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Las decisiones importantes siempre dejan cicatrices que nos recuerdan quienes somos y a dónde vamos. El camino queda mucho más claro cuando llega el momento de tomar esa determinación que ha ido quitándote el sueño por meses y no te has atrevido a confesarle ni a tu propia familia.
De repente, te encuentras en un supermercado en Houston. Atrás, la vida en Cuba, Pinar del Río, la selección, tus padres… Adelante, la puerta a un sueño: la USL, la MLS, Seattle, el campeonato, los juegos de estrellas, altibajos, lesiones, goles… El umbral marca el sendero de una leyenda a contraluz.
Decides en segundos, aunque lo hayas pensado tiempo atrás. Atraviesas la puerta. Huyes tras esa estela y asumes las consecuencias de una nueva vida. Sufres, pero no pierdes el foco. La soledad y tú acordaron confiar.
Los periódicos se hacen eco: “El mediocampista Osvaldo Alonso no regresó de un viaje de compras en Houston”. Los titulares sobre la deserción de dos futbolistas cubanos de la selección nacional durante la Copa Oro 2007 se multiplican mientras descuentas los kilómetros rumbo a Miami, con una mochila, unos cuantos dólares y la vida pasada reproduciéndose en tu cabeza como una película. Es junio de 2007. Entonces, y solo entonces, te preguntas quién eres.
I. Génesis
“Desde pequeño siempre jugué fútbol. Tenía 4 años y ya mi primer entrenador, que vivía cerquita de casa de mi abuelo, me llevaba a la cancha a entrenar. Como todos los cubanos, también jugábamos pelota, trompo, dominó, bolas… lo que se hace en la isla cuando se es pequeño.
“Mi amor al fútbol llega mediante mi padre, que fue un gran delantero. Estuvo en la selección muchos años y era un referente de Pinar del Río y el equipo nacional. Crecí viéndolo jugar, lo poco que pude ver, y escuchando lo que hablaban todos en San Cristóbal sobre él. Eso me hizo querer practicar, parece que lo llevaba en la sangre”.
¿La familia te apoyó desde el principio?
Siempre. Solo hubo un momento en que mi mamá, como toda madre, no quería que fuera para la Eide (Escuela de Iniciación Deportiva Escolar) tan pequeño, con las situaciones que había en esos lugares, pero al final los entrenadores la convencieron. Creo que ese fue un gran paso que me permitió seguir adelante.
¿Qué piensas cuando recuerdas aquella etapa?
Son años que fueron una enseñanza grande para mí y para muchos deportistas cubanos… los trabajos que uno pasa ahí: el hambre, el frío… necesidades que la gente ni se imagina. Los que están aquí en el extranjero, los que juegan profesional, no tienen idea de cómo es la vida de un cubano en la Eide y la Espa (Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético), con las carencias que existen, pero uno es guerrero y siempre deseó llegar arriba.
Gracias a Dios, con esa mentalidad salí adelante. Resultó difícil pasar la Eide siendo tan joven, desde que tenía 11 años, becado, lejos de la familia. No obstante, todo fluyó, y esas escuelas fueron muy importantes para el desarrollo de mi carrera.
***
El pequeño Osvaldo fue haciéndose más grande. Resaltó de categoría en categoría y pudo emular el paso de su padre con el equipo de su provincia. La diferencia estaba en la posición, el heredero de un “matador del área” había decidido jugar en la bomba central. No convertiría tantos goles, pero sería el encargado de sostener al equipo en equilibrio. En la campaña de 2006, Pinar del Río logró coronarse campeón nacional y Alonso alcanzó una de sus primeras metas deportivas.
“Fue algo increíble. Creo que era lo que me faltaba en Cuba. Tuve la dicha de ser campeón en 2006 con mi provincia y replicar lo que hizo mi papá: ser referente en el equipo. Fue una temporada excepcional, que me hizo muy feliz porque Pinar necesitaba ese título; llevaba bastante tiempo sin ganar un torneo y ese año se nos dio.
“En el último partido nos enfrentamos a Villa Clara, allá en Pinar del Río, San Cristóbal, en La Bombonera… Las Villas era el rival más fuerte que había, teníamos que ganar obligatoriamente, porque si ellos empataban eran campeones. Si mal no recuerdo, un centro mío fue la asistencia para el gol de cabeza de Alcántara, 1-0. Le dimos la victoria al conjunto y fuimos campeones. ¡Impresionante!”.

