Un panel teórico y una exposición que grafica la historia de Emilio Bacardí Moreau fueron los eventos organizados para celebrar en Santiago de Cuba el aniversario 125 de la fundación del primer Museo Biblioteca Municipal de carácter público que tuvo la isla.
En la Sala de Arte de la institución, se reunieron especialistas, investigadores, artistas, estudiantes y docentes de las escuelas de arte y autoridades provinciales del sector cultural para un tributo a una de las obras sociales más importantes del siglo XX cubano, según consignó una nota de la agencia Prensa Latina.
El panel teórico, titulado 125 años de un museo en el corazón de su pueblo, estuvo integrado por la especialista Daniela Palma Monteverde, la doctora en ciencias Olga Portuondo, la máster en ciencias, Julieta Aguilera, la licenciada Annia Rojas y el doctor en ciencias Vicente González.
Los panelistas disertaron sobre la historia de la institución y sobre los principales protagonistas de su surgimiento y desarrollo, así como del impacto cultural y social del museo para Santiago y Cuba, añadió PL.
Dentro del programa quedó inaugurada la exposición Continuadores de la obra de Emilio Bacardí, con lienzos con imágenes de los 21 directores y directoras del museo durante sus 125 años, así como con obras artísticas elaboradas por algunos de ellos.
El museo
Ubicado en la calle Pío Rosado (Carnicería), s/n, entre Aguilera (Marina) y Heredia (Catedral), en pleno centro histórico de la ciudad santiaguera, el museo por disposición del Ayuntamiento llevó el nombre de su fundador: Emilio Bacardí Moreau.
El aporte económico de su viuda Elvira Cape, su preocupación y el apoyo de otras personalidades, entre ellas Juan María Ravelo y Antonio Bravo Correoso, serían determinantes para la culminación de los trabajos.
En 1927, Cape donó el imponente edificio de estilo ecléctico que hoy ocupa el museo y que había sido comprado con su patrimonio familiar bajo el diseño del arquitecto municipal Carlos Segrera.
A la biblioteca se le otorgó el nombre de Elvira Cape y, en 1962, el Consejo Nacional de Cultura la trasladó para el edificio de la antigua Colonia Española.
Siendo alcalde de la ciudad, Bacardí desplegó una apasionada gestión patrimonial con algunos miembros prominentes del Ejército Libertador, entre ellos Federico Pérez Carbó, y con exoficiales del ejército español de ocupación, derrotado en la guerra hispano-cubano-estadounidense de 1898.
A su vez, numerosos patriotas y familiares de aquellos que habían participado en las revoluciones anticolonialistas donaron objetos que fueron enriqueciendo la colección de la institución.
Incluso Bacardí consiguió de la administración estadounidense de ocupación que algunas obras confiscadas del Museo del Prado, que estaban en la isla en calidad de exposición, no fueran a parar, como botín de guerra, a manos de coleccionistas e instituciones de Estados Unidos y quedaran en la colección del museo santiaguero.
El conjunto estaba compuesto por cuadros del pintor neoclásico alemán Rossler, del italiano Guido Reni, y los españoles Juan Pantoja de la Cruz y Federico de Madrazo.
La centenaria institución, declarada Monumento Nacional en 1999, cuenta con tres salas expositivas: Arte, Historia y Etnografía y una Sala de Arte Extensión ubicada en el Antiguo Club San Carlos en calle San Pedro entre Aguilera y Heredia.
Piezas valiosísimas
Instrumentos de trabajo y ornamentales, vasijas e ídolos relacionados con las comunidades aborígenes; una momia egipcia, dos peruanas y las polainas del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales, así como sus calcetines con el monograma de A.M. y la hamaca en la que se recogió su cuerpo mortalmente herido, con manchas de sangre que confirman los sucesos, son algunas de las piezas de valor extraordinario que atesora la institución.
En sus vitrinas, igualmente, pueden verse el frac y el chaleco usados por José Martí la noche del 26 de noviembre de 1891, en su primera visita a Tampa, cuando en el Club Ignacio Agramonte pronunció su discurso para explicar la organización del Partido Revolucionario Cubano.
Vistiendo ese mismo frac, Martí habló en Port au Prince en 1892 y en otros lugares, hasta que esta prenda quedó en Tampa al cuidado de los esposos Ruiz Callejas, quienes la donaron al museo, junto con el chaleco, el 4 de junio de 1913.
Otras estremecedoras reliquias martianas se relacionan con los fragmentos del primer ataúd de madera y el lazo-corbata que usaba Martí cuando murió en combate, y que recogiera de entre sus restos depositados en el nicho 134 el Coronel del Ejército Libertador Federico Pérez Carbó.
