Conocí al Dr. Tareq Ziad Mustafa a través de su esposa. Ella es licenciada en hemoterapia y labora en el Banco de Sangre del Hospital Clínico Quirúrgico Lucía Íñiguez de Holguín. Coincidía con ella en las entregas de guardia y cuando supo de mi queratitis se ofreció a ayudarme. Antes de que ella me lo presentara, había oído al Dr. Boris Luis Carballo, director en el Centro Oftalmológico de Holguín y mentor de Tareq, hablar sobre el trabajo de este.
El doctor Tareq nació el 12 septiembre de 1993 en Tulkarem, Palestina. Llegó a Cuba hace más de quince años, en 2009, a través de un programa de colaboración entre el Ministerio de Salud Pública y el Gobierno palestino. Sucedió un año antes de que los primeros palestinos que formaron parte de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) arribaran a la isla.
Originalmente, su beca era para estudiar tecnología de la salud en la especialidad de anestesia. Pero a los pocos meses de estar en nuestro país le ofrecieron a él y al resto de sus compañeros la oportunidad de estudiar Medicina. En todos estos años ha permanecido más tiempo en Cuba que en su país natal, al que ama entrañablemente.
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Es jueves, su día de consulta. Nos encontramos en el Centro Oftalmológico de Holguín, donde lo acompañan dos residentes.
El Dr. Tareq es un hombre alto, delgado, de entradas profundas y una tupida barba negra en la que comienzan a aparecer algunas canas. Me saluda con una sonrisa y un “cómo anda la cosa” muy cubano, con un inconfundible acento árabe.
Después de las preguntas de rigor y un breve examen en la lámpara de hendidura, confirma que estoy mucho mejor de mi queratitis y nos ponemos de acuerdo sobre los próximos pasos del tratamiento.
Antes de despedirme, le recuerdo que habíamos quedado para su entrevista. “No te preocupes, tengo tiempo”, dice. Sé que me hará falta paciencia, la mañana está en su medianía y seguramente tiene pacientes esperando. “Dame media hora”, dice. Logramos sentarnos a conversar pasado el mediodía.
¿Cómo y por qué llega un joven palestino a ejercer Medicina en Cuba?
Fue en 2009, cuando el Gobierno cubano le ofrece al Gobierno palestino becas para estudiar tecnología de la salud en la isla. Mis padres me mandan a La Habana para comenzar el año de preparatoria, que es como si fuera el último año del pre en Cuba. Tenía 17 años. En 2010, las autoridades del Ministerio de Salud Pública de Cuba me ofrecen un cambio y me envían a la Universidad de Ciencias Médicas de Holguín para comenzar el primer año de la carrera de Medicina.
¿Cómo fue la llegada a La Habana?
Fue un cambio enorme, la verdad. Clima, cultura, idioma, todo es diferente. Nada se parecía a mi país de origen: ni la forma de vestir, ni de hablar, de vivir o entender la vida. Aquí había una libertad diferente a la que nosotros conocíamos, por temas de guerra. Eso me frenó un poco al principio, pero poco a poco fui acostumbrándome a la vida cubana, que me ha gustado, y ¡mira donde estoy! (sonríe).
Una vez me contaste que lo que más te costó fue el idioma…
Al principio, sí. El árabe no tiene nada que ver con el español. Las letras son distintas, se escribe de derecha a izquierda, tenemos un abecedario totalmente diferente. Nosotros hablamos inglés, pero no es lo mismo.
El idioma es una barrera importante. Cuando lo dominas, te insertas con normalidad en la comunidad, es cuando te sientes más calmado, más tranquilo: puedes comunicarte con la gente, entenderla. Al principio fue como estar en otro planeta, tanto por la cultura como por el idioma; no es fácil ir a comprar cualquier cosa y no saber decir lo que quieres.
¿Qué extrañabas más en esos primeros tiempos?
