El sector biotecnológico ha resultado fundamental en el exitoso enfrentamiento de Cuba a la COVID-19. Gracias a una estructurada y reconocida industria con más de 30 años de existencia, el talento y la dedicación de sus científicos, y los resultados cosechados durante décadas, la biotecnología de la Isla ha sido capaz de poner rápidamente a disposición de los hospitales una batería de productos, convertidos por su efectividad en pilares del protocolo médico cubano contra la pandemia.
El interferón alfa 2b recombinante, de probada eficacia antiviral, el monoclonal Itolizumab y el péptido CIGB 258, estos dos últimos utilizados en el tratamiento de los pacientes que llegan a las fases severas de la enfermedad, han sido claves en reducir el índice de mortalidad por la COVID-19 en Cuba, que se ha mantenido por debajo del 4%. No son, lógicamente, los únicos medicamentos producidos en la Isla redireccionados ahora como parte de esta batalla a favor de la vida, pero sí baluartes de ese esfuerzo, los frutos hoy más visibles de un árbol frondoso aún crecimiento y con muchos desafíos por delante.
“Hay 70 protocolos de investigación en curso en Cuba relacionados con la COVID-19, que en estos meses se han aprobado por el comité científico conjunto. Puede que para alguien sea difícil de creer, pero es así”, comenta en exclusiva a OnCuba la Dra. Tania Crombet, directora de investigaciones clínicas del Centro de Inmunología Molecular (CIM). “Si bien ha habido productos que han tenido más visibilidad, como los interferones con su bien ganada fama, y las dos moléculas que se están usando en pacientes graves o críticos, tenemos otros medicamentos que también hemos venido utilizando con éxito y seguimos investigando”.
“Por ejemplo —detalla—, de nuestro centro hay otra molécula que es ya conocida, la eritropoyetina humana recombinante, que también forma parte del protocolo del paciente grave o crítico. En este caso, es una molécula que se usa con doble propósito: se sabe que tiene un rol en mejorar la oxigenación, y estos son pacientes con hipoxia, y también la introdujimos a sabiendas que tiene un rol citoprotector. Queríamos saber cómo prevenir el daño inducido por la isquemia, por la hipoxia en los pulmones y en otros órganos como el corazón, los riñones, el hígado; por tanto, los pacientes cubanos tienen la oportunidad de recibir otro medicamento carísimo de la industria biotecnológica como parte del protocolo que reciben quienes llegan lamentablemente a la condición de grave o crítico, y de esa manera salir menos afectados del daño que pudiera haber ocasionado en ellos la enfermedad.”
Para la recuperación
Mientras la ciencia y la medicina cubanas se esfuerzan día a día por reducir los posibles contagios y preservar la vida de quienes padecen la COVID-19, los investigadores de la Isla también piensan en quienes ya se han recuperado —en Cuba son ya cerca de 2.000, por encima de un nada despreciable 85% de quienes se conoce se han infectado hasta hoy— o se recuperarán de la enfermedad, pero pudieran quedar con secuelas como consecuencia de la misma. Se trata de un terreno ignoto, del que poco a poco van apareciendo conjeturas y evidencias a medida que avanzan los estudios sobre este padecimiento y sus efectos en los seres humanos.
“Una de las exigencias más grandes que tenemos ahora por parte de las autoridades del país, y en particular del presidente Díaz-Canel, es trabajar en alternativas terapéuticas para los pacientes en recuperación”, asegura Eulogio Pimentel, director general del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de La Habana. “El reto que representa la pandemia para la ciencia cubana ha ido transitando por sus diferentes fases, y hoy contamos con proyectos y drogas que estamos evaluando para lograr que los pacientes que vencen la enfermedad lo hagan sin elementos traumáticos, que sean pacientes que recuperen en lo máximo posible su calidad de vida inicial.”
“Entre estos proyectos —acota la Dra. Crombet—, hay un protocolo de investigación que liderea el Instituto de Hematología e Inmunología, que usa el del trasplante de células madres para intentar recuperar al paciente que haya quedado con alguna secuela fibrótica en el pulmón, y nosotros tenemos una molécula que habitualmente se usa para expandir estas células pluripotenciales en el trasplante de médula ósea. Este es un protocolo controlado que ya comenzó, en el que tenemos un pequeño grupo de pacientes en los cuales se va a hacer el trasplante de células madres y otro grupo de pacientes en los que se van a usar esteroides y se va a comparar el efecto a corto plazo. Y si se confirma que el trasplante de células pluripotenciales es mejor que el uso del esteroide en esta etapa, entonces esa terapia se va a extender a todos los pacientes que hayan podido quedar con este tipo de daño en sus pulmones.”
