Luego de dos lides del orbe marcadas por la decepción, la selección cubana de voleibol masculino ha regresado al Campeonato Mundial de la disciplina con ilusiones renovadas. La lid global de Eslovenia y Polonia que arrancó este viernes marca un nuevo comienzo para una generación de jugadores que, una vez insertados en circuitos profesionales, han acelerado su desarrollo y hoy asoman como un equipo con perspectivas de futuro.
El camino hasta este escenario que hoy vive el voleibol masculino cubano ha estado marcado por los contratiempos, los altibajos, las actuaciones deslumbrantes y los períodos de oscurantismo. Cada una de estas etapas se puede fácilmente identificar en el trayecto por los Campeonatos Mundiales, en los cuales Cuba dio sus primeros pasos hace más de medio siglo.
A continuación, OnCuba repasa las actuaciones cubanas en estas lides.
La primera piedra
Exactamente el próximo 31 de agosto se cumplirán 66 años del debut cubano en Campeonatos Mundiales del deporte de la malla alta, que se produjo en París, Francia, durante la tercera edición de la lid global. La escuadra dirigida por Jacinto del Cueto, reconocido como padre del voleibol en la Isla, vivió su primera experiencia en el certamen con derrota frente a Polonia, y después no pudo enderezar el rumbo ni acercarse a sus pretensiones de podio.
Cuba venía de quedar en la cuarta posición en los Juegos Panamericanos de México 1955, por detrás de Estados Unidos, Brasil y los anfitriones, pero ese no sería ni por asomo el nivel que afrontarían en la lid del orbe parisina.
La aventura mundialista comenzó con un tortuoso viaje en barco desde Nueva York hasta París que duró una semana, lo cual impidió a los antillanos prepararse a toda máquina, pues solo contaban con una pelota a bordo y temían que se les cayera al mar en las prácticas, según contó Alpidio Caballero en un relato publicado en el periódico Trabajadores.
¿Cómo ha logrado el voleibol masculino cubano superar una década de fracasos?
“Cuando llegaron a París se percataron de que de voleibol no sabían prácticamente nada y tuvieron que adaptarse a las reglas internacionales; y descifrar el comportamiento técnico-táctico de los rivales en la misma competencia. Los sorprendió su gran estatura, la fortaleza de sus saques y remates, así como la comunicación perfecta que existía entre pasadores y rematadores”, detalló Caballero en un repaso por la actuación caribeña en aquella lid mundialista.
Como ya habíamos dicho, la selección abrió el camino en el certamen frente a Polonia, y más que un juego aquello fue una pesadilla para los cubanos. Solo cuatro unidades en tres sets (15-2, 15-1 y 15-1) consiguieron marcar los pupilos de Jacinto del Cueto, que salieron despachados directo a la lucha por los puestos entre el 11 y el 20.
En esa instancia, perdieron contra Bélgica (1-3), Brasil (0-3), Portugal (2-3), Italia (0-3), Holanda (1-3), Israel (0-3) y República Democrática Alemana (0-3), mientras Corea del Sur (3-2) y Austria (3-0) fueron sus únicas víctimas en una ronda de nueve partidos que terminaron con balance de dos triunfos y siete derrotas, válido para ocupar el lugar 19 de la tabla final.
“No sé cómo quedamos en el lugar 19, pudimos haber terminado en el 24”, dijo en el 2008 el afamado entrenador de los equipos nacionales femeninos, Eugenio George, quien formó parte de aquel plantel como jugador junto a su hermano Edgar George, Andrés Hevia, José García, Efraín Jorge, José Mendoza, Roberto Bowe, José Yedra, Olegario Moreno, Jorge Cossío, Pedro Rey y Armando Perdomo.
A pesar del resultado negativo y la confirmación de que estábamos muy alejados de la élite, estos jugadores fueron quienes pusieron la primera piedra y sentaron las bases para futuras experiencias mundialistas, sobre todo a partir del aprendizaje, tal cual explicó Edgar George en el 2014:
“Fue maravilloso que participáramos en el Mundial de Francia 1956. De no haber tenido ese contacto con los equipos europeos el voleibol no se hubiera comenzado a desarrollar en nuestro país. Lo que allí aprendimos lo incorporamos a nuestro estilo de juego y fue el inicio de los resultados que años después alcanzaríamos en los eventos internacionales”.
Subiendo como la espuma
Tras la primera participación mundialista en 1956, el voleibol masculino cubano comenzó un largo proceso de aprendizaje y crecimiento. Con mucha paciencia y sin obsesionarse con resultados destacados, el plantel antillano progresando en cuanto a la interpretación del juego y al desarrollo técnico-táctico, lo cual les permitió probar fuerzas poco a poco en los distintos escenarios internacionales.
En principio, los desenlaces no fueron positivos, pero a partir de 1966 la selección varonil dio muestras de potencial y conquistó la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Juan, Puerto Rico. Esa fue la primera de nueve coronas regionales consecutivas para la escuadra antillana, que en ese propio año regresó a los Mundiales tras una década de ausencias.