La familia, los amigos, la cultura en general, la tierra, ¡muy importante! Nosotros tenemos un gran sentido de pertenencia hacia Palestina; es algo que siempre vas a ver en cualquier palestino, joven o viejo. Me ha costado mucho separarme de mi tierra. A pesar de eso, tengo un corazón doble: palestino y cubano.
¿Cómo llegas a Holguín?
Al grupo de palestinos que vino en 2009 lo dividen para continuar la beca, que incluía un curso de nivelación de un año para aprender el idioma; luego cursaríamos la carrera de Tecnología de la salud. Pero surgió la oportunidad de estudiar Medicina. A algunos los mandaron para Santa Clara, a otros para Camagüey y Santiago de Cuba, y a mí a Holguín. Yo ni sabía donde quedaba la provincia. Después que llegué fui conociendo a la gente y familiarizándome con la ciudad.
¿El plan era estudiar Medicina?
No. Al principio, el plan era estudiar tecnología de la salud. A mí, particularmente, me tocó anestesia, a otros les tocó salud dental. Después, cuando se dio la oportunidad del cambio de carrera, nos dieron un curso preparatorio previo, que incluía disciplinas como Biología, Física, etc.
¿Te satisfizo el cambio?
Mucho. No lo esperaba. Ser médico era algo que no podría lograr en Palestina. Gracias a Cuba y a la oferta que nos hicieron estoy aquí.
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¿Cómo es nacer y crecer en tu país?
Desde que naces estás bajo ataque. Cuando creces, empiezas a conocer qué está pasando a tu alrededor, por qué la guerra, qué es Israel, qué es Palestina; todo eso se estudia en la escuela.
¿Hay alguna anécdota que recuerdes?
Después de cumplir 14 años viví varios choques con soldados israelíes. He sufrido daños tanto psicológicos como físicos.
¿Es algo normal allá?
Pasa frecuentemente, y a nadie le importa. Las organizaciones de derechos humanos lo saben, pero nadie hace nada porque nadie puede meterse con Israel. Se puede reclamar y pedir ayuda a las Naciones Unidas, pero no pasa nada después.
¿Quiénes son tus padres?
Mi padre es político, llegó a ser viceministro de Economía. Ahora trabaja en el departamento del presidente. Mi madre es maestra y dirige una escuela primaria. Cuando mi padre dejó lo militar y se dedicó a la política nos aliviamos, porque dejó de estar vinculado a la resistencia.
En Palestina hay once partidos políticos; todos tienen sus ideas, sus métodos, pero un mismo objetivo: la liberación. Tenemos muchas diferencias, pero coincidimos en un objetivo, que es liberar a Palestina.
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¿Cuál era tu sueño de niño?
El sueño de cualquiera que nazca en Palestina es ver al pueblo unido, liberado de la maldad del Gobierno sionista. Era el mío. También quería ser futbolista y piloto civil. Luego médico, aunque eso fue después de conocer la Medicina y estudiarla.
¿Después que terminas la carrera en 2016 qué haces?
Me voy a Palestina, y allá me enfrento a más problemas. No personales, porque problemas tiene todo el pueblo, sino problemas a nivel político. Si te quieres trasladar de una ciudad a otra, por ejemplo, los soldados israelíes no te dejan, hay muchos puntos de control y no te dejan pasar.
Yo entrenaba con un equipo de fútbol en otra ciudad. Para llegar hasta allí tenía que pasar por tres puntos de control. No me dejaban pasar porque no querían, no había ningún motivo para negarme el acceso. El carro en que iba tenía la señal de médico y de la Cruz Roja, y ni así.
¿Ejerciste la Medicina en Palestina?
Empecé, porque allá nos piden un año de servicio social. Después decidí emigrar a España, donde me ofrecen hacer el examen Médico Interno Residente (MIR) para empezar a hacer la especialidad. Estuve trabajando como médico unos tres o cuatro años, en Valencia, de manera intermitente, porque viajaba a Cuba y a Palestina. En 2019 el Minsap me ofreció la posibilidad de cursar la especialidad en Oftalmología y no lo pensé dos veces. Saqué el pasaje y empecé en septiembre u octubre de ese año.