Una de las piezas únicas que exhibe el museo es el torpedo mambí construido artesanalmente por las tropas del general Calixto García para volar los veleros españoles fondeados en la boca del río Cauto durante la Guerra de Independencia de 1985.
En su extensa pinacoteca, el museo Bacardí muestra obras del Renacimiento español atribuidas al artista Juan Pantoja de la Cruz, pintor de la corte del rey Fernando II; Federico Madrazo; Matías Ximeno y otros.
En la sala de arte nacional se visualizan obras de arte de firmas prestigiosas, entre ellas las de Juan Emilio Hernández Giró, José Joaquín Tejada Revilla, Federico Martínez Matos, Lucía Victoria Bacardí Cape, Carlos Aguilera Tamayo, René Portocarrero, Antonio Ferrer Cabello y Amelia Peláez.
Además, el museo posee un fondo de más de 23 mil bienes patrimoniales con documentos y fotos históricas, publicaciones, partituras musicales, reliquias históricas de carácter patriótico, piezas numismáticas, armas, antigüedades curiosas y pertenencias de importantes figuras públicas de nacionalidad cubana y extranjera.
El patriota, empresario y escritor
Emilio Bacardí Moreau (Santiago de Cuba, 5 de junio de 1844-Cuabitas, 28 de agosto de 1922) fue hijo de padres españoles.
Facundo Bacardí, catalán, acérrimo defensor del colonialismo, comenzó sus trabajos de experimentación en el proceso de destilación del ron hasta dar, una década después, con la fórmula que lo llevaría al éxito de su empresa Bacardí, simbolizada por un murciélago.
Sus hijos José, Emilio y Facundo colaboraron activamente en el negocio familiar que hoy día es uno de los imperios de bebidas y licores más prósperos del mundo, con treinta marcas exclusivas del ron Bacardí.
Emilio comenzó comulgando con el reformismo, pero luego, una vez iniciada la revolución de 1868, se sumó a la corriente independentista y creó una vasta red logística en la retaguardia de los rebeldes en Santiago de Cuba.
Acusado de facilitar dinero y armas a los insurrectos, en 1876 fue condenado a cumplir prisión en Chafarinas, un archipiélago español del mar Mediterráneo, situado frente a las costas de Marruecos.
En 1896, una vez más, su activismo emancipador durante la Guerra de Independencia lo condujo a presidio –en esa ocasión en Ceuta-, bajo acusación de haber proporcionado armas a los patriotas.
Emilio alcanzaría el grado de coronel en el Ejército Libertador, como ayudante de Antonio Maceo, durante la campaña invasora hacia el occidente de Cuba.
Un año antes de instalarse la república en Cuba, Emilio Bacardí resultó elegido el primer alcalde de Santiago. Obtuvo una gran aprobación popular al extender la electrificación y pavimentar gran parte del casco urbano.
Escritor, periodista y dramaturgo, en 1910 apareció, editada por El Cubano Libre, la primera parte de su novela Vía Crucis, una evocación de la Guerra de los Diez Años (1868-1878).
En 1914, se publicó en Barcelona la novela completa, con su segunda y última parte, titulada Magdalena.
En 1917, Bacardí sacó a la luz Doña Guiomar, otra novela, ambientada en tiempos de la conquista española (1536 a 1548), y cuya acción se desenvuelve en Santiago de Cuba.
Escribió obras teatrales, como el drama Al abismo, estrenado en 1912 por la compañía de Virginia Fábregas, en el teatro Oriente, de Santiago de Cuba, y publicado en la revista Cuba Contemporánea. Permanecen inéditas otras dos obras teatrales: Casada, virgen y mártir y La vida.
Igualmente, fue autor de Crónicas de Santiago de Cuba, un voluminoso trabajo de diez tomos; el libro de viajes Hacia tierras viejas, y las biografías de Florencio Villanova, Pío Rosado y La condesa de Merlín.
Leyó esta última obra en su discurso de recepción en la Academia Nacional de Artes y Letras, como miembro correspondiente de la Región Oriental.
Emilio Bacardí falleció el 28 de agosto de 1922, a los 78 años, en Villa Elvira, una hermosa quinta campestre de su propiedad cercana a Cuabitas, poblado en las afueras de Santiago de Cuba. La casa de recreo llevaba el nombre de su esposa, Elvira Cape.
Bacardí dejó inéditas las novelas Filigrana y El doctor de Beaulieu, todas de inspiración patriótica y de factura naturalista, aunque animadas de pasión romántica.