Su temporada no pasó inadvertida y ese mismo año Raúl González Triana lo tuvo en cuenta para formar parte de la selección nacional, en la que jugó como titular desde el principio y compartió cancha con los referentes a nivel de país en esos momentos.
“Ese año estuvo increíble. Tuve la bendición, siendo tan joven, de contar con el llamado del profe Triana. Recuerdo mi llegada, con grandes figuras que, la verdad, me apoyaron mucho. Había excelentes jugadores como Odelín Molina, Yenier Márquez, Jorge Luis Clavelo, Jaime Colomé, Alain Cervantes, Pedro Faife, Lester Moré, Silvio Pedro Miñoso, ejemplos en la selección de ese tiempo, y llegar nuevo y ganarme un puesto fue muy lindo para mí”.
II. Renacer
Es junio de 2007, el viaje es largo. Repasas las últimas horas. Todavía no puedes creer que haya sucedido. Una mezcla de felicidad con incertidumbre no te deja disfrutarlo a plenitud. ¿Cómo se habrán enterado en Cuba? ¿Cuándo volverás a verlos? ¿Ahora qué viene?… Las preguntas rebotan en tu mente sin control. Nadie dijo que renacer sería fácil.
“La decisión de quedarme en Estados Unidos estaba tomada. Desde que clasificamos en Trinidad y Tobago, esos seis meses los pasé pensando en que sería mi último tiempo en Cuba. Una decisión pensada, que gracias a Dios salió bien, pero al mismo tiempo una elección dura, porque entonces si te quedabas ya no podías regresar. Debías dejar a tu familia y todo atrás.
“Nadie lo sabía. Eso uno tiene que decidirlo personalmente, porque son cosas que para que se den deben hacerse con discreción. Al principio resultó muy duro para la familia, fue algo inesperado para ellos, y más con la incertidumbre de cuándo volveríamos a vernos. Mis padres lloraron mucho; hablé con ellos, les dije que era mi futuro y poco a poco fueron entendiendo. Se dieron cuenta del porqué y actualmente les pregunto si no fue la mejor decisión y se ríen y me dicen que sí. Estoy muy complacido por todo lo que he logrado aquí”.
¿Cómo viviste esos primeros meses en Estados Unidos?
Ser inmigrante aquí, o en cualquier otro país, es difícil. Eran momentos complejos, pero siempre pensé en positivo y seguí con la mentalidad de que si no se daba el fútbol, iba a echar p’alante en lo que fuera. Tenía dos manos, dos pies y estaba joven. El tema era luchar por mí y por mi familia. Se me dio el fútbol, y estoy muy contento por haber tenido la dicha de poder jugar en este país que me dio tanto.
Pero fue complicado no saber el idioma, no tener familia, estar solo, saber que no podía regresar a Cuba… saber que existía la posibilidad de que podía pasar algo en mi familia y yo no podría ir a verlos. Fueron años sin saber de ellos prácticamente, porque en Cuba en aquel tiempo no había mucho Internet, un solo teléfono en mi cuadra. Era muy limitada la comunicación: una llamada por teléfono, 5 minutos y ya. Cuando pasó el tiempo y pude ver a mis seres queridos, darles un abrazo, un beso, fue algo muy especial.
Tu primera oportunidad llegó con Chivas USA, pero como la contienda estaba acabando y no tenías los papeles listos la prueba se postergó y, pese al interés que había mostrado el entrenador, no te llamaron. ¿Cómo afrontaste ese período?
Seguí buscando posibilidades. A principios de 2008, en Los Ángeles, hice unas pruebas con los Red Bull y Colombus y las puertas seguían cerradas, pero nunca dudé, porque confiaba en mi calidad, en mi mentalidad. Siempre tuve ese pensamiento de que iba a jugar aquí. Entonces apareció Charleston Battery de la USL (United Soccer League), que es el segundo nivel del fútbol en Estados Unidos. Ya Lester Moré había firmado con ellos y un amigo que conocimos en New Jersey nos ayudó con el tema del contrato y habló para que me llevaran a probarme. Hice el viaje a Charleston y nada, después de una semana entrenando, me dijeron que me querían firmar y ahí empezó la carrera en ligas profesionales.
Una vez dijiste que al llegar al equipo Cuba sentiste que habías tocado el techo del futbol en la isla. Una vez firmado en la USL, ¿qué meta te pusiste?
