Los sábados en casa de José Alberto Justiniano Andújar (Santo Domingo, 1958) no eran un día cualquiera. Su padre iba temprano al mercado del barrio, compraba una botella de whisky, volvía a casa y podía pasarse el día entero escuchando boleros. En esos momentos, entre canciones de Benny Moré, Daniel Santos, Roberto Ledesma o Vicentico Valdés, empezó a fraguarse el gusto musical y la exquisitez interpretativa que luego definirían el rumbo de la carrera artística de José, más tarde devenido El Canario.
Hoy José Alberto es una institución cuando se habla de música tropical. Un pequeño bosquejo por su carrera, que ya roza las cinco décadas, revela la calidad de su discografía, que se mueve entre la salsa, el son; y obviamente también el bolero, reverenciado en su más reciente disco, Rodando por el mundo (Los Canarios Music, 2023), el primero de muchos que espera poder dedicar a un género tan apreciado por él y por su público.
“Al bolero debo muchos momentos de felicidad”, aseguró el intérprete durante la promoción de este material que grabó con músicos santiagueros, en su mayoría. El fonograma ya tiene buen recorrido internacional desde su estreno en septiembre de 2023.
Dos meses después del lanzamiento, el 6 de diciembre, el bolero fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, fruto de una propuesta conjunta entre Cuba y México. Ambas naciones fueron centrales en el nacimiento y desarrollo de este género vocal, instrumental y bailable.
Desde los cubanos Vicentico Valdés, Rolando La Serie, Benny Moré hasta el mexicano Armando Manzanero, incluyendo temas antológicos como “Virgen de Medianoche”, del puertorriqueño Daniel Santos, “Tu me haces falta”, de Pedro Vargas o “Si te contara”, El Canario propone en su disco un recorrido por 11 temas. Con ellos intenta sintetizar una parte del gran acervo musical de este género transversal de la canción latinoamericana.
El bolero, género que tuvo su auge en el siglo pasado, ha legado algunos clásicos. Pensemos por un instante. ¿Quién no ha removido sus pasiones a ritmo de un “Bésame mucho” o un “Contigo aprendí”?
Los boleros mueven emociones. Sus autores e intérpretes han logrado conectar con la gente, imprimiendo el sello particular de sus letras y voces a esas crónicas musicales. José Alberto El Canario sabe de toda esa potencia del género y la ejecuta con especial destreza.
Desde muy joven supo que quería comunicarse a través de la música. Más allá de buscar en ella su sustento, adoptó esa forma de expresión como una actitud ante la vida con talento, constancia y naturalidad. Se entiende que fuera así, pues en su época, para donde quiera que mirara, solo tenía ejemplos de titanes musicales. Transpiraban señorío musical en cualquier circunstancia en que se les viera: arriba de una tarima, en plena calle, en un teatro exclusivo o en la intimidad de sus hogares.
Así, José Alberto llegó a Nueva York a inicios de la década de los 70, cuando ya los cubanos Machito y Mario Bauzá eran símbolos de excelencia musical y el jazz latino estaba en su apogeo. Celia Cruz y Fania All Stars llevaban tiempo “en su salsa”, haciendo vibrar las plazas y los más selectos escenarios neoyorkinos. La música latina se abría paso en la gran urbe, gracias a estos y otros nombres que figuraban en la vanguardia. Ahí estaba José Alberto —todavía no era El Canario—, aprendiendo de todos, descargando y creando en medio de toda esa vorágine.
Fue entonces cuando debutó como voz líder con la Típica 73, una orquesta que respondía al formato de las charangas cubanas. Entre los años 70 y 80 grabaron discos (Rumba Caliente, Charangueando con la Típica 73) y pusieron a bailar al público neoyorquino y de otras escenas con su sonido arrollador y experimental.
Incluso, llegaron a grabar un disco en los estudios de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM) en La Habana, una experiencia que Rosa Marquetti contó en OnCuba.
El resultado de aquello fue un disco sublime y estremecedor, En Cuba Intercambio Cultural (1979), que salió bajo el sello Fania Records y unió a la orquesta neoyorquina de integrantes latinos —también cubanos— con importantes exponentes musicales que vivían dentro de la isla, como Richard Egües, Guillermo Barreto, Tata Güines, Niño Rivera, entre otros.
Con aquella agrupación, José Alberto ganó reconocimiento internacional como gran intérprete de la salsa, también como figura sobresaliente del conjunto en su última etapa, a inicios de los ochenta. En 1983 formó su propia agrupación, con la que debutó con el álbum Típicamente (1983), en el que incluyó su versión de “A romper el coco”, de Chucho Valdés e Irakere.
Fue en el siguiente fonograma, Canta Canario (1984), en el que adopta el apodo con el que ya se le conocía en las noches de los nigth clubs. En el número 145 de Broadway, del Club Studio 84, fue bautizado por el DJ del local como El Canario. Cada vez que le daba el pase le espetaba “¡Canta, canario, canta!”, haciendo alusión a su sagacidad para improvisar.
