Hace unas semanas me hicieron llegar el siguiente logo; un esperpento al que se le puede sacar mucho jugo. Sin embargo, a pesar de lo tentador de abrirlo en canal para ver lo que tenía por dentro, lo dejé en paz. La carencia de material de análisis me hizo retomarlo. Aquí una primera aproximación basada en mi conducta. No quería manosearlo. No uso calificativos despectivos gratuitamente, solo pretendo recrear verbalmente el “objeto social” de esta empresa: recogida y procesamiento de basura.
Y hablando de ella, toda épica está de más. Se impone renunciar a enarbolar principios, manifestar lealtades sobre este maloliente relato.
El logo es esencialmente gráfico. El uso de la tipografía —excepto por las iniciales— apenas asoma. Curioso que la única realidad de ese amasijo sea desatendida. Las consonantes S y C renuncian a las palabras que deberían encabezar y se alzan sin compromiso sobre ellas. El resto de los elementos está contenido dentro del símbolo del reciclaje. Ahora, ¿de qué reciclaje hablan? Comunales ya tiene problemas de sobra para recoger la basura. Y, cuando lo hacen, suelen destrozar los parterres y contenes. Por otro lado, la indisciplina social vandaliza los tanques. ¿Cuál es el punto de dirigir la atención a un proceso de reciclaje fantasma?
Dentro del símbolo, abandonado a su suerte, vemos el mapa de Cuba y una estrella náutica. Al leer literalmente este texto no verbal, concluimos que el país toma los detritos por guía, o rota dentro de un tambor de reciclaje tratando de separar sus elementos constituyentes para ser reutilizados a posteriori. También pudiera leerse que el norte de los servicios comunales es el reciclaje y que la nación se alista para reutilizar lo mejor de sí misma. Si así fuera, ¿es apropiado el contexto para hacer esa promesa “electoral”? Otra posible lectura, aún más enajenada por inútil, resultaría de la capitalización del mapa insular con su inicial.
Deducciones
Como es usual en esta clase de malformaciones semióticas, el autor pertenece probablemente a la vieja guardia. Un corpus pretoriano comprometido a hacer propaganda política en cualquier escenario y sobre cualquier soporte. Para ello, no se necesita formación académica sólida, ni talento, ni siquiera un mínimo de sentido común. Su misión es tirar del carro, proyectar “confianza ciega”. Suelen utilizar la imagen de Cuba como recurso de identidad institucional o empresarial. Se trata de un nacionalismo bastante barato, cuyos destinatarios poco tienen que ver con el propósito de sus instituciones y mucho con la estructura piramidal que las sostiene ideológicamente.
Más allá de la proyección simbólica que necesitan para singularizar entes puntuales, tampoco cuentan con los conocimientos técnicos para materializarlos. Agrupan de cualquier manera las células significantes confiando en que un público cautivo —y la ausencia de otro sistema confrontacional— pueda decodificar el núcleo del mensaje. Ese mensaje no es la empresa cubana de servicios comunales, sino el heroico esfuerzo que hace el gobierno para garantizar el proceso de recolección de basura y la fantasía de su reciclaje.
Consideraciones
Como siempre, se advierte la dramática ausencia de evaluadores capacitados para desaprobar una propuesta no solo conceptualmente enferma, sino inútil en la praxis.
De estos cataclismos comunicacionales se pueden destilar algunas directrices tácitas y no tanto: el enmascaramiento de la realidad, sustituyéndola por un ideal inalcanzable o utópico; la sórdida aceptación de que los principios fundacionales de esta y cualquier otra empresa están en un escalón superior e intocable al del uso.
La idea de asociar el mapa de Cuba con la basura y su reciclaje está fuera de discusión. El símbolo de reciclaje es una estafa. No hay un programa de reciclaje sostenido en uso, más allá de que esté entre los objetivos del milenio. Los servicios comunales son bastante más que la recogida de la basura.
Cuando se trabaja en la creación de símbolos para empresas que laboran en condiciones o con materias primas “excepcionales”, se debe ser muy cuidadoso para no impregnarlas con esa “excepcionalidad”.
Una última asociación: en Cuba reciclamos desde hace mucho. Desde las camisetas blancas que se lavan hasta que se les caen las mangas, los estropajos eternos a los que celebramos cumpleaños, las bolsas plásticas, los envases de todo tipo… Es difícil encontrar algo que no sea reutilizado hasta su desintegración atómica. Ese logo sí pudiera ser un homenaje a nuestra necesidad de reciclar. Un canto a nuestra anémica huella ecológica. Así lo reciclaríamos, sacándole algún provecho.
Me encanta su Seccion, aprendo y me rio (o tal vez deberia llorar) con situaciones cotidianas que a veces a fuerza de costumbre no notamos
Gracias, necesitamos de estos análisis