Hace unos meses publiqué en La Gaceta de Cuba una entrevista a Osdany Morales —narrador maravilla de turno, con una maestría en Escritura Creativa en NY (sí, Osdany permutó de Nueva Paz a Nueva York), nombre que venía circulando desde hace rato por escritorios de editores a la espera del próximo young cuban writer. Por alguna razón que desconozco, la entrevista, que tenía como pretexto el libro Papyrus (Letras Cubanas, 2012), se acaba antes del clímax. No aparece el final. Aquí lo reproduzco:
2013. Los miembros del jurado del Premio de la crítica literaria se reúnen en La Habana. Disertan. A veces toman notas, pero por regla general no escriben, cada uno postula sus libros ejemplares (algo bien cervantino). Discuten. Es evidente que en la crítica literaria intervienen las leyes de Darwin. Deliberan. Apenas hay textos de ficción entre los ganadores: ningún libro de cuentos, ninguna novela, salvo La catedral de los negros y el guion literario de Fresa y chocolate. Me pregunto —aunque ya sé la respuesta— cuántas papeletas habrá obtenido Papyrus…
Conclusión A: La ficción made in Cuba no rebasa una marca de agua.
Conclusión B: El jurado interpuso el “mal de ojo” de los intelectuales.
Conclusión C: La democracia —como diría Borges—es un abuso de la estadística.
Me gustaría partir de este fragmento —que no está en ninguna parte— para pensar la gramática de los premios en Cuba pues, al parecer, ganar un premio es algo que a todo escritor cubano le ha sucedido alguna vez. En serio: ¿Ustedes conocen a algún escritor cubano que no haya obtenido, al menos, un premio? Un dato a tener en cuenta, un dato alarmante: se premian tantos libros en la Isla que empiezan a escasear los textos no laureados. Solo para que tengan una idea, el cuentamillas de los certámenes literarios —si sumamos todos esos concursos de comarca, que son como raras especies que empiezan y terminan en sí mismas— se sextuplica, en promedio, cada ocho años, en tanto nuestro índice de población apenas crece. Si continuáramos con este ritmo, en el 2514 la población cubana será apenas de 13 millones, mientras que el número de premios se habrá multiplicado exponencialmente. Para entonces, no quedarán autores que premiar. Hoy, desde esa lógica, relaciono tres libros excelentes que no han sido reconocidos con el Premio de la crítica literaria. Tal vez sean, después de todo, los únicos libros no laureados en Cuba.
UNO: Tregua fecunda (Unión, 2012), de Legna Rodríguez Iglesias. No premiar este cuaderno de Legna es un método de control biológico, bactericida, pues se trata de una escritora que ha ganado casi todos los certámenes literarios cubanos con sus libros “degenerados”. Esa es la marca de Legna Rodríguez Iglesias, que en vez de escribir “cuentos”, “novelas” o “poemarios”, dice que no, que “preferiría no hacerlo” —como Bartleby—, y publica libros “bastardos” y gana concursos con su depravación literaria. Así que ya saben, lo mismo de siempre: nuestros críticos se mantienen orgullosamente distantes. Lo cual es relativo, claro, porque al correrse la voz de que Legna había publicado Tregua fecunda (y ganado el Cortázar y el Calendario y el Wolsan y…) fueron muchos los que se acercaron a la UNEAC para dejar anónimos como flores, entonar “Rapsodia para el mulo” con el brazo en alto, aullar cosas como “literatura naíf” o agarrarse a patadas con el que saltaba de felicidad haciendo flamear la bandera de la houdinesca Generación Cero.
Lo que no impide que sus libros sean cada vez mejores y que sus versos hoy formen parte del inconsciente colectivo sexual. Ejemplo al azar: “He sufrido la inconsolable manía de chupar la piedra” (Chupar la piedra, 2013). Otro: “Una mujer que singa piensa” (La gran arquitecta, 2014). En letras de neón. Fantástico y resumido. Casi un tweet de Descartes. Imagino a la Academia Cubana de la Lengua en pleno —la Academia Cubana que es conocida por dar sopapos a los escritores menores de cuarenta años y por sus intrépidos diseños de vestuario, con medallón y toga estilo “Albus Dumbledore” (solo falta Excalibur) incluidos—, discutiendo el significado de la palabra “singar”. Y resulta que, en su primera acepción, “singar” equivale a: “remar con un remo armado en la popa de una embarcación manejado de tal modo que produzca un movimiento de avance”. Acto seguido pienso en todos esos cófrades investidos, repitiendo una y otra vez: “una mujer que rema piensa”, “una mujer que rema piensa”, del mismo modo en que Charles Foster Kane susurraba el nombre de un trineo —que no tenía sentido para nadie, excepto para él— antes de morir.