En Cuba, la selección mayor era el tope del futbolista. Ya después debías mantenerte ahí. Había sido elegido el mejor jugador de los Juegos del Alba, Jugador Más Valioso de las Olimpiadas del Deporte Cubano, era titular en la selección, entonces estaba en un buen nivel. Firmar en la USL me dio un plus increíble. Venía con unas aspiraciones grandes, cada vez que entré a la cancha di lo mejor de mí, y creo que eso fue lo que me ayudó a poder firmar con Charleston esa temporada.
Me propuse llegar a la MLS. Mi objetivo era jugar solo un año en la USL. Sabía que tenía calidad para hacerlo, porque había visto el nivel cuando entrené con Chivas USA. Después tuve unos amistosos contra otro equipo de MLS, jugué bien, y dije: “Mi meta es la MLS, voy a luchar lo más que pueda para lograrlo”, y así fue.
¿Cómo viviste esa primera experiencia profesional en un año que fue sobresaliente tanto a nivel colectivo como individual?
Había buen nivel en la USL, con muchos equipos que están ahora en la MLS: Seattle, Vancouver, Portland… En Cuba uno lo veía muy lejos, pero cuando estás aquí, que entrenas a la par, tienes las mismas condiciones que esos jugadores y ves que puedes, vas sintiendo que se empareja el nivel, que son seres humanos como uno. Mi mentalidad sobresalía por eso. Siempre quise más para mí y el equipo.
Me fue muy bien ese año. Obtuve varios premios individuales, fui el novato del año, el MVP del equipo, estuve en el Once Ideal, y llegamos a la final de la Open Cup, que hacía años ningún club de segunda división lo conseguía… Una temporada grande. Creo que me abrió las puertas para después llegar a Seattle, pues cuando estábamos en la USL nos enfrentamos muchas veces con ellos.
III. El ascenso a la gloria
Tras un año impresionante, Alonso cumplió el objetivo y firmó con Seattle Sounders, una franquicia que jugaría en la MLS, el máximo escalón del fútbol en Estados Unidos. El reto era cada vez mayor, pero su mentalidad seguía intacta, abierta a nuevos desafíos. “En el primer curso entramos en los playoffs, ganamos una Open Cup y fue un año lindo. Con el paso del tiempo, repetimos el título en la Open Cup y regresamos a postemporada. Éramos un equipo competitivo, siempre luchando por los títulos. En el 2014 ganamos de nuevo la Open Cup, la Supporters’ Shield y estuvimos a nada de ser campeones de la MLS”.
Para 2016, Seattle jugaba su octava temporada en la primera división. Pero la inestabilidad marcaba las actuaciones de un club que no encontraba el rumbo bajo las órdenes del coach Sigi Schmid, quien fue despedido a finales de julio para dar paso al mandato de Brian Schmetzer. Ni los más optimistas podrían imaginar lo que el destino tenía preparado. Alonso vivió un año épico y una vez más hizo gala de la garra que lo caracterizaba.
“Estábamos a 11 puntos de entrar en los playoffs, creo que con 10 o 12 juegos para terminar la temporada y sacaron al coach Schmid. Fue un año difícil al principio, pero nos mentalizamos. Llegó como refuerzo el uruguayo Nicolás Lodeiro, que nos ayudó muchísimo, y poco a poco mejoramos. Al final logramos el título que tanto esperaba. Aquello acabó siendo asombroso, fuimos de menos a más. Lo ganamos en Toronto, una final fantástica, con un frío tremendo, pero las cosas se nos dieron y eso nos hizo muy felices”.
En la final de conferencia jugaste lesionado un partido decisivo. ¿Cómo asumes ese riesgo que pudo haberte dejado fuera de una hipotética final?
Sí, en Colorado, minuto ’70 más o menos. Me di un golpe y la rodilla se me viró un poco. Pensé que se habían roto los cruzados; seguí, pero me dolía mucho y el entrenador decidió sacarme. Estaba muy triste, pensé que me perdía la final de la MLS, fueron días complicados. Llegamos a Seattle, hicieron los estudios y dijeron que todos los ligamentos estaban bien, que tenía un problema en un tendón que dolía mucho. Debía tener el pie inmovilizado.
