A María Teresa Pina (29 de septiembre de 1962) el destino le había reservado una experiencia que ni ella misma se había figurado: una carrera de más de cuatro décadas en los medios de comunicación. Fue mientras trabajaba como asistente odontológica en su natal Ciego de Ávila que conoció las artes escénicas. Desde entonces nunca las abandonó.
Maritere, como también se le conoce, nació para actuar, y lo descubrió en el teatro. Su don se revela en cuanto la vemos en escena. Desde su primera etapa entre telones, a María Teresa se le considera una de las grandes actrices de Cuba.
Conectó con la audiencia desde su participación en las telenovelas El eco de las piedras (1997), A pesar de todo (2000), El balcón de los helechos (2002), Polvo en el viento (2007) y las películas Siempre Habana (2005) Páginas del diario de Mauricio (2006) y La emboscada (2015), entre otras.
Todas esas producciones demuestran la consagración y entrega que caracterizan a la actriz, galardonada con la distinción de Artista de Mérito de la Televisión Cubana (2016).
Hoy reside en Estados Unidos, pero sigue manteniendo al arte como uno de los ejes de su vida.
Tu primera aparición en la pequeña pantalla fue en la telenovela El eco de las piedras, interpretando a Sabor, un personaje que no querías inicialmente, pero te abriría puertas en la televisión. ¿Qué otros sacrificios has hecho para sacar adelante tu carrera?
Como actores y actrices, es lógico que uno quiera un personaje un poco más positivo que Sabor para debutar en televisión. Ella era prostituta; yo no tenía nada en contra de las prostitutas, pero no era el personaje ideal para mí. Después fui cogiéndole el gusto; entendí muchas cosas mientras la interpretaba. Además, grabar por primera vez, estar ante la cámara y conocer las particularidades de la televisión fue maravilloso.
Conocí personas extraordinarias, aprendí de luces, cámaras y de todo lo que rodea este medio. Esa primera experiencia fue un descubrimiento maravilloso.
Eres muy crítica con tu trabajo. ¿Te juzgas mucho?
Realmente soy muy exigente a la hora de enfrentarme a un personaje. Trato de encontrar los resortes que hagan creíble lo que le sucede. Ese proceso lo intensifico y lo disfruto más en el teatro. En la televisión es más sencillo. Siempre pienso que me están mirando por un huequito. Mientras más naturalidad y más verdad transmitas, es mejor. Hay que lograr que las personas se crean lo que estás haciendo, sintiendo e interpretando.
¿Prefieres exponerte o mantenerte segura a la hora de mostrar emociones?
Prefiero exponerme. Nunca me he protegido en ese sentido. Creo que uno tiene que darse al personaje, con la mayor sinceridad y entrega posibles; olvidarse de los temores y de cualquier prejuicio. Los personajes te lo exigen todo, y hay que dárselo. Los actores no debemos intentar preservarnos, ni mantenernos en zonas de confort para estar seguros. Hay que mostrar y sentir toda la gama de emociones que requiera el personaje.
La mayoría de los actores destaca el teatro por encima de la televisión y el cine. ¿Qué tiene este medio que resulta más atractivo?
Es cierto que la mayoría de los actores preferimos el teatro, por una cosa muy simple: todo sucede aquí y ahora. Se trabaja fuerte para ir de lo personal al personaje, del consciente al subconsciente, de lo general a lo particular. Esa es la piedra angular del sistema de Stanislavski, que generalmente es el que guía el trabajo de la mayoría de los actores en el mundo.
Yo, por supuesto, prefiero el teatro. Es ahí donde se produce la poesía dramática, donde hay intercambio de energía entre el público e intérprete. Es donde, como actor o actriz, estás en estado de gracia. Eso no tiene explicación, hay que vivirlo.
Eres una actriz de temperamento y carácter fuerte. ¿Te inspiras más en las malas o en las buenas experiencias para construir tus personajes?
El temperamento no es ni bueno ni malo, es la energía que te habita y que te hace tener solidez en tu criterio y en tus determinaciones. Los míos son definidos y claros, eso hace que todo el mundo considere que soy una mujer de temperamento y carácter fuerte. El carácter es una de las mejores armas que pueden tener los seres humanos a la hora de enfrentar las circunstancias de la vida.
Creo que no hay nadie “bueno bueno” ni “malo malo”. En el drama, se trata de encontrar en tu vida los elementos que hacen que tu actuación tenga solidez, que tengas de donde agarrarte para interpretar a seres humanos. Los actores somos grandes observadores. Prefiero un buen personaje delineado, bien escrito, no importa si es bueno, malo o regular, todos me gustan.
