesariamente viene aparejado a incrementos en la calidad de vida de la gente. Podemos cuestionar, de hecho, la manera en que el crecimiento se mide: el Producto Interno Bruto. Pero ese indicador deja fuera, por ejemplo, toda la esfera de trabajo no remunerado y de cuidados, vital para el sostenimiento de la economía y la vida, e ignorada por la visión más convencional de la economía.
La actual Constitución de la República de Cuba no reconoce como trabajo otro que no sea el remunerado. Sin embargo, la contribución del trabajo no remunerado equivalía a alrededor del 20% del PIB en el año 2002, fecha en que Teresa Lara Junco hizo la única estimación disponible al respecto. El PIB tampoco considera el trabajo en el sector no formal de la economía, no tiene en cuenta las consecuencias sobre el medio ambiente de procesos de crecimiento predadores y deja afuera cuestiones sobre desigualdad. Por tanto, es importante tomar con cautela ese indicador y considerar otros que enviarían mejores señales en torno a cómo impacta la política económica en la vida de la gente.
¿Considera que es necesario pensar en las desigualdades para el diseño de las salidas económicas a la crisis en Cuba? ¿Qué opina sobre estas dos fórmulas: primero crecer económicamente y después redistribuir o crecimiento y disminución de las desigualdades como esfuerzos sincrónicos?
Betsy Anaya: Desde hace años, ha quedado demostrado que la “Teoría del Goteo” o del “Derrame” no garantiza mayor equidad social. A pesar de ello, muchos economistas insisten en que se debe crecer primero y luego emplear el fruto de ese crecimiento para combatir la desigualdad. En Cuba, varios economistas hemos introducido ese debate en ámbitos importantes para la toma de decisiones, y trabajamos día a día por cambiar la percepción de crecimiento primero y equidad después.
Cuba es un contraejemplo perfecto de la importancia de la voluntad política y de las políticas que se apliquen. En momentos de restricción económica, como el triunfo de la Revolución o la crisis de los años 90, vinculada al derrumbe del campo socialista, se lograron muchos avances en pos de la equidad y se mantuvieron programas sociales de carácter universal, respectivamente.
Durante años, Cuba aplicó políticas sociales universales, sin embargo, la crisis de los 90 y la reforma aplicada para salir de la crisis tuvieron como resultado un deterioro de la equidad social, que requirió una combinación de este enfoque universal con políticas más personalizadas, a partir de la primera década de este siglo.
La sociedad cubana actual es aún más heterogénea. Existen brechas de diversa índole: económicas, territoriales, de género, de raza, generacionales, entre otras. Las políticas que se diseñen para lograr el crecimiento económico tienen que tener incorporados criterios de equidad. De otra forma, puede que amplíen tales brechas, si se considera que todas y todos se encuentran en la misma condición de partida. No podemos esperar a tener resultados económicos para pensar en la equidad. Ambos propósitos deben ser sincrónicos.
Por ejemplo, países como Uruguay evalúan los proyectos de inversión utilizando indicadores como la cantidad de empleos que generará el proyecto y los beneficiarios de ese empleo, el territorio en el que va a ubicarse y la contribución a su desarrollo, etc. Reitero, las políticas económicas a aplicar deben incorporar criterios de equidad desde su diseño, para alcanzar una senda de crecimiento que propenda al desarrollo del país.
Tamarys Lien Bahamonde: Esta es una de las razones por las que no me gusta hablar de crecimiento, sino de desarrollo sostenible. Las inequidades están impactando y transformando nuestras economías, nuestro sentido de la democracia y nuestras sociedades, de forma casi irreversible. Un país como Cuba no puede ignorar las desigualdades en el diseño de las políticas públicas, ni siquiera en tiempos de crisis. La prioridad de política económica que se establezca generará culturas, comportamientos, actitudes y un diseño de sociedad en el sentido programado.
Si abandonamos la desigualdad como prioridad económica y social, va a ser muy difícil reintroducirla una vez superada la crisis, si se llegara a superar con un modelo que ignora la equidad. Porque hay algo importante: la crisis cubana NO es coyuntural. Es una crisis estructural y, desde mi perspectiva, es también una crisis crónica. Las soluciones a la crisis se tienen que ver y diseñar en tres niveles temporales, que van desde el largo plazo, pasando por el mediano, hacia el corto. No a la inversa. En el tercer mundo y en Cuba, eso entraña un grupo de dimensiones y retos superiores.
