De la popularidad del vino sabemos desde hace siglos. Dicen que Platón, el famoso filósofo griego, en uno de sus actos de reflexión soltó que “el vino es la leche de los ancianos”. Y en la Biblia, esa bebida se menciona en más de 200 oportunidades. Incluso, en el Génesis 9:20-21 se puede leer que “Noé comenzó a labrar la tierra, y plantó una viña; bebió vino y se embriagó, y se desnudó en medio de su tienda”.
Solo en Argentina, con una población de poco más de 44 millones de habitantes, ocho de cada 10 personas toman vino. A ese dato se le puede sumar que, por año, cada persona en este país consume 22 litros de vino. De este modo, la nación del río de La Plata ocupa el séptimo lugar a nivel mundial de consumo per cápita de esta bebida.
Según consta en los libros de historia, en 1556 un presbítero de nombre Juan Cedrón sembró en Santiago del Estero, en el norte argentino, las primeras cepas de uva traídas desde España.
En poco tiempo se expandieron los viñedos en la zona. De manera artesanal comenzó la práctica de la vinicultura para consumo regional y oficios religiosos. Sobre todo se fabricaba el vino tinto.
Con el tiempo surgen otros tipos de vino entre los que se encuentran, además del tinto, el blanco, el rosado y el espumoso.
En esos orígenes surgió el vino patero, que ha transcendido hasta nuestro días. Debe su nombre a la forma de exprimir las uvas con los pies para extraer el zumo.
Si la primera cepa cultivada hace 465 era oriunda del viejo continente, con el paso de los siglos la malbec, una uva francesa, pasó a ser la más cosechada y popular en Argentina.
“El malbec es la uva emblemática de la Argentina. Originaria de Burdeos, Francia, se enamoró de la aridez y la amplitud climática del suelo andino, sobresaliendo por sí misma y convirtiéndose en la representante de la vitivinicultura argentina. El malbec argentino es de color intenso que varía entre el violáceo y el rojo rubí con matices oscuros. De cuerpo medio y taninos suaves y amables, las notas de cata evocan frutos rojos como ciruelas, guindas, moras y frambuesas, y aromas como a compota de ciruela, vainilla, chocolate o dulce de leche. Si hablamos de maridaje, este vino puede estar presente desde la entrada hasta el postre”, se puede leer en la página de la Finca Don Diego, una de las bodegas más espléndidas de Argentina.
Aunque cada bodega tiene sus secretos hay tres fases generales en el proceso de elaboración del vino. El portal de Mendoza, una página del Ministerio de Turismo de esa provincia argentina, donde se produce el 75 % del vino nacional, así lo describe:
Fase prefermentativa. Consiste en todos los trabajos que se realizan desde la cosecha de la uva hasta la obtención de mosto: cosecha, separación de los granos del escobajo (parte verde del racimo), prensado.
Fase fermentativa: La uva prensada y su jugo son llevados a vasijas de acero inoxidable, madera o cemento, donde, a través del trabajo de las levaduras, el azúcar de la pulpa se transforma en alcohol y otros productos secundarios, así el mosto se transforma en vino.
Fase post fermentativa: Finalizada la maceración, se escurre la parte líquida y se separa de los sólidos (orujo). El proceso de elaboración del vino aún continúa: luego de la fermentación, todo vino exige cuidados hasta que llega a la botella. Algunos han sido concebidos para la crianza, otros saldrán rápidamente al mercado. Así se completa un proceso que nació en la viña y finalizará en su copa.
Según el envejecimiento, los vinos tintos se clasifican en 4 tipos:
Vino joven: Se lo conoce también como “vino del año”, ya que se trata de un vino tinto que se consume antes de cumplir un año desde el momento de su elaboración.
Crianza: Este tipo de vino tinto tiene un tiempo de envejecimiento de 24 meses como mínimo, y seis de ellos son en barrica.
Reserva: Los vinos tintos de reserva tienen un tiempo de envejecimiento de 36 meses como mínimo, de ellos 12 meses deben ser en barrica.
Gran reserva: Este tipo tiene un envejecimiento de cinco años, de los cuales 18 meses deben ser en barrica.
En Argentina, a mediados del siglo XIX, la producción vitivinícola se convirtió en una gran industria. Actualmente, según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca,“el complejo vitivinícola es una de las 10 principales cadenas exportadoras del país, junto a casi 500 exportadores que llegan con sus vinos a 127 países”.
Argentina, además, ocupa el sexto lugar como productor del orbe con 11,8 millones de hectolitros, séptimo escaño en superficie implantada, con más de 230 mil hectáreas y noveno puesto como exportador. De esta forma hay registrados más de 7.000 productores de vino y más de 900 bodegas.
Las cinco variedades más destacadas del vino tinto argentino son el Malbec, el Cabernet Franc, el Pinot Noir, el Cabernet Sauvignon y el Chardonnay.
Con tales datos y la insoslayable presencia del vino en la gastronomía argentina, el 24 de noviembre de 2013 el Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina reunidos en Congreso sancionaron la Ley N.º 26.870 donde declararon el “Día del Vino Argentino Bebida Nacional”.