Le dije al entrenador: “Voy a jugar. Busca la manera con los doctores de ponerme lo que sea ahí, alguna inyección que me anestesie, porque es la final. ¡No me la voy a perder! Mientras no sean los cruzados, ¡me inyecto lo que sea!”. Así fue, estuve como diez días sin entrenar. Estaba sentado, poniéndome hielo, recuperándome para poder jugar la final. No corrí nada. Me probaron unas inyecciones para ver si se aliviaba el dolor. Me sentía cómodo, y pensé: “¡Puedo jugar!”.
Llegamos a Toronto, me pusieron la inyección antes del entrenamiento y sentí un poco de dolor, pero tenía la sensación de que podía estar en el partido. Entrené bien con la anestesia y le comenté al coach: “¡Estoy listo pa’ mañana!”. Me inyectaron antes de salir a la cancha, con mi molestia al principio; hasta que después ya cogí la anestesia y jugué más cómodo.
En el segundo tiempo tuvieron que volver a poner más, porque se estaba yendo el efecto. Terminé con la rodilla desbaratada. Cuando acabó el choque, que salimos campeones, lloré de alegría por todo el sacrificio. No obstante, después tuve vacaciones; pero fueron complicadas porque la articulación estaba dañada y el tratamiento duró más tiempo del que hubiera tocado normalmente. Aun así, valió la pena.
Si de momentos cumbre se trata, hablemos de la final de la Open Cup de 2011. Un gol para sellar un título, pero no un tanto cualquiera, sino uno digno de los mismísimos Lionel Messi o Andrés Iniesta. El partido agonizaba, con Chicago desesperado por recuperar una pelota que cayó en tus pies…
¡Uff! Ese gol fue increíble. Ya en el descuento, me dieron un balón cerca del área, lo agarré y lo que vi en mi mente era el gol. No me importaban cuántos contrarios había en mi camino, lo mío era pa’ allí. Me llevé a uno, a dos, al portero y metí el gol. Ese fue uno de los goles más importantes y más lindos que anoté en mi carrera.

Participaste en cuatro Juegos de Estrellas, ¿qué anécdotas guardas de aquellos desafíos?
Es extraordinario. Ser cubano, llegar a MLS y poder estar ahí, compartiendo camerino con grandes jugadores, figuras de talla mundial como David Beckham, “Titi” Henry, Landon Donovan… para mí era increíble. Fueron momentos únicos en mi carrera, los llevo muy dentro y nunca voy a olvidarlos. Creo que el esfuerzo que hice dio frutos con esas elecciones al Todos Estrellas.
También integraste el Once Ideal en 2012 y fuiste incluido en el equipo de la década de la MLS, elaborado por el reconocido portal Goal…
Cada vez que soy elegido en un premio individual o me ponen en el once de la década, miro atrás y digo: “Wow!”. Un cubano, de un país no futbolero, que te miran “complicado”, diferente; porque no es lo mismo ser un cubano pelotero que un cubano futbolista… Me llena mucho. Para mí es algo muy grande ser reconocido viniendo de donde vengo, con tantos trabajos que pasé. Muchos no conocen mi background. Así que lograr todo eso y ser elegido con tantas estrellas en la MLS me enorgullece demasiado.
En tu etapa, la MLS se inundó de estrellas. Enfrentaste a grandes leyendas del fútbol europeo y compartiste vestuario con jugadores muy importantes…
Tuve la dicha de jugar con excelentes futbolistas y en contra de grandes figuras, campeones mundiales y futbolistas de talla internacional como Henry, Beckham, David Villa, Pirlo, Lampard, Kaká, Giovinco, Robbie Keane, Donovan… En mi equipo se me dio la oportunidad de estar con Clint Dempsey, Obafemi Martins, Nico Lodeiro, Haedo Valdés…, atletas de un enorme nivel, que estuvieron en Champions League, Copas del Mundo… Estar ahí con ellos y ganarme su respeto fue algo muy lindo para mi carrera.
¿Quién te llamó más la atención dentro y fuera de la cancha?
Thierry Henry es el que más me impresionó. Un jugador fantástico y un ser humano espectacular. Tuve la oportunidad de compartir con él en el Todos Estrellas y para mí es de una calidad humana admirable.
¿Cómo era ser capitán en un conjunto con compañeros de la talla de Dempsey o el mismo Haedo Valdés?
