Es un mito a quien meterá en la gran pantalla. Por eso antes de activarse la claqueta (es digital, pero aún suena clac) con la toma 1 de Teófilo, su director, Alejandro Gil, no economiza en advertencias.
“Tenemos que decir, subrayar, poner en negrita con signo de admiración que esta película no es un documento histórico”, alerta en entrevista exclusiva con OnCuba en uno de los pisos del Icaic, donde Gil tiene su cuartel general al frente del proyecto.
El cineasta no quiere defraudar a nadie. De ahí este disclaimer de que se trata de una aproximación ficcionada a la vida no deportiva del tricampeón olímpico y mundial de boxeo Teófilo Stevenson Lawrence (Las Tunas, 1952 – La Habana, 2012), lo que no ocurre con su carrera deportiva, que “sí se respeta en sus detalles” en el filme, diseñado para una duración de 2 horas aproximadamente.
Luego de una pausa, Gil vuelve a la carga: “Toda la vida civil que se cuenta está atrapada por las necesidades dramáticas de la película a favor de una narrativa; por tanto, nadie puede ir a aprender sobre la vida de Stevenson. Los que vayan al cine para encontrar una biografía están en un error”.

Gil (La Habana, 1958), graduado de Periodismo y fogueado de los estudios fílmicos de las Fuerzas Armadas en los años 80 y 90, no llega en paracaídas a un asunto donde la Historia (con mayúscula) se mezcla con toques de ficción.
En 2018 realizó Inocencia, con un éxito arrasador de público y de crítica, en torno al fusilamiento de los estudiantes de Medicina por el régimen colonial español en 1874.
El guion de aquella cinta, a cargo de Amílcar Salatti, reposó sobre una exhaustiva investigación hecha a partir de las pesquisas del patriota Fermín Valdés Domínguez (compañero de los mártires en la carrera de Medicina y condenado a seis años de prisión) y del químico Luis Felipe Le Roy y Gálvez, realizadas en los siglos XIX y XX, respectivamente.
“En Inocencia está todo documentado, hasta el porqué una coma va donde va”, dice Gil.
Riesgos ante la sacralidad mundana
Más allá de tal experiencia, el director no es ajeno a los tantísimos riesgos que corren las películas etiquetadas como biográficas o biopics.
Sabe que son aventuras narrativas, sobre todo si los biografiados están protegidos por el caparazón del imaginario, que tomará cualquier libertad dramatúrgica como una extravagancia intolerable o un acto de profanación.
Ahora mismo, el chileno Pablo Larraín es blanco de dardos envenados por fantasear acerca de los últimos días de la diva de la ópera Maria Callas en el París de 1977.
En 1982, Cecilia, una versión cinematográfica inspirada en el clásico de la literatura cubana del siglo XIX Cecilia Valdés o la Loma del Ángel, desató la ira de los espectadores y el escarnio de la crítica porque el filme no se ajustaba al canon literario, ni a su representación emocional en la memoria colectiva.
Pocos entendieron la lectura posmoderna y decolonial de la Cecilia de Humberto Solás. Crucificado artísticamente, algunos de sus colegas lo acusaron de facturar una superproducción multimillonaria que dejó más sinsabores que réditos culturales y que de paso desbancó las arcas, entonces henchidas, del Icaic.
Con Teófilo las cosas no pintan mejor. Es uno de los dioses que fue contemporáneo de muchos vivos y de un deporte de masas, venerado en la isla, en el que la pasión es tan carnal como el dolor que se propinan los contendientes y tan verosímil como la tradición que se renueva a puñetazos sobre un cuadrilátero de lona y un público enardecido y gritón.
Pero hay más. La cantidad de medallas de cualquier color que ha aportado el pugilismo a la isla no la alcanza ningún otro deporte, y ningún otro país, por potencia que sea, en términos demográficos.
En términos absolutos, Estados Unidos es el país con más medallas de boxeo, con un total de 118 preseas en los Juegos Olímpicos. 50 de oro, 27 de plata y 41 de bronce. Cuba ocupa el segundo lugar, con 80 medallas (42 de oro, 19 de plata y 19 de bronce) y el Reino Unido se sitúa en la tercera posición, con 63 medallas.