Para enfocarse y llevar adelante esta profesión, ¿debe primar más lo artístico o la búsqueda de reconocimiento social?
Elegí ser actriz porque tenía muchas cosas dentro de mí que quería compartir. El reconocimiento social viene a partir de lo que puedas aportar como artista y eso no siempre es cómodo. A veces es demasiado invasivo, pero mi compromiso siempre ha sido con lo artístico, lo social y lo humano.
Creo que toda obra debe transformar a las personas que la consumen, debe convertirlos en mejores seres humanos, o al menos en seres humanos más inteligentes. Lo artístico es lo que tiene que primar siempre.
Formaste parte del elenco de varias telenovelas cubanas, entre ellas El balcón de los helechos y ¡Oh, La Habana! ¿Crees que este género ha cambiado con el tiempo?
No puedo hablar de la telenovela de hoy porque no estoy en los medios y no la consumo. Me dedico más a leer y a ver buenos filmes. En Cuba tú no eliges el personaje. Te lo proponen y tú lo aceptas, o no. Generalmente lo aceptamos, porque es fuente de trabajo.
Lo que trato o traté de hacer durante mucho tiempo fue entender a los personajes que llegaban hasta mí. Canalizar sus necesidades y su posición en la vida, saber cómo eran. Tuve la suerte de hacer papeles diferentes dentro de este género televisivo. No es lo mismo la Lucrecia de ¡Oh, La Habana! que la Carmen de El balcón de los helechos.
Pareces ser una persona exigente. ¿En el mundo artístico esto es una cualidad o un defecto?
Soy una persona exigente, me exijo sobre todo a mí misma. Esa cualidad me ha traído más problemas que beneficios. Por eso hoy cuando me exigen a mí lo valoro, pero con los demás me callo la boca, generalmente. Cuando he dado mi criterio sobre algunos temas como que el hecho de llorar no te hace actriz, he tenido problemas. Llorar no te hace actriz, te forman como tal muchísimas otras cosas.
El artista generalmente prefiere que lo ofendas a que le digas que lo que está haciendo no está bien. Trato de estar callada la mayor parte del tiempo posible. Tengo mis opiniones, pero no siempre se pueden dar. Las veces que las he dado no ha sido bueno. La gente no tiene la capacidad de admitir que no lo está haciendo bien.
¿Te ves reflejada en la carrera de otras mujeres?
Aprendo de todas las grandes de mi país. Aprendí viendo a Gina Cabrera, a Fela Jar, a Cristina Obín, a Teresita Rúa, a Asenneh Rodríguez, a Natacha Díaz e Isabel Santos. Nuestro país ha dado grandes actrices. Muchas se quedan por mencionar, pero aprendo de todas mis colegas. Me veo aprendiendo todo el tiempo de las actrices que hacen su labor de corazón y para el corazón.
¿Ves conexiones entre el trabajo de tus contemporáneas y el de las nuevas generaciones de actrices?
Los actores en sentido general somos personas con mente abierta y no tenemos barreras generacionales. A veces sucede que las nuevas generaciones piensan que nosotras, las más veteranas, las criticamos o las reprobamos cuando están interpretando. En cualquier generación de actores y actrices, si percibo que lo que están haciendo es buscar protagonismo, me desconecto de esas personas.
Para mí esos no son actores ni actrices. En cambio, a quienes están comprometidos con el arte, sean de la generación y del país que sean, siempre los voy a ver como personas respetables y como actores maravillosos.
En otro espacio comentaste que habías participado en varios largometrajes, pero que ninguna era “tu película”. ¿Por qué no ha llegado a tus manos un gran personaje en el cine?
He participado en seis películas. El cine es un medio muy complejo y en Cuba más todavía. Hay personas que se “casan” con cierto tipo de actor y eso es respetable en definitiva, porque el director es el que dicta cómo va a hacerlo todo.
Mi película no ha llegado porque nadie ha pensado en mí para hacer una interpretación sólida, con un personaje que se lleve toda la trama; por alguna razón será. A veces es el mundo el que está equivocado. Una cosa es cómo uno se ve y otra como te ven los demás. Evidentemente, nadie me ha visto como protagonista de su película.
¿Qué hace que el cine sea un medio único?
Creo que el cine es diferente a los demás medios. No por gusto lo llaman “el séptimo arte”; es maravilloso.
¿Una buena actuación salva un mal guion?
Considero que una buena actuación puede salvar una mala dirección y un mal guión, aunque la esencia de la creación en cuanto a actuación debe partir siempre que ambas cosas sean buenas; además del elenco y la producción. Cuando esos cuatro elementos están, es difícil que la obra no sea un éxito. Una buena actuación puede salvarlo todo.
