Cuatro años ha tomado la construcción del acuerdo que podría traer la paz definitiva entre la guerrilla de las FARC-EP y el gobierno de Colombia. Los acercamientos comenzaron en secreto, en Noruega (después de varios intentos fallidos en décadas anteriores) pero ha sido La Habana el escenario definitorio, el más propicio, el más provechoso.
Cuatro años han pasado desde que las instalaciones protocolares habaneras de El Laguito y el Palacio de las Convenciones fueran acomodadas para que sectores políticos, militares y sociales de Colombia discutieran las vías de poner fin al conflicto armado más antiguo de la región y se plantearan con resolución el fin de la violencia como manera de hacer política en la nación sudamericana.
Y este 24 de agosto de 2016, finalmente, ha sido presentado desde La Habana un documento que será sometido a la aprobación del pueblo colombiano, como hoja de ruta para desmovilizar a las partes beligerantes y la base que ponga fin a una guerra de más de 50 años.
El gobierno del archipiélago caribeño puso algo primordial durante este tiempo de pulsos, avances y retrocesos: un clima neutro para ajustar las condiciones aceptables de cada bando. Discreción y voluntad política, confianza para los rebeldes y legitimidad para la institucionalidad colombiana, fueron las cartas que ofreció la diplomacia cubana (junto a la de Noruega, Venezuela, Chile y Estados Unidos, las Naciones Unidas, la Unión Europea y el Vaticano) para jugar este rol mediador en este proceso histórico.
Sin protagonismos innecesarios, como toca a un facilitador, este miércoles caluroso, a las 7 de la tarde, hora de Cuba, el aparato logístico puso sus equipos de transmisión televisiva para que los líderes negociadores del gobierno colombiano y de las FARC comunicaran a su nación, y al mundo, que está listo el tratado.
A las seis de la tarde hora de Colombia, anunciaremos la terminación de las conversaciones y el cierre del Acuerdo. pic.twitter.com/TDU4krExAl
— Equipo Paz Gobierno (@EquipoPazGob) 24 de agosto de 2016
Al dirigirse a la opinión pública, Humberto de La Calle, representante del gobierno colombiano declaró: “Hoy hemos llegado a la meta. La firma de un Acuerdo Final con la guerrilla de las FARC es el fin del conflicto armado. La mejor forma de ganarle a la guerra fue sentándonos a hablar de la paz. La guerra ha terminado. Pero también hay un nuevo comienzo. Este Acuerdo abre posibilidades para inciar una etapa de transformación de la sociedad colombiana. Bajo el telón de fondo de la reconciliación, abrimos la puerta a una sociedad más incluyente, en la que podamos reconocernos como colombianos, en la que nadie tema por su integridad a consecuencia de sus ideas políticas.” Por su parte Iván Márquez, representante de la guerrilla resumió el acuerdo de este modo: “Hemos cerrado en el día de hoy en La Habana, Cuba, el acuerdo de paz más anhelado de Colombia. Tierra, democracia, víctimas, política sin armas, implementación de acuerdos con veeduría internacional, son, entre otros, los elementos de un acuerdo que tendrá que ser convertido, más temprano que tarde por el constituyente primario, en norma pétrea que garantice el futuro de dignidad para todos y todas.” A Cuba, dirigió unas palabras también: “las FARC expresan su más profundo agradecimiento al gobierno liderado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz y al pueblo de Cuba, todo lo que ha hecho por la paz de Colombia, gratitud eterna a la patria de Martí.”
En lo que se ha llamado por los medios como la “antefirma” del Acuerdo Final, el cierre a todo tren de una semana de intenso trabajo al más alto nivel (con la canciller colombiana María Ángela Holguín “acuartelada” en La Habana, y más de un sitio de reunión funcionando para los negociadores) se presenta a la opinión pública un documento que ahora viaja al congreso de los diputados en Bogotá y a los campamentos guerrilleros desperdigados en selvas, montañas y llanos.
Todo mi agradecimiento a Cuba, Noruega, Venezuela y Chile, países garantes y acompañantes, y a EE UU y Unión Europea, claves en este proceso — Juan Manuel Santos (@JuanManSantos) 25 de agosto de 2016
Los parlamentarios colombianos deberán discutir y proponer para las próximas semanas un plebiscito que se desarrollará el 2 de octubre próximo para que sea el voto popular quien decida si termina la guerra o no. Así lo anunció el presidente colombiano Juan Manuel Santos.
https://www.youtube.com/watch?v=5od0s3oBcvc
En los campamentos, mientras tanto, se desarrollará una conferencia en armas que también determina el consenso de los combatientes sobre el texto acordado. Y hasta entonces todos los actores de las conversaciones en La Habana permanecerán en vilo, atentos a ver si procede por fin la solución largamente construida.
De vencer el sí en la consulta popular en los venideros meses, habrá valido todo el tiempo empleado. Los recursos protocolares de la Isla ya no serán necesarios, pues todo el foco de atención mediático se desplazará hacia Colombia, donde una gran cumbre presidencial con todos los países involucrados (y otros) se anuncia como colofón simbólico. Y a partir de entonces sobrevendrá la desmovilización, los tribunales especiales para la paz, la amnistía, la conversión de las FARC en una fuerza política bajo las reglas de la democracia representativa.
Pero incluso ahí todavía quedará un papel para los cubanos. Unos 30 militares o expertos cubanos (no armados) integrarán las comisiones verificadoras que bajo el manto de las Naciones Unidas observarán el completamiento de la desmovilización pacífica de las fuerzas guerrilleras y la entrega de su armamento.
Después de 180 días y la culminación exitosa de esa tarea, Cuba tendrá su último premio por facilitar la paz en Colombia: de los tres monumentos por construir con los metales fundidos de las armas, uno se erigirá en La Habana.