¿Podría suscitarse una lucha cuerpo a cuerpo entre la película y el imaginario, toda vez que es el boxeo y su máxima leyenda los que están en juego? Es lo que justamente tratará de evitar Alejandro Gil. He ahí la razón de sus avisos.
Dispersión temática
En su filmografía, nada extensa, pero sí atendible dada una producción del cine estatal a cuentagotas, aparecen largometrajes que poco tienen que ver unos con otros, salvo la condición humana como aguja que los ensarta a todos.
Su opera prima, La pared (2006), se adentra en un drama psicológico en torno al aislamiento y la reintegración social. La emboscada (2015) se zambulle en las complejidades humanas en una situación límite en un contexto bélico que el autor aproximó a la campaña en Angola.
Por su parte, Línea roja (2016) tiene como centro al acoso, la violencia y las relaciones familiares en un contexto de adolescentes y AM-PM (2023), es un amargo coctel con ingredientes de soledad y vejez, migración, violencia de género y depresión y suicidio, entre otros dramas que codifican la Cuba de nuestros días.
“Mis películas son eslabones sueltos”, resume el director a propósito de su variado portafolio. Su producción abarca obras en serie documental y de ficción, cortos, medio y largometrajes de ficción, documentales, videoclips, video arte, anuncios publicitarios y noticieros fílmicos.
Una decisión personal
¿Esta película es un encargo o una elección tuya?
Es una elección mía.
¿Desde cuándo?
Te estoy hablando de 2017. Cuando estaba terminando de rodar Inocencia, ya estaba pensando en un próximo proyecto. Me gusta mucho el deporte, de niño estuve en la Eide [Escuela de Iniciación Deportiva Escolar] y me decía que faltaba hacer una película de trama deportiva.
Hay antecedentes, ¿cierto?
Bueno, lo más cercano que teníamos era el documental Redonda y viene en caja cuadrada (1979) y el largo de ficción En tres y dos. También está el documental de Chijona sobre Kid Chocolate del 87, que tiene testimonios de personas que conocieron al primer boxeador cubano en ganar un título mundial y que es considerado uno de los diez mejores pesos pluma de todos los tiempos.
Hay una obra de teatro, un unipersonal de Atilio Caballero, que toca el boxeo, y también hay una alusión a Kid Chocolate en la película Bailando con Margot; pero no es el centro del filme. Y viendo todo esto, me dije que mi película podía llamarse Teófilo, una gloria de este país. Tomo para mi proyecto su vida entre 1970 y 1980. No más allá.
Un tiempo que coincide con tu juventud en los 70 y 80.
Por supuesto. ¿Quién no se emocionó con sus peleas, con sus derechazos que terminaban en nocaut, la pelea del siglo que no se dio con Muhammad Alí…? Empecé a investigar hasta que encontré un librito del cronista Manolo Cabalé, lamentablemente el único texto que existe sobre Teófilo y que me sirvió mucho como base para la escritura.
¿Tenías algún tipo de relación, más allá de lo emocional, digamos que testimonial, directa? ¿Viste a Stevenson en persona alguna vez?
No, todo lo que tengo de él me llegó por los medios. Pura imagen. Nunca nos cruzamos.

Deporte y Guerra Fría
Gil decidió detener su historia en 1980, en los Juegos de Moscú, escenario del tercer oro olímpico de Stevenson.
¿Fue ese el clímax de su carrera olímpica? Nunca lo sabremos. La ausencia de Cuba en las lides siguientes, Los Ángeles 84 y Seúl 88, por imperativos geopolíticos en el contexto de la Guerra Fría, eventualmente privó a Stevenson de nuevas medallas. Su último gran triunfo fue el tercer título mundial en 1986 en Reno, Nevada, confirmando su supremacía de más de veinte años en los superpesados amateurs. Su ciclo registra 301 victorias en 321 combates celebrados.
Más allá de las limitaciones logísticas, tu decisión de parar la historia en el 80 lo salva de registrar su decadencia…
Mi campo de interés era solo de una década. Su década de máximo esplendor. Lo demás habría sido un poco mezquino ante su gloria; aunque, por supuesto, era un ser humano con un balance de datos en pro y en contra. Ya después, lo que se origina con un Teófilo retirado del ring, lo novelesco o no que pueda suscitar, no tenía sentido colocarlo en una película que intenta redimensionar el símbolo que fue, sin obviar las contradicciones propias de un individuo inmerso en su época, la de la Guerra Fría.
