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Monse Duany (Santiago de Cuba, 1967) llegó al mundo de la interpretación por amor y vocación.
El carisma, la sensibilidad y la calidez han sido algunas de las claves para ganarse el afecto de quienes han visto en esta actriz un ejemplo de trabajo y constancia.
Egresada del Instituto Superior de Arte (1990), Monse es una de las intérpretes contemporáneas más versátiles que podemos encontrar sobre los escenarios, en el séptimo arte o en la pequeña pantalla.
Su rostro es reconocido por su participación en las telenovelas Violetas de agua (2002), La cara oculta de la luna (2006), Añorado encuentro (2010), y en los largometrajes Adorables mentiras (1990) e Irremediablemente juntos (2011), entre otros. Su carrera también ha estado marcada por numerosos títulos teatrales, donde ha demostrado que su capacidad interpretativa no tiene límites.

¿Te consideras una artista irreverente?
Si ser irreverente significa no someterse a cánones, creencias o modelos establecidos, entonces sí, siempre lo he sido. Esa libertad de cuestionar y transgredir es justamente lo que me motivó a asumir personajes como La Lupe, luego María Antonia, e incluso la proxeneta en el policíaco Tras la huella. Son figuras que incomodan y confrontan. A mí me interesa ese tipo de reto como artista.
¿Tienes claro qué te hace única?
Sí. Mi energía, mi persistencia, mi risa y mi luz. Creo que hay una fuerza interna que me impulsa a seguir adelante, a crear, a transformar lo que toco. No busco imitar a nadie; simplemente dejo que mi esencia se exprese con libertad, y eso es lo que conecta con el público.
Durante tu carrera has dado vida a personajes complejos, tanto en el teatro como en la televisión y el cine. ¿Te gusta ponerte las cosas difíciles?
No es que me guste ponérmelas difíciles, pero nunca he tenido un camino fácil. Entonces, he aprendido a seguir adelante incluso en medio de la adversidad. Los personajes que han llegado a mí, con toda su complejidad, me han permitido crecer, entenderme mejor y, en muchos casos, superar mis propias dificultades. Mi madre decía: “No es fácil, pero tampoco difícil”.
Has participado en varios proyectos cinematográficos. ¿Es el cine un medio único?
Definitivamente. Para mí, el cine representa la excelencia, lo universal, lo perdurable. Tiene una capacidad única de capturar emociones, detalles, silencios, y dejar una huella en el tiempo. No he tenido tantas oportunidades en el cine como me hubiera gustado, pero cada vez que he estado frente a una cámara, lo he vivido con una entrega profunda.

En otros espacios has comentado que eres perfeccionista. ¿En la actualidad eres más condescendiente contigo misma?
Sigo siendo perfeccionista, y ojalá pueda seguir siéndolo por mucho tiempo más. Para mí, no se trata de una exigencia vacía, sino de un compromiso con mi trabajo, con el arte y con el público. Siempre estoy buscando cómo hacerlo mejor, cómo crecer. A veces puedo ser dura conmigo misma, pero creo que ese nivel de autoexigencia es parte de lo que me impulsa a no conformarme.
Has interpretado personajes con historias fuertes. ¿Cuáles llegaron a afectarte?
María Antonia y La Lupe son personajes intensos, poderosos, pero lejos de afectarme, me fortalecieron. Sin embargo, hubo otros que sí me tocaron de forma más profunda. Niurka, la jinetera de “Chita no come maní”, una de las tres historias de la trilogía de Eugenio Hernández Espinosa Quién engaña a quién, me afectó por la crudeza de su historia.
Más adelante, en televisión, interpreté a la proxeneta en Tras la huella, y salí emocionalmente impactada, como si lo hubiera vivido en carne propia. Aun así, siento que cada uno de esos personajes me aportó algo, me transformó y me hizo crecer también como ser humano.
¿El teatro es el medio ideal para desarrollarse en esta profesión?
En mi caso, sí. El teatro me ha permitido, y me sigue permitiendo, crecer como actriz en cada etapa de mi vida. Es mi pasión, mi escuela constante y, sobre todo, ha sido mi compañero en los momentos más difíciles de mi vida. En el escenario me encuentro, me desafío y me reafirmo. No hay nada como esa conexión viva con el público, ese instante único e irrepetible.