El financiamiento al desarrollo ha sido un problema grave en Cuba desde siempre. Hasta Arango y Parreño teorizaba sobre fuentes para financiar el crecimiento azucarero en el siglo XVIII y XIX. El dilema ha estado en los últimos siglos entre la eficiencia económica y la equidad social. Hemos basado nuestro desarrollo tecnológico, como dijo Jacques Ellul, en la búsqueda de más y más eficiencia, sacrificando al resto de las dimensiones: medio ambiente, equidades, individuo. Se sacrifica al ser humano siempre en pos de la economía, ignorando que es la economía la que debe servir al ser humano y no a la inversa.
Para salvar a la humanidad necesitamos reintroducir un modelo ético diferente en el diseño de nuestras políticas. Cuba no puede salir de la crisis con un modelo que no contempla el desarrollo en todas sus dimensiones, incluyendo la equidad. El énfasis no puede ser en la eficiencia y el crecimiento económico, sino en el individuo y la satisfacción de sus necesidades, en armonía con su entorno. Esa tiene que ser la prioridad en Cuba también.
Ileana Díaz: Es necesario en Cuba considerar las desigualdades en el diseño económico, lo cual supondría políticas universales y focalizadas, para solucionar o reducir las desigualdades. No es posible hablar solo de necesidades económicas, sin mirar las sociales y viceversa. Lo esperado es encontrar un equilibrio entre el crecimiento económico y las necesidades sociales. El análisis es socio-económico, no es posible hablar de desarrollo sin considerar lo social.
Blanca Munster: El análisis de las desigualdades debe estar en el centro del debate de la agenda nacional para el diseño, no solo de las políticas económicas, sino también de las propias políticas sociales, que deben responder al escenario cambiante del país. Para ello, los análisis deben partir de un concepto amplio de las desigualdades y no de una mirada unidimensional, centrada solo en los ingresos. Junto a las desigualdades socioeconómicas están las de género, étnicas, raciales, territoriales y aquellas relacionadas con las diferentes etapas del ciclo de vida de las personas. Todas ellas conforman ejes estructurantes de la matriz de la desigualdad.
La mayoría de los estudios económicos se concentran en la desigualdad de ingresos y se basan en un solo instrumento de medición, el coeficiente de Gini. Pero eso es insuficiente. El enfoque de género, por ejemplo, ha permitido enriquecer y complejizar la explicación sobre las desigualdades sociales. Sin embargo, existen dificultades para obtener datos significativos (a nivel macro y territorial) sobre cualquier aspecto de la vida de las mujeres. Por otra parte, la producción de información estadística sigue enfocada en las actividades monetizadas y recoge muy poco de la actividad no remunerada, que no es considerada como actividad económica.
Anamary Maqueira Linares: Es un error desconsiderar las desigualdades en los diseños de las salidas económicas a la crisis. Las desigualdades son un problema en Cuba, y serio. No todo se va a resolver a la vez y por arte de magia, pero es imprescindible identificar todos los potenciales efectos no deseados e incluir en la estrategia acciones que pueden evitar dichos efectos. Luego, durante la implementación, siempre es posible que surjan otros. Entonces habrá que ajustar nuevamente las estrategias. O sea, la idea principal es que la equidad no puede ser un costo asumido de las políticas económicas. Tampoco podemos pensar que las consecuencias negativas desigualadoras se van a corregir solas, si es que las medidas son “exitosas”, en términos de crecimiento.
Un enfoque de economía política preguntaría quiénes pagan las consecuencias de la decisión de “primero crecemos, luego repartimos”, quiénes se benefician de dicha decisión y quiénes la tomaron. No se trata de repartir pobreza. Se trata de entender las relaciones de poder que hay detrás de cada una de las respuestas a las preguntas anteriores. Entonces, los esfuerzos deben concentrarse en un programa sincrónico donde vayan de la mano el crecimiento y la disminución de desigualdades de ingreso, de oportunidades, de género, de orientación e identidad sexual, de grupos racializados y de territorio.
Coordinadora del dossier:
Ailynn Torres Santana
Participantes:
Tamarys Lien Bahamonde
Candidata a Doctora en Políticas Públicas y Urbanismo por la Universidad de Delaware.
Master en Desarrollo Local por la Universidad de Camagüey y Licenciada en Economía por la Universidad de la Habana.
Blanca Munster
Doctora en Ciencias Económicas. Investigadora titular y Profesora Auxiliar en el Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM).
Ileana Díaz
Doctora en Ciencias Económicas. Profesora Titular del Centro de Estudios de la Economía Cubana. Coordinadora de la Red de Emprendimientos de la Universidad de la Habana.