Los cubanos llegaron a la lid global de Checoslovaquia en sustitución de México, que declinó a participar, al igual que otras naciones con boleto asegurado como Israel, Marruecos, Argentina y Corea del Norte. El periplo tuvo un arranque prometedor, pues salieron airosos –con remontada incluida– en el estreno contra Francia en un cerrado partido que se extendió a cinco sets.
Sin embargo, después cayeron frente a Hungría (1-3), Unión Soviética (0-3), Estados Unidos (1-3) y República Democrática Alemana (0-3) y culminaron en la quinta posición de su llave, por lo que solo pudieron discutir los lugares del 17 al 22. En dicha instancia, no dieron margen a las dudas y derrotaron a Finlandia, Dinamarca, Mongolia y Alemania Federal para quedarse con el escaño 17 del torneo.
Cuba continuó su progresión y, además del dominio en el Caribe, comenzó a dar muestras de poderío a nivel continental. En los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1967 conquistaron una medalla de bronce (la primera de la Isla en estas lides) que sirvió de preámbulo a las dos coronas que luego ganaron en las ediciones de Cali 1971, México 1975 y San Juan 1979.
Considerados ya como una potencia en América, la selección cubana dio pasos de avance también en los Campeonatos Mundiales. En 1970, por ejemplo, quedaron en el lugar 13 con balance general de seis triunfos y cinco derrotas, mientras en 1974 escalaron al octavo escaño luego de superar invictos la fase de grupos, con victoria incluida frente a Alemania Federal, vigentes campeones del orbe.
En la siguiente ronda, los dirigidos por el mítico entrenador Gilberto Herrera perdieron con Checoslovaquia y la Unión Soviética y cayeron a la discusión de los lugares del siete al 12. En esa instancia, solo perdieron con Bulgaria y sellaron la mejor actuación para el país en estas lides, confirmando que podían pelear por un puesto entre los mejores.
Esas sensaciones cobraron vida en los Juegos Olímpicos de Montreal, en 1976, cuando materializaron el asalto definitivo a la élite con una espectacular medalla de bronce. Ocho jugadores que participaron en esa experiencia bajo los cinco aros repitieron dos años más tarde en el Mundial de Italia, donde también se llevaron el tercer lugar.
Raúl Vilches, Jesús Savigne, Ernesto Martínez, Antonio Pérez, Leonel Marshall, Alfredo Figueredo, Víctor García y Carlos Salas fueron figuras claves del plantel que dirigía “El Venado” Herrera, quien para ese momento ya había sido seleccionado como el mejor entrenador del mundo, honor que mereció en 1977.
La mano del preparador, formado en esas funciones a inicios de los años 70 bajo la influencia del alemán Dieter Grum, se notó en el plantel.
“Fuimos cambiando paulatinamente ciertos elementos. También empezamos a crear el equipo que iba a Montreal 76, a los Juegos Olímpicos, sobre la base que había creado aquel entrenador alemán. Entonces, a diferencia de ahora, jugábamos por años unos 50 o 60 partidos, en Europa, pero no dejábamos la preparación física”, declaró Herrera en una entrevista con Play-Off Magazine.
Bajo su mando, Cuba cosechó sus primeros grandes resultados en el voleibol masculino, con un punto cumbre en la Copa del Mundo de 1981 en Japón, donde ganaron la medalla de plata tras caer únicamente frente a los soviéticos. No obstante, al año siguiente quedaron décimos en la lid del orbe de Argentina, lastrados por un mal desempeño en la segunda ronda, en la cual perdieron con Brasil y otra vez con los soviéticos.
De cualquier manera, los triunfos de los años 70 y la pugna con las selecciones más fuertes del planeta en los 80 posicionaron a Cuba en un lugar prominente del voleibol masculino a nivel global. Además, esa dinámica positiva favoreció al desarrollo de la base y al descubrimiento de talentos que llevarían a la Isla definitivamente a la élite.
La era dorada
Cuba estuvo entre los cinco mejores equipos de los Campeonatos del Mundo entre 1986 y 1998, un período de 12 años en los que subieron dos veces al podio. Para muchos, esta es la época dorada del voleibol masculino antillano, que contó en distintos puntos del camino con jugadores estelares como Joel Despaigne, Idalberto Valdés, Lázaro Beltrán, Abel Sarmientos, Osvaldo Hernández, Raúl Diago, Ihosvany Hernández, Alain Roca, Ángel Dennis o Ramón Gato.
El punto cumbre de esta etapa fue en la lid del orbe de 1990, celebrada en tres ciudades de Brasil justo un año después de conquistar la corona en la Copa del Mundo de Japón. En tierras sudamericanas, no se pudo llegar tan alto, pero lograron la medalla de plata en un evento marcado por las remontadas antillanas.
Desde el mismo partido de apertura, la tropa del entrenador Orlando Samuels tuvo que borrar una desventaja de 0-2 frente a Bulgaria para salir por la puerta ancha, un esfuerzo inesperado antes de superar por barrida a Camerún e Italia y concluir la fase de grupos en la cima de la llave D.
