Sábado tras sábado, durante cinco años, nos hemos encontrado en esta bitácora fotográfica, Por el camino. Más que una columna, han sido ventanas abiertas al mundo a lo largo de 260 semanas. Me siento sumamente honrado de celebrar un quinquenio de recorrido juntos en OnCuba.
En la primera entrega, el 22 de febrero de 2019, titulada “Punto de partida”, confesaba que mi patria intangible tiene forma de cámara, el vehículo de mi mirada fotográfica, que va de lo personal a lo colectivo, y que expongo movido por una necesidad de contar historias de la gente y las circunstancias con las que convivo a diario o me cruzo en un viaje.
Revisitando los más de 250 fotorreportajes publicados, encontré que con frecuencia echo mano a la poesía con el afán de anclar fotos cotidianas. Un verso al que vuelvo una y otra vez es ese mantra de Virgilio Piñera: “la maldita circunstancia del agua por todas partes”.
Esas pocas palabras expresan nuestra marca de insularidad, lo que nos impulsa a anhelar conocer lo que queda del otro lado de cualquier horizonte.
He sentido gran responsabilidad al brindar, en especial a mis compatriotas en Cuba como a aquellos dispersos por el mundo, un pasaje a lugares, historias y personajes a través de un conjunto de fotografías y textos. A veces parajes exóticos o remotos; otras, con imágenes y relatos que conectan a los que partieron con lo que dejaron atrás en la isla, una especie de bálsamo contra la nostalgia; aunque probablemente tenga el efecto contrario.
Nunca imaginé que la fotografía marcaría el punto de partida de un viaje sin retorno. Tampoco en este periplo me encontraría solo, sino en compañía de mucha gente que viajaba con mis imágenes. Fue entonces, cuando ustedes se apropiaron de las instantáneas, que el puñado de fotografías entregadas semana tras semana adquirieron significado.
Cada foto que he ido capturando representa simplemente una pequeña ventana hacia un mundo mucho más grande y complejo. Detrás de cada imagen se encuentra gente con sueños y anhelos, con miedos y esperanzas, con historias dignas de ser contadas.
Durante cinco años hemos volado juntos de un confín a otro. Desde la hermosura intrincada de la Sierra Maestra en Cuba, hasta la imponente Torre Eiffel en París de la mano de José Martí, o muy cerca de los témpanos de hielo en la lejana Antártida.
Las escalas de Por el camino han estado impregnadas de sentimiento. Desde mi querido rincón en Caletones, el pintoresco pueblo costero en el norte de Holguín donde pasé las vacaciones durante mi niñez y adolescencia, hasta la búsqueda en Ciudad de México de aquella esquina en la que, cien años atrás, entre risas, besos y abrazos, los enamorados Julio Antonio Mella y Tina Modotti se cruzaron minutos antes de que el cubano fuera abatido.
Muchos han sido sitios o momentos de parada obligatoria. Desde el Malecón de La Habana, hermosos lugares de Bolivia, los parajes de Machu Picchu, el torrente de agua de las cataratas del Iguazú, el calor de Madrid y la belleza de la costa amalfitana en Italia.
Debo este periplo a varios inspiradores que se han cruzado en mi camino mientras he tenido la oportunidad de viajar o de vivir en distintos lugares. Pescadores, bailarines, luchadores sociales, artesanas, poetas, trovadores, pintores… Todos ellos han sido protagonistas, personas entrañables como mi tío Manolo, un apasionado amante de La Habana; como las figuras y la poesía de Eliseo Diego, Fina García-Marruz, Delfín Prats, íntimo y fraterno y Sigfredo Ariel; las canciones de Teresita Fernández; Zoila, mi maestra de primer grado que reencontré después de tres décadas; el amor de Juan y Germán, o Jorge Alberto, un cubano común y corriente que sale a luchar cada día, buscando en la basura y deteniéndose en su faena si encuentra un libro en el que sumergirse y de paso apartarse de una realidad tan pesada sobre sus hombros.
Ha sido además un espacio para filosofar en ese rodar fotográfico por la vida. Ahí estuvimos inspirados en la sorpresa de vivir los colores del otoño o experimentar qué siente un cubano en la nieve. Escudriñamos en el tiempo, ese vértice entre lo que se va y lo que viene que es a la vez y de forma continua los tres estados, lo que fue, el vértice de lo que es, y lo que será; sacamos a la luz nuestras nostalgias y descubrimos que había un prisma de añoranza por momentos, gente, lugares o situaciones del pasado. Y también nos preguntarnos ¿qué sería audacia hoy en Cuba, para no resignarnos al “es lo que hay”?
Asimismo atravesamos miedo, extrañeza e incertidumbre al vivir una pandemia. En ese trance, recluido en una cuarentena, desde mi ventana indiscreta fotografié lo distópico y solitario de la nueva realidad. Si para cada uno el cambio que significó la COVID-19 fue dramático, imaginemos lo que representó allí, en el epicentro mismo de la tragedia: una sala de hospital. A lo largo de mayo de 2020 narramos en “Por el camino” las rutinas de cuatro trabajadores del hospital público San Roque de Gonnet, en La Plata, Argentina. Al año de que la muerte desfilara a diario por aquel lugar, volví y conviví, minuto a minuto, en una guardia de terapia intensiva de COVID-19 de la mano de un salvador, el joven médico Nicolás Valente. Y así como llegó el espanto, apareció un día un pinchazo esperanzador: la vacuna contra el coronavirus.
Si ahora me preguntaran quién soy, respondería como un viajero itinerante, un nómada cuyo hogar se encuentra en los rincones, en los personajes conocidos y en las historias encontradas en el camino. Poseo la fortuna de llevar una cámara conmigo, un instrumento capaz de capturar instantes efímeros que, de otra manera, se diluyen en el tiempo y la memoria.
Ver y mirar no son sinónimos. Mientras lo primero se refiere a una condición y capacidad sensorial física, que tiene que ver con el ojo como órgano receptor de la incidencia de los rayos de luz y todo un proceso perceptivo en el cerebro, mirar implica el grado de subjetividad que opera sobre lo que vemos. De ahí que vemos todo lo que miramos, pero no necesariamente miramos todo lo que vemos.
Por eso ha sido posible trazar este recorrido a lo largo de cinco años. Cada clic podría interpretarse como un kilómetro, una conexión con las disímiles realidades para mostrar la belleza en lo ordinario, a veces. Otras, capturar escenas que estrujan el corazón, con clamores de justicia, con realidades que desafían toda comprensión.
Inmensa gratitud a quienes han hecho posible Por el camino a lo largo de estos cinco años. Seguimos juntos haciendo camino… al fotografiar.