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- abril 18, 2025 -
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Carlos Ávila Villamar

Muchedumbres

Tengo la costumbre de escribir. No es una vocación, ni algo que se decida, sino una costumbre, tal como lo definió Piglia al inicio de sus diarios. Eso significa que entiendo la realidad como constante objeto estético, mis pensamientos se mueven entre la curiosidad y el asombro inútil, y escribir es a menudo un intento […]

Contrapeso

Hasta hace un par de años, pertenecía a esa secta rarísima de cubanos sin amigos o familiares en el extranjero. No sufrí separaciones dolorosas, no recibí cheques acompañados de fotos, no esperé ansioso el breve reencuentro ni noté el cambio sutil (o no) de la otra persona, ni comparé mi nivel de vida con el suyo, ni utilicé, tras el fatal olvido, cualquier culpa que pudiera subsistir para sacar provecho. No me imaginé nunca siendo invitado a otro país, no rivalicé con otros cubanos de la isla para ganarme una simpatía. No había intercambiado correos ni había chateado durante tardes de nostalgia y pesadumbre. Esas cosas me resultaban un tanto ajenas, por mucho que tratara de imaginármelas.

Verano y utopía

Me gustan esos rincones de playa en los que la arena todavía no es arena, sino una marejada de conchas diminutas que se despedazan. Ya no son seres vivos pero tampoco polvo, solo formas y colores sin significado, lo que los griegos llamaban ser en potencia, materia bastarda a la espera de transformarse en alguna […]

El carnaval de los viejos jóvenes

En la guagua ya empezaba el carnaval. El chofer saludaba a los otros choferes, sus contrincantes, y por una vez en la vida renunciaba a los desafíos. Nada de giros bruscos o acelerones. Un grupo de cinco o seis personas al fondo, auxiliados por un pequeño equipo de música, bailaban mientras duraban los semáforos rojos, y cantaban canciones que yo no reconocía.

Lo que se vio del eclipse

Salí a la calle desde la una y media, esperando en el fondo alguna especie de horror sobrenatural en la gente, un cielo de colores extraños e indecisos, la prueba de que la naturaleza es imperfecta y caótica, y es capaz de producir monstruos cada cierto tiempo. El huracán es una lluvia amplificada y el arcoíris consiste en ver en el cielo lo que un cristal bien cortado refleja en la pared, pero el eclipse de sol no es una mera variación de lo que ya sabemos. De hecho, contradice esa ley del sentido común que impide la convivencia de los dos astros a la misma hora. Una ley que en realidad se rompe muy seguido, pues no es raro ver la luna transparente, camuflada en el azul del día.

Vivir de los municipios

Un observador distraído ve en un mapamundi una distribución aleatoria de tierra y agua. Las accidentadas siluetas de los continentes no serían para él menos misteriosas que los fragmentos de una vasija, cuya forma no ha visto. obstante, basta detenerse solo un poco para descubrir que las costas del Nuevo Mundo que dan al Atlántico […]

Raros y solitarios

Fue inevitable mi preocupación cuando escuché, hace tiempo, que en las madrugadas muchos cines son utilizados clandestinamente como moteles colectivos. Baratos y numerosos, los cines parecen el lugar idóneo para montar un negocio semejante. Para mi tranquilidad, y también para mi decepción (nos alegraría que nuestras más oscuras pesadillas fueran ciertas), no he vuelto a […]

Derecho animal

La crueldad parece ser un fenómeno propio de los seres inteligentes. No se trata de un acto instintivo: para ser cruel se requiere primero pensar, tener consciencia de la gratuidad del placer, saborear la barbarie desde los dominios de la razón. El caudillo que encierra a sus detractores podrá ser frío y despiadado, pero no se vuelve cruel hasta que se regocija haciéndolos pasar hambre.

Fábrica tomada

Actualmente a la Fábrica de Arte van muchos turistas. A diferencia de otras sospechas ladronas de sueño, como que la cerveza que te tomaste el viernes era renvasada, o que ahora la moda entre los peloteros consiste en pasarse al equipo Industriales, resulta una verdad que se puede verificar en una noche y comentar al otro día. Pero también resulta una verdad contra la que no se puede hacer nada. Una fábrica clandestina puede cerrarse, y cualquiera de nosotros puede enviar una carta amistosa a las familias Gourriel y Mesa, pero ¿quién tiene la culpa de que la Fábrica de Arte se haya ido convirtiendo en un lugar al que los turistas van a tomarse un mojito, y a conversar con exóticos rastafaris, hechos a medida para no parecer muy churrosos ni muy expertos en el arte europeo?

Ferdydurke

Iba a regalar a un amigo la novela Ferdydurke, de Witold Gombrowicz, y a última hora no sabía qué poner en la dedicatoria. Es sabido… las dedicatorias suelen constituir prólogos personales, íntimos. Acaso el prólogo perfecto es la dedicatoria, que puede prescindir de aclaraciones y prudencias, que se restringe al verdadero objetivo de un prólogo, […]

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