Le pagaban un millón de verdes por cruzar guantes con Joe Frazier en su primera pelea profesional.
Eso está en película, al igual que las negociaciones para la pelea del siglo, con Alí.
Después fueron buenos amigos…
Hay una foto hermosa de ambos conversando en La Habana, sentados en un contén de la calle.
¿Fidel Castro aparece en la película?
Se nombra y se escucha en algunos momentos. Esas son las referencias.
¿Y qué de los altibajos de Teófilo?
Por supuesto, estarán en el filme. La mayoría de los deportes son duros. Los de combate, más. En ese tiempo, sólo el húngaro László Papp reinaba en los anales al ser primer boxeador en ganar tres medallas de oro olímpicas consecutivas en los Juegos Olímpicos de Londres 1948, Helsinki 1952 y Melbourne 1956. Sin embargo, a diferencia de Stevenson, los títulos fueron conseguidos en divisiones distintas.
Una película “muy pretenciosa”
¿Pese a que solo recreas una década, estamos ante una película pretenciosa?
Muy, muy pretenciosa.
¿Por el estado de cosas en la Cuba actual o muy pretenciosa como película en sí misma?
Como película. En cualquier país sería una película pretenciosa.
***
Gil no exagera. De hecho, la llama “la película de todos los problemas”. En su afán descriptivo, su equipo tendrá que convertirse en los alquimistas del cine para reproducir, en condiciones de verosimilitud, escenarios tan dispares como tres olimpiadas (Munich, Montreal y Moscú), un panamericano (Cali 71) y el torneo amistoso en el Madison Square Garden, de Nueva York, siendo la moscovita la única locación a filmar fuera de La Habana.
El alquimista o el ilusionista mayor es el director de arte de la película Rafael Zarza. Hijo del gran pintor cubano del mismo nombre, su talento deberá alcanzar para con solvencia hacer de la sala polivalente Ramón Fonst, de La Habana, un plató mágicamente multinacional.
Con una gradería espacialmente desigual, su sector derecho se convertirá en Montreal, mientras el izquierdo en Munich. En el ínterin entre una y otra filmación olímpica, también servirá para escenificar el torneo Giraldo Córdova Cardín, de Santiago de Cuba, de 1973.
Por su parte, los juegos panamericanos de Cali serán recreados en el edificio La Mariposa, una obra singular de la ingeniería civil cubana diseñada por el arquitecto Isidro Cordobés que cuenta con una cubierta alabeada en los predios de la Ciudad Deportiva. Y el Madison Square Garden (MSG) será reproducido por el propio coliseo, cuya circularidad lo emparenta con la forma cilíndrica del famoso centro neoyorkino de eventos deportivos y culturales.
“Se parece al MSG. Y con la intervención de la fotografía, los efectos digitales, la gráfica, lograremos un parecido tal que no se vean las costuras”, dice Gil para añadir que el cine se encarga de crear ilusiones creíbles, aunque aclara: “En esta película no usamos ninguna herramienta de Inteligencia Artificial”.
Uno de los desafíos fue mimetizar el vestuario y el calzado deportivo de la época, sus marcas de identidad y conseguir un ring portátil (no había ninguno) para desplazarlo hacia las locaciones. Una cooperación entre el Inder, Cubadeportes y una mipyme salvó la carencia.
“La colaboración del Inder es brutal”, describe Gil, grandilocuente, para testificar y agradecer a las autoridades deportivas, que también pusieron a disposición de la película la finca del Guajay, centro de entrenamiento del equipo nacional de boxeo, donde Stevenson comenzó su preparación desde el final de su adolescencia.

Coreografías sobre el ring
Otro de los frentes de lucha del filme son las peleas y su grado de autenticidad. Por falta de advertencias no será que venga un fiasco escénico.
“Se lo dicho y redicho a mis pupilos. Uds. no son competitivos si no filmamos unas peleas duras. Esto es una coreografía. Luego el cine fragmenta las escenas y el montaje ayuda, pero mis planos abiertos tienen que tener una autenticidad y el espectador, que conoce mucho de boxeo, va a ser muy exigente con eso”.
¿Has tenido lesiones?
No, hasta el momento. Hoy vi a uno de los actores que me contaba que tenía dolor en uno de los hombros, porque hizo un movimiento brusco en el ring sin el debido calentamiento. Les digo siempre: “Ustedes son actores, pero son atletas en potencia”.