“Hay otro protocolo nacional para caracterizar a todo paciente convaleciente de la COVID-19, que ya se discutió por el consejo científico conjunto y que debe desarrollarse desde la atención primaria de salud, y en el que se va a hacer una caracterización completa de la función respiratoria, cardiovascular, renal y hepática, que son las potencialmente más afectadas, y en dependencia del daño que se caracterice se instaurará una terapia —agrega la especialista—. Además, hay varios proyectos para un posible daño neurológico, y nosotros tenemos algunas moléculas que se usan en oncología, que pensamos que también se pudieran emplear en el tratamiento de las secuelas y la reversión de la fibrosis. Nos encontramos en la fase del estudio exhaustivo y de la discusión científica de estos proyectos potenciales. Lo importante es que entre los protocolos de investigación que ahora mismo están en marcha en el país, tenemos varios que persiguen mejorar la calidad de vida del paciente que está saliendo de la enfermedad.”
Detrás de la vacuna
Uno de los focos de la ciencia, no solo en Cuba sino en todo el mundo, es lograr una vacuna específica efectiva contra el Sars-Cov-2. Este empeño ha movilizado a numerosas instituciones a lo largo del planeta, en una carrera contra reloj a la que no ha dudado en sumarse la industria biotecnológica cubana. Así, a la par de su protagonismo en el estudio y aplicación de otros medicamentos, entre estos, vacunas preventivas ya existentes para elevar la inmunidad innata —y, con ello, fortalecer la respuesta defensiva ante la posible infección con este virus—, varios de sus centros de investigación se han enrolado en una labor conjunta para obtener la añorada vacuna.
“Ese es un gran reto que tenemos ahora”, afirma a OnCuba el Dr. Gerardo Guillén, director de investigaciones biomédicas del CIGB. “El gobierno cubano nos ha puesto el listón muy alto, porque nos ha pedido que trabajemos en ella, aunque realmente ya veníamos haciéndolo desde el primer momento. Creo que el primer proyecto que abrimos relacionado con el coronavirus fue precisamente el de una vacuna, pero no es lo mismo redireccionar medicamentos que ya existían, de los que ya teníamos un conocimiento acumulado que nos permitía formular hipótesis sobre su posible uso en esta enfermedad, que crear una vacuna específica, que es un producto biotecnológico nuevo y que requiere tiempo para su desarrollo.”
“Lo que hemos hecho entonces es enfocarnos en las plataformas que son fortalezas nuestras, como las vacunas basadas en partículas semejantes a virus, que tienen ventajas en cuanto a la capacidad de potenciar y activar el sistema inmune, y la plataforma de administración nasal, que es algo que en el mundo está poco explotado y se investiga poco —añade—. Nosotros ya contamos con ejemplos del uso de esta plataforma, como una vacuna terapéutica contra la hepatitis B crónica, que fue la primera en el mundo contra una enfermedad crónica infecciosa que se administra por vía nasal, y también hemos hecho estudios clínicos en una vacuna de este tipo para el SIDA. Y ahora que estamos hablando de una enfermedad respiratoria, creemos que una plataforma de inmunización por la vía mucosal lógicamente tendrá un mayor impacto en lograr una respuesta funcional, efectiva contra este virus.”
¿Por qué no podemos tener una vacuna contra la Covid-19 ahora mismo?
De acuerdo con el Dr. Guillén, en estos momentos están activas en Cuba 13 estrategias diferentes para el desarrollo de la vacuna profilácticas, un empeño que descansa en la integración entre varias instituciones científicas como el Centro de Inmunología Molecular, el Instituto Finlay y el propio CIGB, sin dejar de cumplir con las regulaciones y los estándares de la industria para este tipo de productos, “que son muy exigentes y se necesita no solo desarrollar los procesos sino también validarlos”.
“Contamos con diferentes plataformas tecnológicas de producción de antígenos vacunales, a partir de secuencias de antígenos de proteínas virales cuyos genes codificantes que portan información para esas proteínas los hemos aislado de pacientes cubanos, y en estos momentos están en proceso de expresión de esos antígenos en bacterias, en levadura, en células de organismos superiores, y en plantas”, explica el experto, que prefiere no aventurarse con un horizonte temporal sino enfocarse en el trabajo que se hace para acercar ese horizonte. “Unas estrategias van más avanzadas que otras —reconoce—, y estamos trabajando aceleradamente en paralelo para ver si logramos que alguna de estas líneas pueda tener un resultado exitoso.”
