Entre las frases con un uso extendido en nuestro español isleño, mencionaba en la entrega anterior “andar con el moño virao”, indicadora de trastorno, de suerte que se ha invertido para mal. Y me quedé pensando, con particular interés, en las múltiples ramificaciones que entre nosotros tiene esa noción del “virar”.
“Virar”, tiene un origen que se pierde en las antiguas disputas territoriales de la etapa imperial romana. Se presume es préstamo de las lenguas germánicas, de las que pasó al latín con el significado de “doblar”. No es extraño que, con el tiempo, la noción del doblez haya pasado a significar no solamente alteración de la dirección de un material sino también del movimiento. De ahí que hoy esté relacionada esa forma verbal con ambas ideas: dar la vuelta, girar, cambiar la dirección, por un lado; y regresar hacia atrás, por otro.
No obstante, serían esas dos direcciones matrices para la noción del “virar”, a partir de las cuales la palabra y sus múltiples variantes toman caminos insospechadamente ricos. Una muestra de esa riqueza, de la capacidad de florecimiento y expansión de un término, radica en cómo puede ser utilizado tanto en sentido literal como metafórico en algunas frases. Es el caso, por ejemplo, de la muy conocida “virar la tortilla”. Si a alguien que está cocinando esta preparación con huevo, le decimos que “vire la tortilla”, es indicación clara de que ya se ha cocinado por una de sus partes y debe darle la vuelta para que lo haga por la cara opuesta. Esta acción, que implica un giro de 180 grados, ha pasado a significar metafóricamente el cambio radical de un asunto o conversación. Así, “me viraste la tortilla” es señalización de que el interlocutor transformó el rumbo de un debate, de acusado pasó a acusador, de víctima a victimario y así, sucesivamente.
En el mismo horizonte entre sentido literal y metafórico, y aun con una mayor densidad semántica, nos encontramos con la frase “virar al revés”. Podemos virar la ropa al revés (situar la cara interior hacia el exterior) o decir que, dado el sentido de una calle, no se puede virar al revés (girar hacia la dirección contraria). Pero también, si un alimento no nos cae bien al ingerirlo, decimos que nos “viró el estómago al revés” (invirtiéndose aquí el sentido positivo de la digestión). De igual forma, estar al revés puede ser trastorno positivo de quien experimenta una sensación muy grande de felicidad, equivalente a girar el cuerpo, con la cabeza hacia abajo y los pies flotando en el aire: un beso, una relación amorosa, un halago de la persona a la que se desea mucho, también nos puede virar al revés. En la dirección contraria, tenemos en Cuba un uso más ligado a lo violento: “te viro esto al revés”. Pronunciada de forma desafiante, esa frase señala claramente a quien amenaza con cambiar radicalmente una situación o contexto a través del uso de la fuerza o la alteración de cierto orden.
Son variados los matices del “virar” como doblez o giro, modificando la dirección u orientación del movimiento: virar en u (giro de 180 grados) o virar la página (dar fin a un asunto y pasar al siguiente); pero también el doblez de la materia al que originalmente remite la forma verbal: virarse un pie (torcedura, esguince) o virarse el cuello… Se puede andar, incluso, con “el cuello virao” (indicador de tortícolis). En ciertas frases, los sentidos del “virar” pueden ser muy específicos: manifestar una postura hostil (me viró o me reviró los cañones), señal de disgusto o inconformidad (me viró o me reviró los ojos), botar o derramar una cosa (se le viró el agua encima de la mesa, se le viró el plato de comida, ¡cuidado el aire no te vire el cake!, etc.), doblez o forma amorfa (esto está todo virado), desorden (tiene la casa virada al revés), bizquera (tiene un ojo virao), posesión o trance (se quedó con los ojos virados), rechazar algo y devolverlo (vira ese plato para la cocina que está crudo, me viraron la carta para atrás, me viraron al niño de la escuela, nos viraron para atrás, etc.), o enemistar a alguien con una persona (lo ha virado en mi contra).
En casi cualquier contexto, aunque especialmente en las escuelas, podemos escuchar también un “vírate”. Es entre nosotros advertencia de quien nos pide un giro que, generalmente, va acompañado de orientaciones precisas: para adelante (o “palante”), para atrás (o “patrá”), para el lado (o “pal-lao”). En el popular juego del dominó también puede, y a veces tiene uno que “virarse”, que significa mostrar las fichas que le han quedado a cada jugador cuando se cierra el juego, a fin de contar los puntos. De ese ámbito emanó la frase “virarse con ficha”, cuando alguien que tenía la posibilidad de seguir la jugada, erróneamente declara que no y cierra el juego. Muy graciosa me ha parecido siempre la frase “tener la boca virá”, reclamo de alguien a quien se ha excluido de la degustación de un alimento o bebida.
Por último, tenemos los florecimientos de sentido asociados a la idea del movimiento, del desplazamiento… Aquí los usos oscilan entre los sentidos más estrictamente motrices (¿la compañera que atiende aquí ya no vira?) y los que remiten a connotaciones catastróficas o definitivas: no tener “para dónde virarse”, por ejemplo, es señal de quien lo ha perdido todo, de quien no tiene capital o recurso alguno para la solución de un problema. Es menos imponente decir “la guagua pasó pero no ha virado” que afirmar “Fulano ya no vira” (porque se ha quedado a vivir en el extranjero).
En esos sentidos del movimiento el girar también puede ser literal y metafórico. El cubano lo resume perfectamente en una misma frase que tiene que ser decodificada según el contexto de enunciación: “yo para atrás no viro”. Quien ha caminado mucho o recorrido ya un trecho de la ruta, dice que por nada del mundo vira. Si se ha desplazado a vivir fuera de Cuba, aunque la situación sentimental o económica arrecie, dice que para atrás no vira. Quien abandona resueltamente una relación amorosa, dice que para ese “atrás” no vira. No se vira a lo pasado, no se vira a lo viejo, no se vira a lo superado, no se vira a lo que ya se experimentó y no ofrece nada nuevo; aunque el refranero diga que al lugar donde fuiste feliz siempre se debe regresar. Por lo pronto yo viro en quince días con nuevos “apuntes” sobre nuestra rica y variada lengüística.