DOS: Días de entrenamiento (Fra, 2012), de Ahmel Echevarría. Para esta novela el jurado del Premio de la crítica tiene la cuartada perfecta: no está publicada en Cuba. Evaluada en principio por algunas editoriales, continúa siendo el blanco de una generosa política de abstinencia. En un país donde un origami se confunde con una pieza política, el libro de Ahmel es el Anticristo. Pensemos en una novela que tiene un personaje peligrosamente cercano a Fidel Castro. Un personaje “de fierro” que vaga por la ciudad y que en su próxima reencarnación quiere ser escritor. Para qué decir más.
Sin embargo, si bien este volumen, hasta hoy, ha sido impublicable e impremiable en la Isla (mereció apenas una mención en el UNEAC y una palmadita de Antón Arrufat en el hombro de Ahmel), después de que ocurra el acontecimiento que ella narra, se convertirá, estoy seguro, en una novela de culto. Este libro hará un switch y pasará de inhibida a ser una novela leída con devoción y hasta fervor desde el poder. Porque Días de entrenamiento es en el fondo una novela elegíaca que narra, hermosamente, el adiós de una época, un personaje, una figura. De un hombre que se convierte al final —como aquel álter ego de Virgilio Piñera— en isla, “una isla como suelen ser las islas”.
TRES: Aterrizaje. Después de la crítica de la razón cínica (Ediciones Luminaria, 2012), de Elvia Rosa Castro. Un libro bacteriano que después de leerlo tuve ganas de que el ensayo cubano se elviarosanizara. Pesadillesco y descargoso. Prosa neurótica. De hospital. Sin vainilla. ¿Qué significa Aterrizaje.… para el campo cultural cubano? Un golpe a la cátedra. Un cuentapropismo académico. Ahora que lo pienso: ¿Elvia será legal? ¿Tendrá licencia para historiar el arte y filosofar? (Según tengo entendido, no existe amparo legal para un filósofo dentro de las nuevas regulaciones del trabajo por cuenta propia en Cuba. Sí constan las patentes de “Peluquero de animales”, “Aguador” —según la resolución: “no incluye la venta de agua en vaso”—, “Entrenador de animales afectivos”, “Reparador de fosforeras”, etc. Pero no hay timbiriche para los filósofos.) Una cosa está clara: Elvia molesta. Molesta su estilo “por la izquierda”, su idea del cinismo como una insignia patria. El cinismo que late en el abdomen de nuestro país como un alien en inCUBAción.
En cualquier caso, días atrás leía en facebook —ese otro Hurón azul— las filtradas noticias de los resultados del Premios de la crítica literaria 2014. ¿Cuál es la Letra de este año?
Signo: “Quinquenio Gris Revolution”.
Rige: Editorial Letras Cubanas.
Acompaña: Editorial Unión.
Refrán del signo: “La repetición es una forma de cambio”.
La noticia competía en mi perfil con la nueva campaña viral de Alfaguara: “los diez libros que te marcaron”. Confieso que pensé, a propósito de los creativos de Alfaguara: “cuando se tienen una serie de problemas resueltos, uno suele hacer cosas así”. Pero después se me ocurrió una idea que ofrezco a quienes quieran ejecutarla. Qué tal si para introducir un poco de anarquía en nuestra latitud, cada cual elabora una lista, un decálogo de libros excelentes que nunca recibieron el Premio de la crítica literaria en Cuba. Algo del tipo: “Las películas que nunca se llevaron el Oscar”. Porque, a fin de cuentas, qué es un Premio de la crítica literaria sino un Oscar de 1000 CUP.
Espectacular, 100% de acuerdo
Jajaja, me encanta la forma en la que recomiendas los textos que analizas. me dan ganas incluso de leer al Legna, que es una autora que no me gusta, pero que tú haces interesante. De los tres libros que mencionas sólo he leído el de Elvia, que me parece fantástico. Prometo comprar Tregua fecunda y conseguir esa novela que comentas. Me encanta lo que escribs!!
Tuve la dicha de editar el libro de Elvia. Todo un banquete. ¿Qué editorial cubana quiere hacer una reimpresión? O una reedición.
Saludos,
Arturo Delgado Pruna
Hola, Gilbert, este post sí que es un banquete. El origami una pieza política… Buenas recomendaciones. Saludos
Lo interesante, es que este autor diga que es posible que un libro sea un libro de culto para un futuro, solo falta saber que el autor es un Babalawo literario. Por Dios, chicos, maduren. Sabes que tanto tiempo tuvo que esperar Cervantes, para que su novela fuera considerada novela de culto, sabes que en su principio fue rechazada y hubo que esperar 70 años. Indaga sobre esto, y ni hablar de Kafka.
Excelente…me encanta