El pasado viernes 18 de octubre el Sistema Electroenergético de Cuba colapsó. Una “avería imprevista” en la termoeléctrica Antonio Guiteras, el mayor bloque unitario de generación, provocó una “desconexión total” que dejó a todo el país a oscuras.
No era la primera vez que sucedía algo así en los últimos años. Ya en septiembre de 2022 se había producido otra caída general durante el paso del huracán Ian. Solo que esta vez no había un ciclón azotando a la isla, al menos no todavía, pues luego llegaría Oscar a tensar aún más la situación en el extremo oriental.
Tuvieron que pasar casi cinco días y ocurrir nuevas caídas, totales y parciales, para que el sistema pudiera reconectarse completamente. Fueron necesarias horas y horas de labor continua de los trabajadores eléctricos, y no pocos recursos, mientras gran parte del país permanecía paralizado, apagado, sumido en la incertidumbre.
Sin embargo, menos de un día antes del colapso ya el Gobierno había proclamado una “emergencia energética nacional” en medio de un nuevo pico de apagones y cifras récord en el déficit de generación. Frente a ello había anunciado un plan de contingencia, que incluía la paralización de actividades económicas y de otra índole.
La desconexión total vino a ser entonces como “la tapa al pomo”, el triste colofón de una debacle en camino, no ya en las últimas semanas o meses, sino desde hace años; previsible en opinión de no pocos expertos, a pesar de los continuos planes y estrategias anunciados por las autoridades para hacer frente a la prolongada crisis.
¿Cómo se llegó a este punto? ¿Cuáles han sido los derroteros del colapso? ¿Qué ha sucedido en los últimos años que ha acentuado la fragilidad de un sector clave no ya para Cuba, sino para cualquier país, para su economía y su gente?
Al margen de la avería puntual y el consecuente desbalance en los valores técnicos necesarios para el equilibrio del sistema que conllevaron a su desconexión total, existe un ineludible grupo de factores de arrastre que han dado pie a lo sucedido.
A continuación abordaremos varios aspectos, interconectados entre sí, que retratan el difícil panorama del Sistema Electroenergético de Cuba y explican en su conjunto la crisis que el mismo atraviesa, escenario y catalizador de su reciente colapso.
Caída de la generación eléctrica
La generación eléctrica —es decir, la razón de ser del Sistema Electroenergético— ha venido en picada en los últimos años. Entre 2018 y 2022 se redujo en casi una cuarta parte, según datos publicados el pasado año, una dinámica que no ha podido detenerse desde entonces y que se ha traducido en un lógico aumento de los apagones a medida que ha seguido creciendo el consumo.
Una revisión de los partes de la Unión Eléctrica (UNE) permite comprobar no solo las afectaciones diarias por déficit de generación —multiplicadas en los períodos de crisis—, sino también la creciente incapacidad para generar, por distintos factores, que han provocado caídas por debajo de los 2000 MW, bien lejos de la demanda, que sobrepasa los 3000 MW regularmente según los estimados oficiales.
Si “hasta 2018 y 2019 el sistema operó en condiciones normales con una capacidad de generación suficiente” y “una reserva superior a los 500 MW”, según ha explicado el ministro Vicente de la O Levy, la crisis económica y financiera del país, profundizada a partir de la pandemia, cambió el escenario radicalmente, para mal, como han comprobado en carne propia millones de cubanos en este duro tiempo.
Deterioro de las termoeléctricas
La llamada generación térmica es la base del Sistema Electroenergético cubano, pero arrastra el handicap de una infraestructura envejecida y sobreexplotada. Por demás, ha ido perdiendo parte de sus efectivos, tras la salida de unidades de Mariel, Renté, Nuevitas y la histórica central de Tallapiedra, en La Habana. Si a estas se suma Felton 2, afectada en 2022 por un incendio, totalizan 615 MW perdidos.
Además, de los 15 bloques en funciones 14 tienen más de 30 años de operaciones y siete de ellos acumulan más de 40, según explicó en mayo pasado Alfredo López, director de la UNE, quien confirmó que desde 2018 ninguna termoeléctrica ha recibido un mantenimiento capital. La Guiteras, por ejemplo, lleva ya 13 años sin ninguno, como consecuencia de su reiterada posposición en medio de la crisis.
Todo ello lastra la capacidad de generación de estas añejas unidades. “Una unidad de 100 MW hoy solo genera entre 70 u 80 megavatios. La suma de todos esos déficits está en el orden de los 400 MW por los años de explotación, la falta de piezas de repuesto”, resumió recién De la O Levy, quien dijo que los mantenimientos que han recibido en los últimos tiempos lo que buscan es “mantenerlas vivas”.
