Este año tres elegantes edificios se levantaron a pocos metros del Malecón en La Habana Vieja. Uno de ellos, un hotel cinco estrellas gestionado por la española Iberostar e inaugurado por el presidente Miguel Díaz Canel, es la joya de la corona del turismo en Cuba.
Desde sus ventanas se ve el mar turquesa bañado por el sol y la entrada a la bahía salpicada de reflejos plateados. Pero a unas cuadras, opacando el encanto del casco histórico, se observan contenedores de basura repletos con su cortejo de moscas y gatos callejeros.
El manejo de los desechos se ha convertido en un problema serio en la capital cubana, a punto de cumplir 500 años y hogar de más de 2 millones de personas.
“Esperaba ver edificios derruidos, pero no tanta basura”, dijo a The Associated Press Rosario Aneas, una profesora de arte española de 38 años que llegó para pasar unas dos semanas en la Isla. “Afecta la imagen, la afea y es una lástima para una ciudad tan bella”.
Pese a que el problema afecta al turismo, uno de los principales motores de la economía cubana, la peor parte se la llevan los residentes en la ciudad.
Es tal el impacto en la población que el presidente Díaz-Canel destacó recientemente que el problema debe ser resuelto incluso sin prejuicio de que la solución venga de la mano de inversores extranjeros. El plan del gobierno es crear una empresa con capitales foráneos para gestionar los residuos urbanos que implicaría una inversión millonaria.
“Nosotros llegamos a concluir las negociaciones con una empresa española, lamentablemente después la empresa no pudo cumplir con los compromisos y ahora estamos negociando con otras”, comentó a la AP el ministro de Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca.
“La Habana necesita resolver el problema de la recogida de los desechos y lo bueno que tiene este proyecto con capital extranjero es que nos va a permitir… producir energía renovable, reciclar otra parte para usarlo en la industria nacional e incluso exportar”, agregó el ministro.
Mientras se concreta el negocio con capitales foráneos la población se queja de la acumulación de basura en sus esquinas.
“Tengo nietos de dos y tres años en este círculo infantil y esto va a provocar problemas”, dijo la AP Lázaro Sánchez, un vecino de La Habana Vieja de 54 años, mientras protestaba frente a un enorme contenedor naranja colocado en la esquina de un jardín de niños y que llevaba al menos dos semanas sin ser recogido. “Se mezcla la basura de las casas con materiales de la construcción y nadie se hace responsable”.
En otra parte de la ciudad, en la populosa barriada de Atarés, Daysi Boza reportó el mismo problema.
“Ya ni se sabe cuántos años llevamos en esto”, se lamentó ante AP el ama de casa de 71 años al tiempo que miraba cuatro contenedores repletos a pocos metros de la entrada a su casa, rodeados de una filtración de agua turbia provocada por un camión que trató de levantar los residuos con una pala y rompió la tubería de desagüe. “Es diario el churre, la peste, la cochinada”.
Boza aseguró que a su vivienda entraron ratas y que debe dormir con un palo debajo de la puerta para evitar que vuelvan a ingresar.
En La Habana se producen unas 2.400 toneladas de residuos diarios. Comparativamente, la colombiana Medellín, con casi la misma cantidad de habitantes, genera 1.800 toneladas mientras que Monterrey en México -donde vive más de 1,1 millón de personas- produce unas 4.000.
En la capital cubana la cifra se incrementó en los últimos tiempos debido a las reformas económicas que permitieron a los cubanos comprar y vender casas o poner negocios, ocasionando un auge de las tareas de reconstrucción de viviendas y la instalación de comercios particulares.
En mayo en una reunión de los funcionarios que preparan los festejos por los 500 años de la ciudad, el presidente del gobierno capitalino Reynaldo García dijo que faltan unos 12.000 contenedores y que un correcto servicio requiere diariamente casi 100 camiones recolectores de basura -cada uno con un valor de 80.000 dólares-, de los cuales se dispone de menos de la mitad.
La principal queja de los vecinos es la falta de constancia y periodicidad en la recolección -a veces pueden pasar días o semanas-, mientras los funcionarios y trabajadores comunales señalan la indisciplina de los vecinos, que dejan abandonadas sus bolsas de cualquier manera, y la permanente rotura de equipos.
“Hay personas que tiran las jabas (bolsas) del quinto piso para abajo por las ventanas”, dijo indignado Luis Alberto Martínez, un mensajero de 50 años residente en el barrio Alamar.
Las autoridades informaron hace algunos meses que se esperaba para fin de año la llegada de 60 vehículos recolectores producto de un convenio entre Cuba y Japón, pero hasta ahora no están en servicio. El gobierno suele señalar al embargo de Estados Unidos -impuesto hace más de cinco décadas para presionar un cambio de modelo económico y político en la isla- de entorpecer o encarecer la compra de piezas e insumos en el exterior.
A su vez, el ministro del Interior, Julio César Garandilla, aseguró que una veintena de personas fueron procesadas por el robo de contenedores con los que en talleres ilegales se hacen piezas como tubos, perchas y carretillas con ruedas aprovechando la dureza del plástico.
“Hace unas horas pasó el camión, ahora estamos nosotros haciendo el saneamiento alrededor de los contenedores pero usted verá que en 45 minutos esto está mal otra vez”, dijo Víctor León, un trabajador municipal que levantaba junto a una brigada ramas, troncos y pedazos de madera de una esquina en la barriada del Cerro. “La gente es muy indisciplinada”.
La brigada estaba compuesta por media docena de hombres, varios de ellos presos cumpliendo sentencia que realizan labores sociales como parte de su pena y a fin de obtener ingresos para su familia.
Aunque en Cuba predomina el sector estatal, algunas experiencias de compañías mixtas se desarrollaron exitosamente, como la gestión hídrica realizada por Aguas de La Habana en sociedad con el grupo español AGBAR que se fundó en el año 2000.
“Hay mucho deterioro y en la medida en que se desarrollen, por ejemplo, más paladares (restaurantes privados) y más turismo, habrá más basura. Es un dolor de cabeza”, dijo a AP el economista cubano y consultor internacional Omar Everleny Pérez. La inversión extranjera en el sector sería, a su criterio, “una óptima solución” que podría seguir a la gestión hídrica. “Aguas de La Habana está funcionando bien desde hace mucho tiempo”.