¿Y qué tan en serio se lo toman?
Yo quisiera que vieras esos muchachos cómo se desplazan. El Inder nos puso a un gran peleador, Genovevo Griñán, como asesor y ese Genovevo, además de los muchachos, se lo toma tan en serio que se cree que es Alcides Sagarra y los pone a correr y hacer ejercicios, algunos muy técnicos propios del boxeo, y le enseñó a mi actor a entrar el ring como lo hacía Teófilo, que brincaba las cuerdas y ya el actor lo hace perfectamente. Es muy exigente y profesional Genovevo. Y también contamos con el Dr. Francisco Montesinos.
Oh, una autoridad en varios deportes…
Ha sido Jefe Médico de varias disciplinas de alto rendimiento. Ahora está en el béisbol, pero también lo fue del baloncesto, las pesas, la esgrima y el judo. Él tiene ejercicios puntuales para ganar en volumen muscular que han sido asumidos por los actores.
Supongo que han tenido que subir en peso, algo difícil para los tiempos que corren…
Algunos han tenido que subir, otros mantener el peso. Aquí la producción les da meriendas reforzadas, doble almuerzo y todo lo que pueda resolverse por ahí.

Sin Salatti
Para esta película no tocaste la puerta de Salatti. ¿Por qué?
Asumí el guion porque era algo que necesitaba contar yo mismo. Hacía rato que no escribía, te soy sincero. Ese fue otro reto. Pero bueno, como tenía los recursos, vaya, el recurso intelectual, el proceso metodológico, empecé a hacerlo poquito a poco; rectificando; mirando cómo progresan las secuencias; las subtramas que iba sumando; pensando cómo alimentar el guion para que fuera atractivo, que tuviera conflictos y que en definitiva fuera polémico. El guion lo puse en las manos de los actores y también en las manos de los especialistas que han hecho sugerencias de corrección sobre determinadas secuencias.
¿Reescribiste mucho?
No. Son una especie de viñetas quvan entrelazándose y dan un cuerpo orgánico muy coherente.
¿Empleas el punto de vista de un narrador?
No. La película se narra por sí misma. Hay narraciones deportivas, eso sí. Por ejemplo, tuve que reconstruir la narración de la pelea de Stevenson contra el alemán Peter Hussing en las olimpiadas de Munich. Esa narración va en una escena donde la familia del cubano escucha el combate por la radio.
El Dr. Sagarra
Teófilo está dedicada al célebre entrenador Alcides Sagarra (Santiago de Cuba, 1936) y a la escuela cubana de boxeo, de la cual fue el máximo hacedor desde 1964 a 2001.
Conocido como El Maestro, Sagarra será asumido por el actor, profesor y humorista Luis Enrique Amador Quiñones (Kike Quiñones), a quien Gil confirió el contrapeso dramático del filme. “Es un personaje tan protagónico como Teófilo”, asegura el director.
Para diseñar el personaje, Gil se entrevistó personalmente con Sagarra —”logré firmarlo en su casa y que me contara varias anécdotas”— y acudió, entre otras fuentes documentales en línea, a los audiovisuales de los periodistas Julia Osendi y Aurelio Prieto. Igualmente, sirvió de background un documental de 2018 sobre Stevenson de la serie estadounidense The People’s Fighters, rodado en Cuba y narrado por el exboxeador Félix Savón, el propio Sagarra y el excampeón mundial en seis divisiones, el estadounidense de origen mexicano Oscar de la Hoya, fundador de Golden Boy Promotions, una de los principales promotores de boxeo profesional.
El director sumó horas de diálogo con Rolando Garbey (1947-2023), seleccionado entre los cien mejores deportistas de la isla en el siglo XX.
Por su parte, Quiñones y el joven actor Alejandro Phillips también visitaron al legendario coach de 88 años, cuya salud, muy resentida, impidió un diálogo fluido con el asmático boxeador profesional en los 50 y Doctor en Ciencias Pedagógicas en los 90.
“Sagarra es el profesor, pero también es el padre de sus pupilos. Está en todos los lugares, en todos los conflictos, en la manera de enseñar a estos muchachos que venían de lugares marginales, con poca educación, casi maleantes, y los cultivó y los hizo buenas personas en medio de conflictos y de las presiones de la vida”, explica Gil.