Betsy Anaya
Doctora en Ciencias Económicas por la Universidad de La Habana. Profesora Titular y Directora del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana desde 2017.
Anamary Maqueira Linares
Candidata a Doctora en Economía por la Universidad de Massachusetts, Amherst. Master en Economía del Desarrollo por Flacso Ecuador y Licenciada en Economía por la Universidad de la Habana.
Muy buen articulo para reflexionar ante la dificil disyuntiva economica cubana ,gracias Ailyn
No se puede hablar solamente en terminos de crecimiento, sino de desarrollo socio-economico, porque no se pueden obviar las necesidades sociales de desarrollo cuando pensamos en el desarrollo economico del pais. Como bien expresa Anamary Maqueira Linares, no se trata de repartir pobreza, y yo agrego, se trata de repartir oportunidades y bienestar a toda la sociedad de una manera inclusiva, no exclusiva, teniendo en cuenta la diversidad de todo tipo en los planes de desarrollo sostenible.
Desde hace años en Cuba no hay una politica de infraestructura . No se restructuran ni se controlan los puentes hechos y construidos en època del capitalismo y eso no es actitud de ningun Gobierno en ningun pais . Lo que se tiene hay que vigilar por cuidarlo, mejorarlo y hacer màs para mejorar la vida de los ciudadanos. En cambio en lo economico y comercial , estrangulan a la Propiedad Privada que viene vista como un Cancer de la sociedad cuando el sector Estatal en ninguna rama es màs eficiente ni superior que el privado y los hechos lo demuestran. En la Agricultura tanto de lo mismo. Con el clima que tenemos era para que en todo el pais se hicieran cada año hasta 3 Cosechas de Maiz, que abastecerian a la poblaciòn , y daria tambien para sustituir importaciones para Pienso para los cERDOS Y SECTOR aVICOLA. Pero las Maquinarias parta trabajar la Tierra no se compran, se pretende que se trabajae la tierra en pleno siglo XXI con yuntas de Bueyes en vez de mejorar vamos y quieren ir para atras . Si no se moderniza la AGRICULTURA y se compran Tractores y maquinarias modernas que preraren el terrono, que siembren y que recogan lo sembrado, eso se traduce en eficiencia, y aprovechamiento del terreno, ademas que se evita que personas deban trabajar y doblar la espalda haciendo el trabajo manual que una maquinaria haria en menos de una hora . Solo asi se lleva comida a la mesa de los cubanos , La Agricultura debe trabajar como una empresa rentable no en perdidas como en todos estos años 60 de Revoluciòn. Mucho economista pero quien està en las dirigencias de los Ministerios no trabaja como debe hacerlo. Y por desgracia paga el Pueblo esa ineficiencia y chapuceria , porque duran en los cargos y NADIE los quita.
UN PAIS NO PUEDE PRACTICAR TODA LA VIDA LA POLITICA DE SUBSIDIOS . ESO HACE MàS POBRE LA SOCIEDAD Y LA ECONOMIA, PORQUE NADA SE CREA Y EL ESTADO LUEGO ESPERA QUE ALGUIEN LE DE UNA MANO CON DONACIONES Y REGALOS QUE NO AYUDA A NADA COMO SE HA VISTO EN ESTOS 60 AñOS.
Un monton de estupideces. De lo unico que tienen que hablar es de cuando van a privatizarlo todo y dejar que la economia de mercado se encargue de arreglar el desastre comunista.
Ya todos renunciaron al comunismo hace 30 annos, por que uds siguen con lo mismo?
