A finales de los años noventa del siglo pasado, Garry Kasparov hizo trizas una Defensa Pirc, humilló a Veselin Topalov y firmó su partida inmortal. La que se merecía, luego de haber franqueado los umbrales del gran templo de Caissa con sus sonoros triunfos sobre Anatoly Karpov.
El Ogro de Bakú, como solían llamarle al azerí, había empezado a caminar rumbo a la gloria en 1976, con un triunfo feroz e inesperado en el Campeonato Juvenil de la extinta Unión Soviética. Con solo 13 abriles, el benjamín hizo 7 de 9 unidades posibles y dejó a casi todos boquiabiertos. Pero al año siguiente revalidó el trofeo y ya no dejó lugar a la sorpresa, luego de aproximarse demasiado (8.5 de 9) al score perfecto.
En adelante, todo fue muy rápido. Ganó el Memorial Sokolski -un punto de inflexión en su carrera según ha dicho él mismo-, y en 1980 se coronó campeón mundial de su categoría. Era un ciclón, y metía miedo. Sobre todo a partir de que con 19 años fuese el Candidato más joven desde el atormentado hijo de Chicago, Bobby Fischer. Y una vez que dispuso del ex monarca universal Vasili Smyslov, obtuvo el derecho de desafiar al rey. Que no era otro que Karpov, todo un hueso. Ahí comenzó una tensa historia…
La pulseada entre las dos K ha sido, muy probablemente, la más mediática que ha presenciado el deporte. Por encima de Alí-Frazier, Johnson-Bird, Sampras-Agassi y Senna-Proust. En torno a ella se movía el juego, pero también pugnaban grandes fuerzas políticas. De un lado, Karpov, apacible y gélido. Del otro, el áspero talento que acabaría formando parte de la Santísima Trinidad del ajedrez, junto a Fischer y José Raúl Capablanca.
El primer capítulo de la novela se rodó en 1984. Karpov arrancó en tromba y se puso delante 4-0 en un match a seis victorias. Sin embargo, Kasparov forzó 17 tablas sucesivas, perdió un nuevo cotejo e hilvanó otra cadena de empates hasta vencer en la partida 32. Después se impuso dos veces seguidas en la 47 y la 48, colocó el marcador 5-3 y pareció que habría una remontada milagrosa.
Ciertamente, Karpov –doce años mayor que su adversario- lucía agotado a esas alturas, había perdido diez kilos y sufrido a fondo el palo sicológico de la sublevación. ¿Se podría salvar? Eso no va a saberse jamás, porque el titular de la FIDE a la sazón, Florencio Campomanes, dio por terminado el duelo intempestivamente, alegando razones que no convencieron a nadie. O a muy pocos.
Ninguno de los bandos celebró (al menos, no públicamente) la decisión del filipino, y aquel match por la corona entró en los libros como el más largo y el único sin resultado. A partir de ese instante, Kasparov y la FIDE empezaron a sostener un férvido careo.
Poco tiempo después, en un segundo enfrentamiento, el azerí se instalaría en el trono con apenas 22 años cumplidos, destrozando la marca establecida dos décadas antes por Mijaíl Tal, quien se había proclamado campeón con 23. Y llegaron entonces las revanchas: Londres-San Petersburgo’86, Sevilla’87, Nueva York-Lyon’90, y todas las ganó Kasparov. De manera muy estrecha, pero definitivamente favorable.
Su gobierno había sido validado de sobra. Era tiempo de dar paso, pues, a su ambiciosa vocación de liderazgo, y así se llegó al cisma lamentable de 1993, cuando el genio de Bakú fundó la Asociación Profesional de Ajedrez y dirimió, fuera de la jurisdicción de la FIDE, otro match por el reino del tablero.
Tal como se esperaba, Kasparov apabulló en el dual meet al inglés Nigel Short. Y encontró un nuevo retador –y otra víctima fácil- en el indio Viswanathan Anand. Pero seguidamente, en el 2000, perdió el rumbo (y la poltrona) frente a su antiguo discípulo Vladimir Kramnik, que apeló a la Defensa Berlinesa de la Apertura Española para no darle espacio de victoria y liquidarlo por dos triunfos a cero. (O sea, invicto, tal como había hecho Capablanca frente a Lasker).
Tras la pérdida, el Ogro conservó el número uno del escalafón universal y sumó nuevos éxitos en super torneos, hasta que, tras imponerse por novena ocasión en Linares, anunció su retiro de la competición en 2005. Ya no tenía objetivos personales en el ajedrez, señaló, y había sido frustrante el fracaso para reunificar el título. De modo que se sumergió en sus libros –Mis Ilustres Predecesores es un clásico- y multiplicó sus intereses en la vida política de Rusia.
Detrás de él, como una alfombra roja, quedaba la leyenda. Cerca de veinte años a la cabeza de la clasificación planetaria, con un tope de 2851 puntos ELO (julio de 1999) que solo quebró hace pocos meses el prodigioso Magnus Carlsen. Once premios Oscar del Ajedrez. Ocho cetros olímpicos por equipos, y cinco individuales en el primer tablero. Combates memorables contra fortísimos programas informáticos. Partidas trepidantes, jugadas a su estilo y no al de los rivales.