La casualidad hace un regalo express
Además de ser la primera película deportiva que revisita la década del 70 desde el presente con un elenco con actores negros en casi 90 %, Teófilo guarda otra singularidad: el director, ya pensada la cinta de principio a fin, no tenía el actor que hiciera el protagónico y lo peor era que ese vacío amenazaba con postergar el proyecto hasta llevarlo a una zona de sacrificio.
¿Y cómo diste con el protagonista?, porque encarnar a Stevenson es jugar con todo lo desafiante que puede ser llevar a la pantalla una leyenda contemporánea. ¡Si fallas, te crucifican!
Increíblemente fue lo más fácil. Yo estaba en una puesta de Doimeadiós y me encuentro con una persona que se me acerca, a la que no reconocí de inmediato. Me dice, muy amable: “Alejandro, ¿cómo estás? ¿Tú no te acuerdas de mí?”. Fue muy embarazoso, porque realmente no sabía a quién tenía delante. Era un hombre canoso, con pinta de extranjero. Entonces me dice: “Yo trabajé contigo, fui uno de los estudiantes de Medicina de tu documental del 92”. Me quedé sorprendidísimo. El caso es que nos ponemos a conversar y me comenta que trabajaba como vicedecano de Actuación en el ISA. Y ahí aprovecho y le hablo la necesidad que tenía de hacer un escauteo para el protagónico de una película sobre Stevenson. “Yo tengo a ese hombre”, me dijo al instante, sin pestañear.
A los pocos días, Alejandro Gil y el profesor José Miguel Díaz Per —Jochi— se reencontraron en un café vedadiense. Allí le fue presentado “un muchachón flaco, avileño, de 1.90”, entonces estudiante de segundo año de Actuación.
El director le comentó el proyecto, pero no le dijo quién sería su personaje. En un segundo encuentro, ya impreso el guion, Gil le da la noticia. “Cuando él ve que lo suyo era hacer de Teófilo se quedó estupefacto. Mudo. No dijo nada”.
Se despidieron. El profe y su alumno se fueron entonces al parque Maceo y en un banco se pasaron más de tres horas leyendo y releyendo el guion, con dudas sobre la viabilidad de encarnar el papel del mejor boxeador amateur de todos los tiempos.
Lo más curioso es que Alejandro Phillips, que al igual que Stevenson lleva genes anglocaribeños, era un chico para nada aficionado a los deportes. “No jugó nunca ni al parchí”, cuenta Gil, pero dejar pasar el personaje de su vida no era una opción, así que se procuró un entrenador personal en la sala de boxeo Rafael Trejo y comenzó el aprendizaje con la mayor seriedad y esfuerzo.
“Yo quisiera que tú lo vieras. Eso va a ser una sorpresa”, avanza el realizador. “Hace ya tres años que entrena para la película y en una de las últimas sesiones fui a verlo para verificar su forma deportiva y se me acerca uno de los entrenadores para proponerme algo insólito: ‘Ese muchacho es un boxeador ya… Tenemos planes a ver si usted quiere que participe en una competencia oficial en Ciudad de La Habana’. Me eché a reír”.
Mosfilm
En mayo de 1969 llegó a La Habana Andrei Chervonenko. El entrenador tenía la misión de trabajar con los más aventajados boxeadores; entre ellos, un Teófilo de 17 años, quien a los 14 tuvo su primer combate en la división de 71 kilogramos, en su natal Las Tunas. Allí perdió por puntos ante Luis Enríquez, un peleador que ya había celebrado una veintena de desafíos en el ring.

Se cuenta que Chervonenko mejoró significativamente la técnica de Stevenson, enfocándose en desarrollar su defensa y potencia de golpeo. Sus consejos de mantener la distancia y utilizar jabs directos fueron clave en la victoria de Stevenson sobre el estadounidense Duane Bobick en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972.
Convertido en personaje de la película, ahora Alejandro Gil está en espera del actor definitivo. En un primer casting por WhatsApp, el seleccionado entre dos aspirantes luego no pudo asumir el papel y ahora Mosfilm está a la búsqueda de una segunda opción.
“Eso nos presiona un poco porque el hombre tiene que hablar en ruso en primera instancia y después hacemos una elipsis cinematográfica y empieza a hablar español”, cuenta Gil.