Alianzas para la colaboración internacional
Para la consecución de una vacuna contra el Sars-Cov-2, Cuba no ha limitado su labor a las instituciones biotecnológicas de la Isla y ha apelado a la colaboración internacional, un factor que la Organización Mundial de la Salud y otras entidades globales consideran clave para derrotar a la pandemia. Para ello “hemos presentado proyectos en la Unión Europea para tratar de potenciar estos resultados”, afirma el director de investigaciones biomédicas del CIGB, quien, además, destaca la labor conjunta con China como parte de la estrecha colaboración entre ambos países en el sector biotecnológico.
Esta colaboración tiene entre sus frutos una empresa mixta fundada en 2003, en la provincia de Jilin, la que a partir de la tecnología cubana produce el interferón empleado en la nación asiática en el tratamiento de la COVID-19, y también un centro de investigación y desarrollo mixto situado en la ciudad de Yongzhou, provincia de Hunan, con apenas unos meses en funcionamiento. Precisamente allí, de acuerdo con el Dr. Guillén, se presentó y aprobó una estrategia para el desarrollo de una vacuna específica, en la que ambos países tienen puesta parte de sus esperanzas.
Sin embargo, el vínculo con China podría ir más allá. Este país, punto de origen de pandemia y cuya contribución en el enfrentamiento a la misma no dudan en resaltar los científicos cubanos, trabaja en varios proyectos de vacunas, algunos de los cuales se hallan entre los más avanzados de cuantos se desarrollan hoy en el mundo. Y las autoridades de la Isla no descartan la posibilidad de que Cuba pueda servir como escenario de prueba a alguna de estas vacunas o llegar a utilizarlas si finalmente se validara su efectividad.
“Sí es posible —confirma Pimentel a OnCuba—, y de hecho, forma parte también de nuestras estrategias de enfrentamiento a la COVID-19. Nosotros no nos creemos el ombligo del mundo, ni somos los únicos que hemos puesto muchos recursos en función de obtener una vacuna, y si pudiéramos contribuir ya no solo con la capacidad innovadora de nuestros científicos, sino a lograr a que el desarrollo clínico de otro proyecto se haga más acelerado y que beneficiase a pacientes cubanos, eso sería muy satisfactorio.”
Por demás, la biotecnología cubana tampoco apuesta por enclaustrarse, sino que está dispuesta a compartir sus resultados y a probar la efectividad de sus productos más allá de sus fronteras. No solo con China. Tampoco solo con sus proyectos de vacunas o con el ya demandado interferón.
“Existe la posibilidad de que medicamentos cubanos sean utilizados en otros países —asevera el director general del CIGB—. Tenemos muchas relaciones con científicos de todo el mundo asociados a nuestras mismas áreas de investigación, algo que en la ciencia es fundamental, y en esa propia relación se basa también la perspectiva de poder evaluar nuestros productos fuera del país. Existen varios proyectos que estamos evaluando con diferentes colaboradores, no ya desde la dimensión comercial sino desde la dimensión científica, y estamos muy motivados porque nos interesa mucho poder acceder a una casuística que haga irrefutable e irreversible los resultados del uso de estos medicamentos nuestros que estamos mostrando en Cuba.”
Estados Unidos: puentes y barreras
Como parte de sus caminos para la colaboración internacional, la ciencia cubana no cierra la puerta a los vínculos con los Estados Unidos. Por el contrario, “las relaciones entre científicos cubanos y estadounidenses, no son algo reciente, sino que forman parte sustantiva del desarrollo de la biotecnología en Cuba”, asegura Pimentel, quien recuerda que uno de los motivos de inspiración para el impulso del sector biotecnológico en la Isla provino precisamente de un investigador de un centro en Texas, pionero en el estudio del interferón en el tratamiento de enfermedades oncológicas, que visitó el país a inicios de los años 80, se entrevistó con el ya fallecido presidente Fidel Castro, “y permitió que científicos cubanos estuvieran allá”.
Desde entonces, se ha tejido un vínculo importante entre colegas e instituciones cubanas y norteamericanas que ha servido de puente entre ambos países, pero que no ha escapado a las pautas y consecuencias del bloqueo estadounidense y a las altas y bajas de las tensas relaciones bilaterales entre Washington y La Habana, que viven uno de sus peores momentos desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Aun así, en medio del complejo escenario de la pandemia han podido concretarse algunas acciones conjuntas.
“Ya logramos hacer una primera reunión virtual con Estados Unidos, que organizó hace un mes el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), que es el centro rector de las investigaciones de las enfermedades infecciosas en Cuba, y la revista Medicc Review”, rememora la Dra. Crombet.