Contra Topalov dio una prueba de su clase magistral. Fue en Holanda, durante el prestigioso Wijk aan Zee. En una posición de apariencia nivelada, Kasparov se gastó el lujo de un sacrificio de torre que, de ser rehusado, conducía al empate. Pero el búlgaro, siempre temerario, no creyó en Garry y se metió de lleno en las complicaciones. Al final, mientras los más entusiastas decían haber visto la “Partida del Milenio”, Kasparov mostró las ¡18 jugadas! que había calculado al sacrificar la torre.
Aquí está ese cotejo, analizado por su propio artífice…
Blancas: G. Kasparov. Negras: V. Topalov.
1.e4 d6 2.d4 Cf6 3.Cc3 g6 4.Ae3 Ag7 5.Dd2 c6 6.f3 b5 7.Cge2 Cbd7 8.Ah6 Axh6 9.Dxh6 Ab7 10.a3 e5 11.0-0-0 De7 12.Rb1 a6
Kasparov señala que no es aconsejable la impetuosa 12…a5 debido a la continuación 13.Cc1 b4 14.dxe5! dxe5 15.Ca4 bxa3 16.b3, con clara ventaja.
13.Cc1 0-0-0 14.Cb3 exd4! 15.Txd4 c5 16.Td1 Cb6!
Las negras han jugado de maravillas, sin permitir ventaja alguna al enemigo.
17.g3 Rb8 18.Ca5 Aa8
A estas alturas, Kasparov ya rumiaba combinaciones con la irrupción de su Dama en el ala Dama.
19.Ah3 d5 20.Df4+ Ra7 21.The1 d4 22.Cd5 Cbxd5 23.exd5 Dd6 24.Txd4!!
He aquí el comienzo de una secuencia portentosa…
24…cxd4?
Kasparov temía 24…Rb6!, pero Topalov yerra. De haber acertado, podría haber respondido a 25.Cb3! con 25…Axd5!, quedando en buena posición.
25.Te7+!
No 25.Dxd4+? por Db6 26.Te7+ Cd7, etc.
25…Rb6
Si 25…Rb8 las blancas ganan con la hermosa variante 26.Dxd4! Cd7 27.Axd7 Axd5 28.c4! Dxe7 29.Db6+ Ra8 30.Dxa6+ Rb8 31.Db6+ Ra8 32.Ac6+! Axc6 33.Cxc6, etc, con mate inevitable.
26.Dxd4+ Rxa5
Las negras siguen con su marcha forzada. No vale 26…Dc5 por 27.Dxf6+ Dd6 28.Ae6!! (es asombrosa la cantidad de bellas combinaciones que contiene la partida) 28…Axd5 29.b4! Aa8 30.Dxf7 Dd1+ 31.Rb2 Dxf3 32.Af5 y mate.
27.b4+ Ra4 28.Dc3
Luego se demostró que la sugerencia de Kavalek 28.Ta7! era más exacta, pero eso es secundario.
28…Dxd5
Si 28…Axd5 29.Rb2, para Db3+ y mate.
29.Ta7!
No 29.Dc7? porque Dd1+ y tablas.
29…Ab7
Topalov creía en este momento que la partida terminaría en tablas con 30. Dc7 Dd1+ 31. Rb2 Dd4+.
30.Txb7! Dc4
Si 30…Td6, pierde debido a la preciosa 31.Tb6!!, y la amenaza 32.Txd6 y Db3. Mejor era 30…The8!, tras lo cual Kasparov gana con 31.Tb6 Ta8 32.Af1!! Te1+! 33.Dxe1 Cd7 34.Tb7!! Dxb7 35.Dd1! Rxa3 36.c3, con mate inevitable a base de Dc1+, Dc2+ y Da2++. Otra defensa posible era 30…Ce4, que da lugar a estas bonitas variantes: 31.fxe4 Dc4 32.Ta7!! (Otra maravillosa jugada) 32…Td1+ 33.Rb2 Dxc3+ 34.Rxc3 Td6 35.e5 Tb6 36.Rb2 Te8 37.Ag2! Td8 38.Ab7 Td7 39.Ac6!! Td8 40.Ad7, con final ganador.
31.Dxf6 Rxa3??
Lo mejor era 31…Td1+! 32.Rb2 Ta8 33.Db6! Dd4+ (o 33…a5 34.Ad7, ganando.) 34.Dxd4 Txd4 35.Txf7 a5 36.Ae6 axb4 37.Ab3+ Ra5 38.axb4+ Rb6 39.Txh7 Tc8 40.h4, con un final muy superior de 3 peones por la calidad.
32.Dxa6+ Rxb4 33.c3+! Rxc3 34.Da1+ Rd2
Si 34…Rb4 35.Db2+ Ra5 36.Da3+ Da4 37.Ta7+, ganando.
35.Db2+ Rd1 36.Af1!!
Bella desviación de la Dama -que no puede defender e2 y c2 al mismo tiempo-, aunque su valor va unido a la siguiente jugada blanca.
36…Td2 37.Td7!
El último toque maestro: lo demás es una muerte anunciada.
37…Txd7 38.Axc4 bxc4 39.Dxh8 Td3 40.Da8 c3 41.Da4+ Re1 42.f4 f5 43.Rc1 Td2 44.Da7 1-0
LA FRASE: “En ajedrez, mi palabra es cercana a la de Dios”. G. Kasparov.