¿Los rusos tuvieron algún tipo de influencia sobre el guion?
Para nada. Los productores rusos están muy entusiasmados con el proyecto. De hecho, la productora rusa invitó a los cubanos a ejecutar la post producción en Moscú, donde deberá filmarse el combate de Stevenson en la final contra el soviético Piotr Zaev, además de otros planos de la capital rusa, la Plaza Roja y la universidad Lomonosov, entre lugares emblemáticos.
¿Y por ejemplo, el gran el gran castigador de Stevenson, el soviético Igor Vysotsky, que lo noqueó una vez, aparece en la película?
Sí, aparece en la película, !cómo qué no!, pero no la pelea, porque no hay imágenes de los combates, solo una recreación virtual animada, pero muy pedestre, arcaica. No me servía para la película, pero se alude a Vysotsky en una secuencia que ocurre en una piloto (cervecería de la época).
Churubusco
El puntillazo tecnológico de Teófilo tendrá lugar en Churubusco. Se trata de los icónicos estudios fundados en 1945 durante la llamada Época de Oro del cine mexicano y por donde han pasado luminarias desde Emilio “El Indio” Fernández y Luis Buñuel, hasta David Lynch.
“Es imposible”, responde lapidario Gil a la pregunta si en los estudios del Icaic podría obtenerse un acabado competitivo del filme, como en Churubusco.
“Se puede hacer aquí, pero no queda con los estándares que ahora se exigen para presentar las películas en festivales internacionales”, argumenta.
Desde La Habana se viaja a la capital mexicana con los diseños de sonido y color de la película y allí se redistribuyen sus componentes en estudios especializados que son cines certificados para tales funciones.
Según el director, “con la experiencia que tienen nuestros sonidistas, no habrá que hacer mucho allí, pero siempre hay trabajo e incluso puede que los técnicos mexicanos hagan propuestas para mejorar la calidad del sonido”.
Igualmente, una vez terminada la corrección de color, se acude a una sala donde se proyecta en DCP (Digital Cinema Package) mediante un proyector láser de alta potencia, el cual ofrece una experiencia visual superior con imágenes nítidas y una reproducción cromática precisa.
“Tú puedes ir con DCP casero, aquí se hace ese software, y vamos a verlo al Chaplin, pero el Chaplin no está homologado por Dolby”.
La empresa estadounidense Dolby Laboratories, fundada en 1965, y con filiales en unos veinte países, documenta que la película tal ha sido mezclada y masterizada utilizando tecnologías como Dolby Digital, Dolby Atmos o Dolby Vision, dependiendo del tipo de sonido o imagen que se desee certificar.
“Y lo otro es que ese DCP criollo puede tener problemas a la hora de la proyección, como zonas oscuras o reventadas de luz por errores de compatibilidad”.
O sea, hasta este minuto Cuba no tiene la capacidad tecnológica para extender una certificación de alto estándar.
No, no la tiene, entre otras cosas por el bloqueo. Por eso se buscan las opciones de certificación Dolby en España y en México.
La esquina norte del ring
¿Has tenido del lado estadounidense algún tipo de colaboración?
Ninguna. Estamos en conversaciones con los representantes de la cadena ABC para para ver si tenemos por lo menos la entrevista que concede en el documental The People’s Fighters el exboxeador George Foreman (1949), dos veces campeón del mundo en la categoría de peso pesado y medallista de oro en los Juegos de México 68. Foreman habla maravillas de Teófilo y asegura que para fines de los 70, el cubano habría sido el mejor peso pesado del mundo si hubiera entrado al profesionalismo y adaptado su tren de pelea a las reglas y el número de asaltos en el boxeo rentado.
En YouTube están los combates de Stevenson contra Clark. He visto el del 78, en el Madison…
Sí. Habría sido espectacular tener licencia para usar las imágenes de esas peleas. También las que Teófilo tuvo con John Tate y con Duane Bobick, al que le decían La esperanza blanca, a quien noqueó en Munich. ¿Te acuerdas? Para la película tendré que construir todas esas peleas. Conseguir los permisos de uso de imagen es sumamente laberíntico sin garantías de éxito. Con relaciones normales [con Estados Unidos], supongo, habríamos tenido un nivel de acceso, pero ya sabemos la tirantez que existe. Es casi imposible.