¿Te ha pasado que un personaje que te parecía interesante al principio terminó no convenciéndote?
Me han propuesto personajes disímiles. Cada vez que he aceptado ha sido después de hacer un análisis previo y bien exhaustivo. Cuando elijo, aunque sea el personaje más pequeño que puedas imaginar, le pongo el alma y toda mi energía, razonamiento y sentimiento. Gracias a Dios nunca me he arrepentido de aceptar un personaje. Siempre los he defendido hasta el final con uñas y dientes, y me he sentido feliz de haberlos hecho.
¿Qué sufres o disfrutas con mayor intensidad?
Una de las cosas que más sufro en el ámbito de la actuación es la apatía de la gente, la falta de empuje a la hora de enfrentar un trabajo. Cuando no veo pasión, sufro mucho. Por supuesto, en contrapartida disfruto mucho a la gente empática, apasionada, que ama lo que hace.
¿Las críticas ayudan a crecer al artista?
Por supuesto que sí. La crítica bien enfocada es esencial para que el artista crezca. Cuando estaba inmersa en el mundo de la actuación escuchaba mucho a la crítica, sobre todo a las personas que no me querían bien. A esas personas era a las que más les hacía caso. Me enfocaba en mejorar lo que estaban diciendo.
Quienes no simpatizan contigo son los mejores críticos. Pero uno tiene que tener la sapiencia para discernir hasta qué punto llega la crítica que te puede ayudar a construir, y parar cuando veas que de ahí en adelante lo que dicen puede ser destructivo.
¿Has recibido ofertas recientes de trabajo en Cuba? ¿Si te llamaran para actuar lo pensarías?
No he recibido ninguna oferta de trabajo en Cuba. Tampoco tengo interés alguno en trabajar en nuestro país en estos momentos. Creo que cada etapa tiene su tiempo. La mía ahora es de reposo, descanso, placidez, de ver y hacer las cosas que me gustan. No aceptaría ninguna oferta de trabajo.
¿Qué tan respaldada te sentiste después que recibiste la distinción de Artista de Mérito de la Televisión Cubana?
La distinción de Artista de Mérito de la Televisión Cubana es un reconocimiento a tu labor. Me sentí honrada. Han sido 42 años de trabajo ininterrumpidos para las artes. Me quedo con el buen sabor de que algunas personas pensaron que me lo merecía.
La actuación es una profesión inestable. ¿En qué te enfocas cuando no estás inmersa en una propuesta de trabajo?
La actuación es una profesión inestable si te enfocas en un solo medio. Yo siempre tuve el teatro como el centro de toda mi vida en la actuación. Me llegaba alguna oferta en la televisión o una película y hacía el trabajo, pero el teatro siempre estaba ahí. No sufrí esa inestabilidad.
Pasé 42 años de mi vida actuando. Cuando pude también dirigí. De hecho, me dio mucho placer dirigir la ópera La leyenda del beso, o dar clases en la cátedra de locución de la televisión. Siempre tuve algo que hacer.
¿Estás en la plenitud de tu vida?
Después de los 25 años no hay plenitud. Creo que a partir de los 50 empiezas a perder condiciones, porque esa es la vida. Te vas despidiendo de ciertas cosas que hacías antes y que con la edad ya no puedes. En cambio, te vuelves más cautelosa y segura en muchísimas otras cosas, porque eso lo dan los años.
La gente mira la vejez como si fuera un pecado. Para mí envejecer es una bendición. Puedes contemplar con calma cómo otros se equivocan.
¿Tu profesión ayuda u obstaculiza a la hora de buscar parejas?
Mi profesión nunca ha sido un problema en ese aspecto. Nunca he buscado pareja. El amor ha llegado a mí, o no, y ya. Hay personas que confunden los personajes con su propia vida; ahí empiezan los problemas, pero no ha sido mi caso.
Soy actriz y me voy a morir siéndolo. Ser actriz es pensar y actuar de una manera diferente. Es tener una percepción de la vida y una sensibilidad diferentes. No te hace mejor ni peor, eres absolutamente diferente en muchos aspectos cotidianos.
¿Cómo empezó tu vínculo con el locutor Niro de la Rúa? ¿Cómo se complementan en el ámbito personal y profesional?
El amor es uno de los mejores sentimientos que te pueden pasar en la vida. Niro y yo nos veníamos buscando desde hace mucho tiempo. Estoy convencida, porque creo en las vidas anteriores. Nos encontramos en esta de nuevo y nos complementamos absolutamente. Somos de los que pensamos casi lo mismo. A veces hacemos comentarios al unísono. Estamos viendo una película y hacemos al mismo tiempo la misma observación. Somos un complemento total, de eso se trata el matrimonio, y el amor.