Problemas con la generación distribuida
Las termoeléctricas no son las únicas que han visto mermada su capacidad de generación. También los socorridos grupos electrógenos, emblemas de la otrora Revolución Energética y soporte de la llamada generación distribuida, han sufrido el impacto de la falta de piezas, mantenimientos y combustible —tanto de diésel como de fuel oil—, lo que a su vez ha afectado drásticamente su producción energética.
La generación de los grupos electrógenos se desplomó un 42% entre 2018 y 2022, según datos oficiales. En noviembre de 2023, el director de la UNE explicó que aunque en el país había más de 2000 MW de generación distribuida, solo estaban disponibles unos 900. Sin embargo, este septiembre el ministro rebajó esa cifra a 400 MW y admitió que desde 2021 no se cumplía el plan de reparaciones capitales.
Crisis energética: el mayor alivio no llegaría antes de 2025
A los problemas de esos motores, que no pocas veces se echan a andar pasados del tiempo recomendado sin recibir mantenimiento, se unen los sufridos, por las mismas causas, por los emplazamientos de fuel de Mariel y Moa, y hasta por las patanas turcas, que también han llegado a estar sin combustible y cuya cifra —que alguna vez fue ocho— ha disminuido tras la salida de varias de ellas de la isla.
Bajo aporte de las energías renovables
Una década ha pasado ya desde la aprobación por el parlamento cubano de una política para el desarrollo perspectivo de las fuentes renovables. Sin embargo, a pesar de los planes elaborados y vueltos a elaborar, y del discurso oficial que reconoce su importancia para cambiar la matriz energética y eliminar la dependencia de los combustibles fósiles, poco se ha avanzado desde entonces.
A fines de 2021 la implementación de la política marchaba apenas al 47 %, según reconoció Rosell Guerra Campaña, director de Energías Renovables del Ministerio de Energía y Minas, y aunque luego han seguido ejecutándose acciones —sobre todo el montaje de nuevos parques fotovoltaicos— el aporte de estas fuentes ha llegado a caer incluso por debajo del 5 % de toda la producción eléctrica de Cuba.
Falta de financiamiento, inversiones fallidas —como la de la bioeléctrica de Ciro Redondo, que no ha logrado aportar lo que se esperaba— y planes malogrados, se han confabulado para amenazar seriamente la pretensión gubernamental de llegar a 2030 con un 24 % o más de la generación basada en estas fuentes, aun con el nuevo plan en marcha para montar en unos años 2000 MW en parques solares.
Déficit de combustible
La falta de combustible ha sido en los últimos años una espada de Damocles para la deprimida generación eléctrica, en momentos de muy baja disponibilidad financiera. Aunque la isla produce su propio crudo, este no es ni por asomo suficiente y tiene una corrosividad muy superior a la recomendada. Ello aumenta el daño a las plantas generadoras y, por ende, la demanda —insatisfecha— de piezas y mantenimientos.
De los ocho millones de toneladas de combustible que Cuba consume, unos cinco millones dependen de las compras en el mercado internacional, de acuerdo con De La O Levy. Esta situación supone gastos “gigantescos, de miles de millones de dólares”, en medio de un sensible decrecimiento de los envíos desde Venezuela, el principal suministrador de la isla por años, y de otros socios como Rusia y México.
A ello habría que agregar, igualmente, problemas con la logística una vez en Cuba. Lo anterior incluye dificultades para el almacenamiento y la transportación interna del combustible, así como la necesidad de procesamiento para cumplir con las especificaciones técnicas, ya que “en algunas ocasiones no las cumple y hay que hacerle un tratamiento para que pueda ser consumido”, han reconocido autoridades.
Incremento del consumo eléctrico
Mientras la generación eléctrica ha seguido cayendo y en 2023 fue un 2,5 % inferior con respecto a 2022, el consumo, lejos de disminuir, se ha multiplicado. El año pasado creció un 8 %, con aumentos importantes tanto en la demanda estatal como en la residencial. Hacia esta última han apuntado mayormente las autoridades, por el incremento de equipos eléctricos en el país, a pesar de los constantes apagones.
“Cuando se da apagón muchas horas los equipos dejan de trabajar y cuando viene la energía, estos comienzan a trabajar sin parar”, ha explicado el ministro, quien reconoce que las personas necesitan aprovechar esos momentos para sus tareas hogareñas. Según el titular, tras un corte eléctrico de más de tres horas “el crecimiento del consumo es del 51 % y esos comportamientos no son normales”.
El Gobierno también ha señalado a los llamados “grandes consumidores” y al sector privado, que necesita de la electricidad para llevar adelante sus negocios. Como respuesta, ha incrementado las tarifas eléctricas y ha insistido en el ahorro a pesar del calor y ante la imposibilidad del sistema para seguirle el paso al consumo. “Tenemos un límite de energía a generar”, ha admitido el director de la UNE.