Intertextualidades
Ángel Alderete, uno de los más experimentados cinefotógrafos cubanos, volverá al plató bajo las órdenes de Gil, con quien ya hizo Inocencia y trabajó como un orfebre la luz del siglo XIX.
Para la ocasión, Alderete enfrentará unos monocromáticos 70 en un país marcado por una precariedad uniformalista, pero con una riqueza social redistribuida, bajo una fuerte influencia soviética, donde impera la vigilancia cultural, la sospecha política y el maximalismo ideológico, con ateísmo incluido.
Algunas de esas características, destilaciones de la confrontación este-oeste, serán deslizadas sutilmente en el filme (la novia de Stevenson trae un disco de los Beatles oculto en una carátula de la orquesta Aragón).
Para aderezar la época, Gil acudirá a la banda sonora más popular de aquellos años —sobre todo Van Van— y a hitos de la vida doméstica e internacional, introducidos en la trama mediante material documental, al margen de la sarta de detalles que define la identidad de un período histórico acotado.
La pareja de compositores Magda Galván y Juan Antonio Leyva, de larga data en el cine y la televisión cubanas, asumirán la música, tanto incidental como citada.
¿Cómo burlar el canon?
El subgénero boxístico en el cine estadounidense impuso una manera de consumir plásticamente el pugilismo, más allá de las arquitecturas dramáticas y éticas de los filmes.
Así que es muy difícil salirse de una tradición visual —siempre espectacular— cuando existen modelos clásicos como Toro salvaje, de Scorsese; o la saga de Rocky, iniciada por John G. Avildsen, o Alí, de Michael Mann, con un Will Smith espléndido; o, si se busca algo menos brutal y más elaborado, Rocco y sus hermanos, de Visconti, y hasta el remake de El campeón, que hizo el refinado amante de la ópera Franco Zeffirelli con un vital Jon Voight como un peleador alcohólico que cuida a su pequeño hijo.
“No tuve más remedio que buscar una visión propia y defenderme con los recursos que tengo a mano”, explica Gil, quien revisó “muchas películas” y en algunos casos, buscar en ellas “las peleas y nada más”.
También han sido largas sesiones de trabajo de mesa con Alderete para mostrarle cuál es la apuesta de la película sobre Teófilo, y el entorno del consumo e imaginario del boxeo —“como la gente lo tiene en la cabeza”— e incluso las maneras de televisar el pugilismo para “acercarnos al espectáculo mediático” de este deporte.
Y “habrá sorpresas dentro de la narración y el montaje de la película”, adelanta Gil luego de haber escarbado en las bóvedas del Icaic.

Obstáculo número uno y un “secreto familiar”
Cuando se le pregunta al director sobre los obstáculos de la película en una escala del 1 al 10, sorprende saber cuál es el primero: “El permiso de la familia”, responde Gil sin pensarlo dos veces.
Fallecido en La Habana a los 60 años a causa de una cardiopatía isquémica el 11 de junio de 2012, a Stevenson le sobreviven su viuda, tres hermanos y dos hijos.
“Fue una muy buena visita para conocernos”, cuenta el director, cuya expedición a Las Tunas, en medio de las privaciones nacionales, tuvo un sabor homérico.
“Les expliqué la película y mis intenciones. Fue esencial reunirme con ellos, compartir horas, visitar el lugar donde nació, en una casa que ya no existe, y ver su tumba en Puerto Padre. Ellos son muy celosos del legado de Teófilo y ya, al parecer, habían tenido problemas o fueron defraudados por otras producciones alrededor de Pirolo, el apodo familiar con que a veces lo nombraban.
¿Guardas algún secreto de Stevenson que destaparás en tu película?
No. Todo o casi todo es información pública. Conocimos algunas anécdotas contadas por la familia: que era un amante de la cocina —en las fiestas era el responsable de la caldosa—, que era un tipo generoso, preocupado por sus amigos; que su casa en La Habana la convirtió en una cancillería para los tuneros de paso; que escondía la llave de la puerta para que los amigos se quedasen más tiempo conversando o tomando… Recuerdo que Phillips le preguntó a la hija que vive en México si conoció algún temor de Teófilo y ella respondió: “Armaba un show tremendo para inyectarse. Le tenía terror”.
¡Ah, quién lo diría de un campeón con más de trescientas peleas!
Eso pasa cuando eres un ser humano, ¿no?