¿Qué tan desafiante fue para ti, como actriz, enfrentarte a un personaje como La Lupe?
Fue un enorme desafío, sin duda. Primero, porque no la conocí personalmente. Luego, porque se trataba de un personaje real, una cantante excepcional, y yo no soy cantante. Asumirla implicaba un riesgo. Tuve la suerte de contar con un amigo como Helio Orovio, quien me facilitó videos caseros de ella. No me cansé de estudiarla, observarla y escucharla una y otra vez. Todo ese proceso fue fundamental para poder entrar en ese “trance teatral” que me conectaba con ella. Interpretarla fue una experiencia transformadora.
¿Hubo un antes y un después con el personaje de Santa, en la telenovela La cara oculta de la luna?
Antes de La cara oculta de la luna, ya había estrenado Emelina Cundiamor, y fue ahí donde mi carrera dio un salto importante. Pero sí, fue con el personaje de Santa en la telenovela que conquisté al gran público. Lo disfruté muchísimo. El ambiente que logró crear Rafael “Cheíto” González, su director general, en el set, era tan bueno que cada día me reía sin parar. Tanto, que un día Virgen Tabares, la otra directora, tuvo que salir del camión y venir al set porque pensó que me había pasado algo.
Lo que pocos saben es que, mientras grababa la telenovela, también estaba ensayando la obra Parece blanca en Teatro Estudio, con mi querido Abelardo Estorino, su autor y director, y al mismo tiempo filmaba un telefilme en colaboración con la televisión alemana, gracias a la Empresa Caricato. Trabajar simultáneamente en esos tres medios fue una experiencia inolvidable.
¿Qué descubriste en ese personaje?
Descubrí la humildad más profunda. Detrás de la aparente fuerza o dureza de Santa, encontré una humanidad desgarradora: una mujer marcada por sus circunstancias, pero con una dignidad enorme. Al interpretarla, conecté con muchas emociones que me hicieron crecer no solo como actriz, sino también como persona.
¿Es difícil encontrar buena vibra de trabajo en una producción audiovisual?
A veces, sí, y eso es triste, porque la energía en un rodaje influye directamente en el resultado final. Cuando hay tensiones, se siente, y eso afecta tanto al proceso como al producto. Pero cuando todo fluye, incluso con las dificultades propias de cualquier producción, el trabajo se vuelve una experiencia gratificante. Lo viví en La cara oculta de la luna: un ambiente con buenas vibras que se reflejó en lo que se vio en pantalla.
¿Alguna vez sentiste que no acertaste en alguna decisión durante tu carrera?
Sí, por supuesto. Como cualquier persona, he tomado decisiones que, con el tiempo, entendí que no fueron las mejores. Pero pienso que de esos momentos se aprende mucho. No me detengo a pensar en lo que pudo ser, sino en lo que puedo extraer de esa experiencia para seguir creciendo, como artista y como persona.

¿Tienes algún ritual que te ayude a reforzar tu confianza en los momentos difíciles?
Sí. Pongo un vaso de agua en alto y hablo con los espíritus de mis familiares fallecidos. Es una forma de conectarme con mis raíces, con esa energía que me acompaña y me sostiene.
¿La quietud va en contra de tu naturaleza?
Soy hiperquinética por naturaleza. No me puedo quedar quieta; siempre tengo muchos proyectos en mente y constantemente busco nuevos desafíos. La inacción no es algo que se adapte a mi forma de ser. Necesito estar en movimiento, creando, aprendiendo. Cuando estaba en el Instituto Superior de Arte (ISA), aproveché cada oportunidad para tomar todos los cursos y talleres posibles. Ahora, en la actualidad, sigo perfeccionando mi francés. Siempre hay algo nuevo que aprender, y eso es lo que me mantiene en constante crecimiento.

¿Eres de las actrices que ponen en primer lugar su compromiso con el público?
El público, para mí, es sagrado. Cuando tengo funciones de teatro, llego muy temprano para poder despojarme de cualquier energía ajena y conectar completamente con el momento. Es un acto de respeto hacia ellos. La conexión con el público es lo que hace que todo valga la pena.
¿Conservas algunos de los talentos que aprendiste para un personaje?
Cada personaje nos aporta algo único, y sí, desde Emelina Cundiamor conservo varias habilidades. Me quedó la capacidad de cantar, bailar, actuar e incluso, más recientemente, la habilidad de improvisar un texto en francés. He aprendido a integrar dos lenguas mientras actúo de manera orgánica, lo cual ha sido un reto maravilloso. Cada experiencia me enriquece y me permite seguir creciendo como actriz.
¿Qué consideras más importante: lo que has aprendido o lo que has vivido?
Creo que ambos van de la mano. Todo lo que he vivido me ha enseñado algo, y sigo aprendiendo de esas experiencias. La vida es una constante lección, y lo que aprendo no solo viene de los libros o de la escuela, sino también de las vivencias que me han formado como persona y como artista.

¿Has tenido períodos de desamor con la profesión?
Sí. Sin embargo, esos momentos no duran mucho tiempo, porque amo profundamente lo que hago. La actuación es mi pasión, y aunque haya altibajos, siempre encuentro la motivación para volver.
Actualmente resides en Francia. ¿Qué te han enseñado los años fuera de Cuba?
Me han enseñado a adaptarme, a ser flexible y abierta al cambio. Aprendí que si estoy en Francia, debo hablar la lengua del país, comprender su cultura y seguir creciendo cada día. Interpretar a Emelina Cundiamor en francés no me aleja de mis raíces; al contrario, me ha permitido reafirmarlas. Llevo a Cuba conmigo en cada paso que doy. Nunca olvido de dónde vengo, pero, sobre todo, tengo muy claro hacia dónde voy.
¿Has recibido ofertas para trabajar en nuestro país?
Sí, he recibido varias propuestas. Justo ahora que estoy fuera de Cuba. Pero debo decir que, cuando estaba allí, no me llamaron tanto como hubiera querido. Sin embargo, siempre he mantenido la esperanza de que las oportunidades llegarán en su momento.
¿La actuación es una experiencia que recomendarías?
La actuación es mi pasión, y definitivamente la recomendaría a quienes realmente la sienten como una vocación. Sin embargo, soy consciente de que no es un medio de vida fácil ni garantizado. Es un camino lleno de sacrificios y desafíos, pero para quienes aman esta profesión, no hay nada más gratificante.