¿Qué te puedo decir? Compartir con Clint (Dempsey), Obafemi, Haedo, Nico… estar entre ellos y ser el capitán de esas grandes figuras, siendo cubano, fue algo extraordinario. Representarlos dentro y fuera de la cancha es motivo de orgullo. Son grandísimas personas, que respeto mucho y por las cuales siento gran admiración. Doy gracias a Dios por haberlos conocido y muy feliz por haberlos tenido en mi equipo.
IV. El fin de un legado
Casi una década después, a sus 33 años, Alonso tuvo que despedirse del Seattle Sounders, el equipo de sus amores. Muchos aficionados se quedaron esperando a que se concretara una renovación, pero las partes no llegaron a un acuerdo y la leyenda del número 6 optó por cerrar un ciclo.
“No hablo mucho de esto, porque no me agrada tocar temas en los que al final ya no voy a resolver nada. Simplemente fue una decisión que tomé, porque pasaron cosas que no me gustaron en aquel momento. No creía que eran buenas para mí. Hablé con mi esposa y decidí irme de Seattle. Con todo lo que había hecho para el equipo, fue una decisión complicada. Pero soy así: una persona que cuando dice por aquí, por aquí es.
“Dejar tu club de diez años, estando bien, siendo referente, e irte a otro que no estaba entre de los mejores en la MLS fue un reto que asumí sin miedo. La verdad es que fue una decisión difícil; sin embargo, las circunstancias del fútbol y sus cosas me llevaron a tomar otro camino.
Un cubano entre los candidatos a los mejores de la historia de MLS
La siguiente aventura en la MLS llegó con la camiseta de Minnesota United FC, donde jugó entre 2019 y 2021 y continuó con su racha de participaciones consecutivas en postemporadas, igualando a la leyenda Landon Donovan con 12, a pesar de que su nueva escuadra estaba lejos de ser una de las potencias del torneo.
En 2022 llegó a Atlanta United y se estrenó con victoria, pero jornadas más tarde trascendió la noticia de que debía pasar pruebas médicas debido a unos supuestos problemas cardíacos.
“Era una condición que tenía desde Seattle y que me estaban monitoreando tras llegar a Atlanta. Se me hicieron las pruebas pertinentes, pero parece que el cardiólogo no vio los resultados a tiempo, una responsabilidad de ellos, y después, cuando terminó la pretemporada, que había jugado dos o tres partidos, llegó la noticia de que vieron algo extraño en el corazón. Era lo mismo que siempre tuve. Se preocuparon, me llevaron al especialista correspondiente y al final todo salió bien. Me hicieron los estudios, realicé los ejercicios que tocaban y determinaron que podía seguir jugando sin problemas”.
Tras una lesión de larga duración, regresó contra todo pronóstico. Todo volvía a su lugar para que un futbolista de época pudiera decidir cuándo colgar los botines, aunque ni él mismo imaginó las sorpresas que le tenía la providencia. Osvaldo Alonso jugó por última vez en contra del equipo de su vida, pero al final se retiró siendo un Sounder.
“La vida es increíble. Mi último partido había sido en contra los Sounders. Ganamos 2-0 de visita. Después surgió la iniciativa de la gente de Seattle, una persona muy allegada a mí, que trabaja en el club, contactó conmigo y me habló sobre el tema de firmar un día de contrato con ellos y retirarme como un Sounder. Sin pensarlo dije que sí. Era algo que estaba esperando. Me lo imaginé por todo lo que nos une. Creo que fue un gesto lindo y un momento muy emocionante. Algo que siempre llevaré en mi corazón. Me retiré como un día lo pensé; no es la forma en que originalmente hubiera querido; pero fue como Dios lo quiso”.
V. El último silbatazo: mirar atrás
Más de 400 partidos después y con una carrera llena de logros que un día eran impensables para un futbolista nacido y formado en Cuba, Alonso guarda en un rincón los sueños rotos, esos que no dependieron de su entrega y se vieron frustrados por situaciones que iban más allá de su rendimiento sobre el campo. No pudo vestir nunca más la elástica de la selección cubana de fútbol. En cuanto a la de Estados Unidos, lo quisieron; pero las puertas que se tocaron en Cuba para su autorización jamás olvidaron aquella jornada de junio de 2007.