Para los cuartos de final, el rival fue Holanda, que ganó dos de los primeros tres sets con empuje decisivo de Martin Van der Horst, Ronald Zoodsma, Ron Zwerver, Edwin Benne, Avital Selinger y Peter Blange. Pero a Cuba le quedaba gasolina en el tanque y sacaron la casta para triunfar 17-15 y 15-9 en la cuarta y quinta manga, respectivamente.
También debajo salieron en semifinales contra la Unión Soviética, pero ganaron sucesivamente tres parciales y avanzaron a la final del Mundial por primera vez en la historia. Con los ánimos por las nubes tras avanzar invictos hasta la última instancia, salieron a comerse el mundo en la discusión de la corona y vencieron en el primer set contra los italianos, aunque ya no les alcanzó la gasolina y vieron como los transalpinos, dirigidos por el argentino Julio Velasco, les pasaban por al lado en las tres mangas siguientes.
¿Qué viene para el voleibol cubano tras perderse Tokio 2020?
Ese fue uno de los tantos capítulos de rivalidad extrema entre cubanos e italianos en la década del 90, en la cual los europeos sacaron la mejor parte en la mayoría de las ocasiones. Así sucedió, por ejemplo, en el Mundial de Grecia en 1994, donde los antillanos perdieron 1-3 con la azurra en semifinales y fueron relegados a la discusión del bronce, instancia en la que también sucumbieron ante Estados Unidos.
Cuba se sacudió del dominio italiano con la victoria en la ronda final de la Liga Mundial, en la que igualmente derrotaron a Rusia y Holanda. Sin embargo, meses después de aquel triunfo, perdieron dos encuentros (vs. Brasil y Yugoslavia) en el certamen del orbe de Japón y quedaron en bronce. En dicho evento, Raúl Diago fue galardonado como el mejor pasador, mientras Rodolfo Sánchez se llevó los honores en el recibo.
Con este tercer lugar, Cuba cerró un ciclo notable en Campeonatos Mundiales que nunca más se ha repetido. Solo unos años después, la selección se desarticuló con la salida de varios jugadores que decidieron no sostener sus vínculos con la Federación Cubana para poder jugar como profesionales.
Un viaje cíclico a las penumbras
Pavel Pimienta y Tomás Aldazábal fueron los únicos jugadores cubanos que participaron en el Mundial de 1998 en Japón y repitieron cuatro años más tarde en la cita de Argentina. Eso da la medida de lo mucho que se desarmó el plantel nacional, transformado en un equipo terrenal y vulnerable después de estar por más de una década en la élite.
Ihosvany Hernández, Alain Roca, Ramón Gato, Osvaldo Hernández, Ángel Dennis, Leonel Marshall o Rodolfo Sánchez salieron a probar suerte en el profesionalismo sin el control de las autoridades cubanas, mientras Raúl Diago, entre los mejores pasadores del planeta, decidió retirarse.
La base del plantel se desarticuló y un grupo de jóvenes sin experiencia al máximo tuvo que asumir el rol protagónico. Las consecuencias de cambio brusco se hicieron notar rápidamente. En el Mundial del 2002, por ejemplo, culminaron en el lugar 19 tras quedar últimos en su grupo, con balance de dos derrotas (Holanda y Grecia) y una victoria (República Checa). En el 2006, el panorama no cambió demasiado (puesto 15), al ganar tres partidos y perder seis entre las dos primeras rondas, aunque ya para esa fecha comenzaron a dar sus primeros pasos Robertlandy Simón y Yoandri Díaz.
Mundial de Voleibol: la clase cubana del 2010 todavía brilla
Estos jugadores, junto a Wilfredo León, Yoandy Leal, Raydel Hierrezuelo y Fernando Hernández fueron los protagonistas del espectacular regreso al más alto nivel mundial en el 2010. En Italia, contra todo pronóstico, la escuadra antillana dirigida por Orlando Samuels, avanzó y avanzó hasta quedarse con una histórica medalla de plata, igualando el mejor resultado del voleibol masculino en su trayectoria por las citas del orbe.
Cuba ganó invicta la fase de grupos por encima de Brasil, España y Túnez. En la segunda ronda le ganaron a México y perdieron con Serbia, pero consiguieron mantenerse con vida y en una tercera fase volvieron a imponerse sobre España y Bulgaria para colarse en semifinales.
En esa instancia se encontraron de nuevo con Serbia y sacaron una gran victoria 3-2 sobre Serbia, con ataque decisivo de Wilfredo León (23 puntos), Yoandy Leal (21), Robertlandy Simón (17) y Fernando Hernández (13). Cuba estaba de nuevo en una final mundial con una generación muy joven y talentosa, que no pudo en el examen final con Brasil.
Sin embargo, ese grupo también se desarticuló. En cuestión de tres años, la mayoría de esos jugadores habían salido a probar suerte en el profesionalismo ante la imposibilidad de insertarse en circuitos rentados y mantener los vínculos con el movimiento deportivo cubano. Vino entonces otra etapa de oscurantismo y resultados decepcionantes en Campeonatos Mundiales (lugar 11 en el 2014 y 18 en el 2018) que, con suerte, podría terminar en este 2022.