Impacto de las sanciones y aumento de los gastos
La insistencia del Gobierno cubano en señalar al embargo de EE.UU., que no pocos ven como una forma de eludir sus propias responsabilidades, tiene sentido. No se puede minimizar el impacto real de las sanciones en el Sistema Electroenergético de la isla. Las afectaciones a ese sector, entre marzo de 2023 y febrero de este año, ascendieron a 388 239 830 dólares, según estimaciones oficiales desde Cuba.
Las dificultades denunciadas reiteradamente por La Habana incluyen obstáculos para los pagos, créditos y transferencias bancarias; multas a barcos, compañías navieras y otras empresas que participan en el comercio de combustible hacia la isla; compra de suministradores por parte de empresas estadounidenses; y pérdidas derivadas de acudir a mercados nuevos y más lejanos, entre otros problemas.
Todo ello se traduce, junto al aumento de los precios globales en flete y suministros a raíz de la pandemia, en un incremento significativo de los gastos necesarios para el mantenimiento del sistema, en especial en lo referido al combustible. Si en 2019 Cuba erogaba entre 150 y 170 millones de dólares para comprar combustibles, en 2022 fueron 1 700 millones, una cifra que ha seguido creciendo desde entonces.
Esto ha ocurrido, por demás, en momentos en que han caído significativamente los ingresos de la isla en medio de la profunda crisis económica y financiera que atraviesa. Así, el pasado mayo el director de la UNE reconocía que el sistema no había podido disponer de los 300 millones de dólares que requiere —sin contar el gasto en combustible— para el funcionamiento óptimo de sus plantas y sus redes.
EEUU no descarta dar ayuda a Cuba ante los apagones y el Minrex responde: “sabe qué debe hacerse”
Insuficiente inversión y problemas de planificación
Finalmente, en el progresivo deterioro del Sistema Electroenergético de Cuba y sus duras consecuencias —como los largos apagones y el reciente colapso—, tiene un peso decisivo la insuficiente inversión derivada de estrategias fallidas y “prioridades estatales erróneas”, en opinión de académicos y expertos, sin descontar los planes problemáticos por su visión a corto plazo o malogrados por situaciones no previstas.
Tales problemas resaltan más cuando se compara lo invertido en el sector con otros, como el turismo. Como hace notar el economista Pedro Monreal, entre 2020 y junio de 2024 “la inversión principalmente asociada al turismo (suma de ‘hoteles y restaurantes’ y de ‘servicios empresariales y actividad inmobiliaria’) promedió 38,9 % de la inversión total del país, frente a 9,4 % de la inversión en electricidad, gas y agua”.
En base a cifras tan inapelables, Monreal considera que “el descalabro del Sistema Electroenergético cubano pone de relieve uno de los principales desaciertos de la política inversionista en Cuba: exagerada inversión asociada a un turismo con baja utilización de su capacidad y desatención a la desvencijada infraestructura del país”, al tiempo que ve el origen de este desequilibrio en “decisiones políticas internas”.
Su criterio es compartido por otros expertos, como Mauricio de Miranda, que considera “evidente” que se trata de una política inversionista “fallida” y “lesiva contra los intereses de la sociedad”. Y también por numerosos cubanos “de a pie”, para quienes desde mucho antes del reciente colapso, y aún con las reiteradas explicaciones y anuncios del Gobierno, las cuentas evidentemente no dan.
La reincidente oscuridad en sus casas, barrios y ciudades habla por sí solas.
El mejor articulo sobre el tema, se escribió en el 2022, según este articulo en 2022 la capacidad de generación era de 6499 MW ver el siguiente articulo.
https://www.cubadebate.cu/especiales/2022/09/14/cuba-en-datos-apuntes-necesarios-sobre-las-termoelectricas-que-debes-conocer/
En aquel entonces se informaba.
– 40.6 % termoeléctricas,
– 21.7 % motores a fuel oil, 21.9 % motores diésel
– Aprox 8% otras fuentes que son consideradas renovables
Si comparamos estos datos con la situación actual Cuba, ayer se informaba.
“Para el pico se estima la entrada de la unidad 3 de la CTE Santa Cruz con 50 MW (en proceso de arranque), la entrada de la unidad 3 de Energas Varadero con 30 MW y la entrada de la unidad 4 de Energas Varadero con 18 MW.
Con este pronóstico, se estima para la hora pico una disponibilidad de 1978 MW y una demanda máxima de 2950 MW.”
Entonces la capacidad que se ofrece hoy de generación, es algo menos de la mitad de la anunciada hace solo 2 años, en 2022 era de 6499 MW y hoy les es imposible cubrir solo la mitad 2950 MW, pregunta simple como en solo 2 años se ha perdido la mitad de la capacidad de generación del sistema.
Que esperaba el “Gobierno Revolucionario” nunca tan bien llamado de la continuidad, con solo leerse sus propios discursos e informaciones publicas muestran que el mayor logro de este equipo de gobierno actual, es seguir hundiendo la isla en una crisis cada día mas sin retorno.