“Mi deseo siempre fue representar a Cuba. ¿A qué jugador no le gustaría vestir el uniforme de su país natal, tener una vida normal, poder jugar en el extranjero o jugar donde quiera, y representar a su selección? Es donde nací, era mi sueño; pero desgraciadamente las cosas no se dieron así. Si te ibas de la forma en que me fui, ya no podías jugar más por Cuba.
“Tuve la oportunidad de hacerme ciudadano americano y la aspiración de jugar con Estados Unidos; pero mi mayor deseo siempre fue jugar con Cuba, lo que las circunstancias provocaron que tomara la decisión de intentar estar en la absoluta estadounidense”.
¿Por qué no se concreta la convocatoria con Estados Unidos bajo el mando de Jürgen Klinsmann, quien se dice quería llevarte al Mundial de Brasil 2014?
Como había jugado con Cuba en partido oficial, en aquel tiempo no se podía cambiar. Actualmente puedes hacer un cambio, pero entonces no. La única forma era que tu país natal te diera una carta de liberación, un release, que dijera que perdías la ciudadanía o que perdías los derechos de estar en Cuba y presentar ese documento a la FIFA para ser elegible con Estados Unidos.
Dicha carta nunca llegó. Klinsmann fue a verme, habló conmigo, me dijo que estaba haciendo todo lo posible, que solo faltaba eso para darme la oportunidad en la selección y la verdad que hice lo posible, por mí no quedó, intenté todo para estar en la selección de Estados Unidos y tener esa oportunidad única de participar en un Mundial. Las cosas no se dieron y tuve que seguir adelante.
¿Te queda la espina de no haber podido estar en un Mundial?
Estar tan cerca, tener lo más difícil, que es el interés del entrenador, apenas dos años antes del Mundial, y por cuestiones ajenas no poder materializarlo, sí me dolió. Sin embargo, poco a poco fui aceptándolo y lo asimilé de la mejor manera. No se concretó, pero dentro de mí sé que hubo interés y que tenía las posibilidades.
¿Qué opinión te merecen quienes lo impidieron?
Ellos sabrán lo que hicieron, tienen su motivo, su mentalidad. De la forma en que salí del país no les gustó: que desertara. Pero era mi decisión. Simplemente quería un release y no fueron capaces de dármelo. ¿Qué puedo hacer? Ellos tenían el poder y al final me jodieron la asistencia al Mundial. No se pudo hacer nada, son cosas que escapan del alcance de uno.
Tuviste una reputación de “Bad Boy” en la MLS debido a tu manera de jugar y meter la pierna fuerte. ¿Qué crees de ese criterio? ¿Qué otros aspectos definían tu juego?
Muchos dicen que metía la pierna fuerte, que jugaba duro, pero siempre la gente ve lo malo. Puedes confrontar a mis compañeros de equipo, a los rivales… Yo era un jugador que se adaptaba a lo que pasaba en la cancha: si había que jugar fuerte, lo hacía; sin embargo, si había que dar un pase filtrado o un balón largo, también lo daba… me ajustaba a cualquier circunstancia.
En progresión mayormente debía defender a los rivales más habilidosos y siempre iba fuerte, pero me siento un jugador que maneja bien el balón. El promedio de pases míos en la MLS siempre fue alto, mi percepción de espaldas al terreno es increíble, poseía buen regate, era rápido y muy pocos me llegaban en velocidad. También se hacía muy difícil llevarme en el uno contra uno, jugadores de gran nivel no podían, aunque siempre la gente ve la parte de la entrada, la pierna fuerte… no ven cuando driblo y meto un gol o un pase filtrado.
Ahí están los videos, se puede ver claramente que tenía habilidad para hacer todas esas cosas, y no dicho por mí, dicho por muchos jugadores. Me siento un futbolista bastante completo.
¿Qué cualidades debe tener un buen mediocentro?
Posicionamiento. Esa demarcación es muy complicada, tiene que estar siempre en el centro, de espalda a los jugadores. Debe contar con un buen pase, buen drible para salir de momentos difíciles y tener personalidad y versatilidad”.
¿Rival más difícil?
Wow! Muchos jugadores fueron difíciles, pero creo que Henry y Giovinco eran de los más complicados que uno podía enfrentar. Giovinco fue uno de los más difíciles de detener.
¿Un gol que siempre recuerdes?
Aquel de la final de la Open Cup, el minuto ’90, para que vean un medio de contención que mete la pierna dura, cómo se llevó a tres jugadores, a lo Messi, y definió. Es el que más recuerdo y lo tengo aquí en la memoria.