Yo opino que la economía debe manejarse de manera mixta. Si se quiere lograr sostenibilidad y verdadera justicia social, disminuyendo los indices de corrupción que desafortunadamente hoy afectan la sociedad cubana, debe optarse por un modelo similar al de los países nórdicos. Para todo esto, aunque no soy economista, supongo por sentido común que se necesita una inyección de capital si se desea empezar con borrón y cuenta nueva. Una oportunidad innegable es el papel que la diáspora puede jugar en desarrollar la maltrecha economía cubana. Hay que dejar a un lado los rencores, las diferencias, y llegar a acuerdos que potencien un verdadero desarrollo del país. La empresa privada tiene que existir, eso es una verdad de Perogrullo. Por otro lado el estado debe ser capaz de establecer un sistema de control sobre tales empresas que permita distribuir la riqueza de manera equilibrada. Los impuestos a tales empresas ser valorados y utilizados de manera racional en beneficiar a aquellos más necesitados (si se habla de un verdadero socialismo). Pero, para generar riqueza debe existir “sentido de propiedad”, motivación para producir, he ahí la clave. Mientras la gente trabaje y no vea que su bolsillo mejora, no habrá una motivación real y será lo mismo con lo mismo (no se pueden violar las leyes del materialismo histórico: “el ser social determina la conciencia social…”)
No se de que debate económico se trata. Aqui el debate es entre los economistas, porque los decisores hace rato han demostrado que aquí nada cambiará . La fuente de financiamiento de todas las barrabasadas económicas ha sido y será las penurias del pueblo. Gil en una entrevista a RT afirmaba que el modelo económico cubano había demostrado su efectividad. Lo dijo convencido de la jysteza de su afirmación. Siempre hemos sido un desastre económico. No se puede subvencionar lo ineficiente. Estamos en el clímax del síndrome de “La campana” ; si no tañe bien, hay que volverla a fundir. Decía Einstein que tratar de lograr algo diferente haciendo siempre lo mismo es estúpido. Cuba tiene que retomar la libre empresa, la economía de mercado y emplear la plusvalía para ,como país socialista, aumentar el bienestar del pueblo. No le pongan mas nombtetes: la empresa es la que produce el dinero: la mas universal de las mercancías y lo demás es antievolutivo. China lo demostró y lo reafirma con su inimaginable desarrollo todos los días. El socialismo es resultado del desarrollo y no condición para desarrollarse. Lo demostró Carlos Marx y los chinos lo han refrendado. Además, nadie nos entiende y nadie confía en un sistema que no se entiende. ¿ Qué habrán desigualdades? ¿ Ahora no las hsy?. Pero eso es inevitable pero un sistema justo las convierte en metas a superar y no en penurias. Lo peor de la pobreza continuada es que corroe la idiiosincracia y desvaloriza la familia que es donde se forja la vida del ser social. Solo el bienestar economico impulsa, todo lo demas es simulacion y acecho para golpear. Los soviéticos resistieron 72 años porque despilfarraron las enormes reservas de uno de los países más ricos del planeta y al final volaron en pedazos. No existe ni nunca existió la ecomia socialista: todo eran parodias, porque desestimar el interés material del hombre en el resultado tangible de su trabajo es ” antinatura”. El hombre es un ser eminentemente material o si no , no pudiera vivir sin consumir. Su actividad social emana del grado de satisfacción que tenga de sus necesidades materiales. Marx lo estipuló: primero tiene que comer, vestirse, calzarse y después hablarle de política. Nuestros economistas, por lo menos todos los que he leido y no son pocos, ya no tienen como decir por donde se debe transitar. Además, lo han hecho con una enorme decencia y tacto profesional. Estas damas entrevistadas aqui han expresado sus líneas de pensamiento cientifico-investigativo. Yo apoyo la línea de la Dr. Bahamonde. . Si no me publican no me hace daño. De todas maneras alguien me leerá. He vivido 3 regímenes sociales y se lo que estoy diciendo por ley y experiencia De vida.
Si bien puedo estar de acuerdo con mucho de lo planteado, debo señalar que para ser un debate, me parecieron bastante alineadas todas las opiniones, al punto incluso de la redundancia. En lo que respecta a la desigualdad esperaba, por ser verdaderamente una piedra angular, encontrar cierta dispersión… pero nada. A las participantes me gustaría hacerles algunas preguntas. ¿No es la mayor o menor propensión personal hacia el emprendimiento un generador natural de desigualdades económicas?¿Sería justo o más aún, viable, la pretensión de que el emprendedor, que asume los mayores riesgos de gestionar su empresa, ganara lo mismo que su empleado? Al parecer, es eso lo que espera el gobierno. Se les inponen límites de crecimiento que conspiran contra la libre competencia, y por ende contra la mejora continua y la mayor eficiencia. También deben pagar impuestos que de ser respetados por los cuentapropistas, no ganarían mucho más que un empleado del sector estatal. Creo que más allá de si esto es justo, habría que preguntarse si es sostenible. Estás medidas han hecho que los subdeclarantes sean la norma, y cuando se los ha presionado para que cumplan lo establecido, han preferido entregar sus licencias…
En fin, que me quedé esperando el debate. Otro día será.
Y por último, para no dejar ningún punto sin tocar ¿Es justo que a los inversores extranjeros se les ofrezcan mayores beneficios y posibilidades de expansión de sus negocios en cuba que a los propios cubanos? ¿Se está midiendo aquí la desigualdad con la misma vara?