“Tuvo una excelente convocatoria de científicos estadounidenses y se vio una gran avidez de su parte, una gran voluntad de colaboración desde el punto de vista académico. Hubo un intercambio profundo en cuanto a cuatro tópicos fundamentales: la estrategia de control epidemiológico de Cuba; los protocolos diagnósticos de la parte viral, que lideró el IPK; el protocolo cubano del manejo del paciente ya confirmado, tanto el asintomático como el sintomático, y del paciente grave o crítico; y los protocolos de investigación. Y la percepción que tenemos es que hubo muy buena acogida, nos hicieron preguntas muy inteligentes y atinadas, que nosotros respondimos, y a partir de ahí se ha desencadenado un intercambio con las contrapartes que responden directamente a nuestras áreas de investigación en Estados Unidos.”
“Por otro lado, en el caso específico de nuestro Itolizumab, ya hemos tenido los primeros contactos virtuales con la empresa estadounidense que ostenta los derechos comerciales del monoclonal en Estados Unidos, y podríamos tener nuevos encuentros cuando ya tengamos datos concluyentes de las investigaciones que se realizan con esta molécula en el tratamiento de la COVID-19 en Cuba y en la India —apunta la directora de investigaciones clínicas del CIM—. Además, mantenemos nuestras relaciones de trabajo sistemáticas con nuestra contraparte en Buffalo, Nueva York, con el Roswell Park Comprehensive Cancer Center, que sigue llevando adelante investigaciones con la vacuna Cimavax contra el cáncer, y como parte de este intercambio académico ellos han estado al tanto de los resultados que estamos obteniendo en Cuba con el Itolizumab en particular.”
Los costos del embargo
“Sabemos que la mayoría de la comunidad científica de Estados Unidos se opone al bloqueo y a la política de no colaboración, y quiere relaciones normales, fluidas, y mucho más en situaciones epidemiológicas complejas como esta pandemia”, asegura la Dra. Crombet basada en su experiencia con sus contrapartes estadounidenses. No obstante, esta voluntad choca con las limitaciones objetivas que supone el embargo de Washington a la Isla, que frustra la posibilidad de un intercambio más fluido y fructífero para ambos países, y supone uno de los mayores desafíos para la industria biotecnológica cubana frente a la COVID-19 y también más allá de ella.
“El desarrollo de la biotecnología en Estados Unidos es inmenso, y realmente es una pena que no podamos colaborar más —sostiene Pimentel—. Y no solo desde el punto de vista de los investigadores cubanos, que evidentemente lo necesitamos, sino de los propios científicos estadounidenses con los que intercambiamos frecuentemente. Existen motivaciones de muchos de ellos de probar nuestras moléculas en su país, y nosotros tenemos la esperanza de poder lograrlo. Por suerte, el lenguaje que hablamos es demostrable como los métodos científicos que aplicamos, y en ese sentido hay un entendimiento diáfano. Pero las barreras para una mejor relación bilateral en nuestro sector no son científicas y las conoce todo el mundo: se deben a la imposibilidad de poder relacionarnos no de científico a científico, o de institución a institución, sino estructuralmente, entre los dos países.”
ONU: Bloqueo de EEUU a Cuba no debe afectar lucha contra el coronavirus
“Lamentablemente esas barreras están presentes en todos los procesos que hacemos. Estados Unidos es el principal proveedor de equipamiento biotecnológico, como también lo es de sistemas de diagnósticos, por ejemplo, para evaluar todas estas citocinas que se exacerban en la COVID-19, todas las poblaciones celulares de linfocitos T, de linfocitos B —ejemplifica el director general del CIGB—. Entonces, al impedirse la relación desde la dimensión económica, desde la dimensión comercial, nuestro acceso a esos recursos está totalmente limitado. Por eso hemos tenido que investigar y producir en ausencia de la capacidad de obtener recursos desde Estados Unidos, lo que sería más barato y la logística lo haría mucho más rápido, y también desde cualquier institución o empresa fuera de Estados Unidos que tenga activos estadounidenses. En ese caso, tampoco es posible.”
“Esas barreras están presentes en cada minuto, y ahora se han acentuado porque al detenerse el comercio internacional y reducirse los vuelos de cargo como consecuencia de la pandemia, lo más natural del mundo sería adquirir esos recursos frente a nosotros, y, sin embargo, no podemos. Pero a esas dificultades nos sobreponemos. Y quisiéramos que un día sobreponerse signifique poder acceder a ellos sin ningún tipo de limitaciones”, concluye.
si Cuba fuera el ombligo del mundo,vaya….por favor…llenen las farmacias de medicamentos comunes para padecimientos comunnes,,,,,