¿El sueño profesional que te faltó por cumplir?
Estar en un Mundial. Habría sido algo increíble para mí.
En 2009 jugaste contra el que muchos consideran el mejor equipo de la historia: el Barça de Guardiola, con Lionel Messi a la cabeza, ¿cómo fue vivir aquello prácticamente acabado de llegar a la MLS?
Ahí estaba Messi, junto con otros grandes jugadores: Iniesta, Xavi, Puyol, Dani Alves, Henry… Mi primer año y jugar con un Barcelona plagado de estrellas fue algo emocionante. Imagínate, venir de Cuba, de verlos a todos por la televisión con la sensación de que era imposible jugar contra ellos y después, par de años, llegaron a Seattle y estuve en ese partido. Fue muy especial tener la oportunidad de enfrentarlos.
¿Hasta qué punto es cierta es creencia popular de que cuando un deportista se va de Cuba se hace millonario?
Recuerdo que cuando me quedé ya estaban diciendo en Cuba que ganaba no sé cuántos millones, que no sé quién me quería por allá. Siempre se especula mucho.
Eso es muy relativo. No todo el mundo es millonario y no todos ganan lo mismo. Depende de qué deporte sea, de la carrera, de dónde juegues, qué tan bueno seas… Son muchos aspectos. El cubano siempre pone un poquito más, como en mi caso, que decían que un club me había hecho una oferta y cuando dejé la selección nadie me había ofrecido nada.
¿Te consideras una leyenda de la MLS?
¡Uf! No me gusta entrar en ese terreno. Dejo que cada cual juzgue y diga lo que soy. Prefiero que opine la gente. Lo que puedo decir es que estoy orgulloso de mi carrera y de lo que he hecho.
¿Alguna vez soñaste conseguir todo lo que lograste?
¡Jamás, hermano! Jamás lo soñé. Uno tiene un deseo de llegar, de ser alguien en la vida, lograr objetivos, pero nunca imaginé lograr ni el 10 % de lo que hice y más en el fútbol, siendo cubano. Sí pensé en llegar a jugar en la MLS, pero todo lo que vino después, a ese nivel y al lado de grandes jugadores, nunca lo soñé.
¿Cuál fue el momento más difícil de tu vida y qué aprendiste de él?
He tenido varios, pero creo que la lesión de los cruzados en 2022 me enseñó mucho. Me hizo ver la vida de una forma diferente. Pude poner en una balanza las cosas importantes, porque estuve más cerca de mi familia y con el apoyo de ellos pude salir. Tenía 36 años, muchos pensaban que me iba a retirar. Estuve 14 meses fuera, pasando dolor, fisioterapia… Terrible. Pero tener a mi familia al lado fue genial, me dieron fuerzas para no rendirme, y volver a jugar como le prometí a mi hija. Y eso es lo que me llevé: nada en la vida te puede detener, ninguna adversidad te debe hacer tirar la toalla.
Has regresado a Cuba más de una vez, ¿qué sientes cuando tocas esta tierra?
Muy contento por poder ver a la familia, los amigos, la gente del barrio. Estar ahí, compartir con ellos, ver otra vez el lugar en que nací. Es algo lindo. Creo que todo cubano se siente orgulloso de donde viene y se nota esa nostalgia cuando al emigrar. Yo extraño, soy cubano 100 % y qué más quisiera que el país cambiara. Siempre siento una emoción increíble cuando llego a Cuba.
***
Dentro de poco se cumplen dieciocho años de aquella decisión. Esa tarde del 12 de junio en un mercado en Houston. Ya no tienes que correr. Te levantas, miras atrás y sientes que lo hiciste. El humo del café te despierta del letargo. Estás lejos del campo, pero con tu familia, viviendo los momentos que el fútbol te obligó a perderte: la escuela, proyectos, risas, cumpleaños, una película…
Las decisiones importantes siempre dejan cicatrices. Tú las llevas con firmeza. Algunas se notan en la piel, otras solo se dejan ver en tus palabras. Por eso aconsejas no dejar de luchar… y hay que tenerlo en cuenta. Has jugado más de 37 mil minutos, te ganaste el respeto de cientos de miles de aficionados e hiciste vibrar de orgullo a una pequeña isla. Un año después del último silbatazo, todos saben quién eres y se inclinan ante un enorme legado que siempre se alimentó de sueños.