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¿Aquí te encontró la pandemia?
Sí. Trabajaba en el hospital Vladimir Ilich Lenin, de Holguín. Nos manteníamos en el cuerpo de guardia, en una posición en el salón para urgencias, como todas las especialidades médicas.
¿Hiciste vida de médico cubano durante esos años?
Sí. Siempre me he sentido y he vivido durante mucho tiempo como los cubanos, desde que estaba en la beca. Pasé las mismas necesidades que pasa el médico, el ingeniero y cualquier persona aquí.
¿Sientes amor por la Oftalmología?
Enorme, es un amor que no se compara con nada. No puedo describirlo; forma parte de mi vida. No me veo haciendo otra cosa.
¿Ya no quieres ser piloto?
No quiero ser más nada. (Sonríe)
Durante estos meses que me has atendido como paciente siempre me ha llamado la atención que andas con una mochila llena de medicamentos e insumos para tus pacientes…
Es lo poco que puedo hacer por un pueblo que me ha dado tanto. En España tengo maneras de comprar medicamentos más baratos. Compro por cantidades algunas cosas específicas que necesitamos en Oftalmología, y otras que siempre he entregado a otros sectores.
Me gusta ayudar de esa forma, con medicamentos que sabemos que están en falta ahora mismo. Si yo los tengo, se los entrego directamente al paciente.
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¿Sientes que se te retribuye de alguna forma?
Eso tiene un solo pago, que es el cariño del paciente y lo que yo puedo contribuir en su salud.
Palestina ha vivido tiempos muy duros últimamente…
La situación está muy complicada, tanto en Cisjordania como en Gaza. Está de más mencionar lo que pasaba la gente bajo los ataques diarios de Israel. Gaza está en escombros.
¿Viviste en alguna zona cercana al conflicto?
Nosotros vivimos en Cisjordania, en Ramallah, una ciudad que queda más o menos a dos horas de Gaza. Allí la situación no fue tan fuerte como la que se vivió en Gaza, pero hemos vivido otras.
¿Cómo describes lo que ha sucedido allí?
Un genocidio. Estamos hablando de una estadística enorme de muertes. Hablar de eso me da tristeza. Hay más de 50 mil fallecidos, se habla de 83 mil huérfanos, entre ellos niños. ¿Cuántas personas aún no se han reconocido como fallecidos, como mártires? Esa estadística va a seguir creciendo en lo adelante.
¿Eran civiles?
La mayoría. No les importa que sean civiles o militares, atacan donde sospechan que hay gente a la que ellos llaman “terroristas”. Todo el mundo sabe que los terroristas son ellos mismos.
¿Cómo describes el amor por Palestina?
Es una larga historia. Estamos hablando de Jesús, quien nació en Belén, Cisjordania. Abraham caminó desde Sinaí hasta Palestina, y de Palestina hasta Sinaí. Esa tierra fue y sigue siendo santa. Pero también está bajo ataque desde entonces. Todas las personas nacidas allí tienen ese sentido de pertenencia y siempre han vivido situaciones de guerra. Se dice que los palestinos son como los olivos: tienen una raíz muy profunda y muy ancha, y no se pueden sacar de su tierra.
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Ya terminaste la especialidad, ¿qué sigue?
Ahora toca un período de entrenamiento quirúrgico, que puede durar el tiempo que logremos organizarlo con el Dr. Boris, en la jefatura del Centro Oftalmológico, y con la jefatura del Pando Ferrer, en La Habana. Tengo un contrato de trabajo en un hospital y una clínica privada en España. Trabajo allá… vuelvo. Yasí haré.
¿No te vas de Cuba?
No, Cuba forma parte de mi vida. Si me voy, será solo por un tiempo.