Luego, el apodo se fue haciendo conocido, además, por la habilidad de José para simular el sonido de la flauta, que agregaba a sus interpretaciones. Ya desde esos primeros materiales con su agrupación lo vemos mezclar temas de salsa con merengue, ballenato y algún bolero.
Sobre esos inicios con su formación recuerda el artista, desde su canal oficial en YouTube, que debió recorrer muchos after hours en el alto Manhattan y en el Bronx, gracias a los que fue ganando reconocimiento en la escena neoyorquina.
Pronto su forma de interpretar la canción calaría entre el público, que hoy atesora discos como Dance with me (1991), Llegó la hora (1992), On Time (1995), entre otros. Asimismo, es destacable su trabajo junto a Celia Cruz, Gilberto Santa Rosa y Oscar de León, los gigantes de la Fania, entre muchos otros.
De toda esa pléyade de artistas, José Alberto El Canario se sabe deudor. Ha asumido la responsabilidad de transmitir sus vivencias y aprendizajes a las nuevas generaciones. Por ello su interés por reverenciar las obras de quienes lo precedieron, como sucede en el disco Back to the Mambo: Tribute to Machito (1997), o su incombustible colaboración con el Septeto Santiaguero, que tan buenos frutos le ha dado.
De Cuba al mundo
Ya con un sello discográfico propio, Los Canarios Music, con el que ha grabado fonogramas como Íntimamente salsero live (2012), Romántico y rumbero (2014) y Salsa con invitados (2018), el artista desembarcó en Cuba en 2014. Entró por Santiago de Cuba durante el XVI Festival Internacional Matamoroson de aquel año, tras haber grabado junto al Septeto Santiaguero Tributo a los Compadres: No quiero llanto (2014).
Con este homenaje al dúo que integraron los hermanos Lorenzo y Reinaldo Hierrezuelo, donde también estuvo vinculado al inicio Compay Segundo, El Canario y la agrupación oriental dirigida por Fernando Dewar no se cohibieron. Reinterpretaron con la sonoridad característica del septeto cubano temas como “Pensamiento”, “No quiero llanto”, “Sabroso”, “Amor Silvestre”, “Se secó el Arroyito”, entre otros que fueron conocidos en su día en la voz del dúo Hierrezuelo.
Además, esta producción fue una oportunidad de compartir con diversos músicos cimentados en la actualidad de la música tradicional cubana, como Eliades Ochoa, Alejandro Almenares, Tiburón Morales, Grupo Esencia, Magic Sax Quartet, y a viejos amigos, como Aymée Nuviola, Andy Montañez, Oscar de León, entre muchos otros.
La fórmula funcionó y el Tributo a Los Compadres se llevó el Latin Grammy al Mejor Álbum Tropical Tradicional en la edición 16 de los premios de la Academia Latina (2014). Entonces decidieron ir un poco más allá, repetir la combinación y rendir honores a clásicos cubanos como “El guararey de Pastora”, “La Guarapachanga”, “Santa Bárbara (Que viva Shangó)” o “Qué te hace pensar (Alma mía)”.
A mí qué: Tributo a los clásicos cubanos (2018) se alzó con el Latin Grammy en la misma categoría, pero en la decimonovena entrega de los premios ese mismo año. La simbiosis creativa entre El Canario, el Septeto Santiaguero y los amigos que logran convocar en cada una de sus producciones funciona, está llena de verdad y sabor caribeño. Cuando se combinan destreza interpretativa, temas antológicos y una sabrosura genuina ¿qué puede salir mal?
No se lo pensaron dos veces, así que se pusieron manos a la obra… y al bolero. Así nació Rodando por el mundo, grabado en su mayor parte en estudios cubanos, con intérpretes del patio, entre ellos los grupos santiagueros Azabache y Los Guanches, con la participación del trovador santiaguero Alejandro Almenarez, el Magic Sax Quartet y músicos de la Orquesta Sinfónica de Oriente.
La producción corrió a cargo de Geovanis Alcántara, José Raposo, Alden González y Martha Cancel, y estuvo bajo la dirección musical de Roberto Linares y Damián Busqueta. El recorrido de este disco incluye estudios de Santiago de Cuba, La Habana, Miami, Nueva York, Santo Domingo, San Juan, Bogotá, Ciudad de México y Madrid.
Fue un viaje digno de la ambición transnacional de sus creadores. A la fiesta mundial se sumaron las voces de los puertorriqueños Gilberto Santa Rosa, Victor Manuelle y Charlie Aponte; en Colombia, Jorge Celedón; Milly Quesada y Sergio Vargas de República Dominicana y de Cuba, Pablo Milanés y Alexander Abreu.
El material fonográfico está disponible en plataformas digitales y podría ser adobo para la fértil colaboración entre el intérprete dominicano y los músicos cubanos residentes en la isla. De momento, Rodando por el mundo es otro motivo de regocijo para José Alberto El Canario que, a punto de celebrar sus cinco décadas de vida artística, puede presumir de una vida creativa y musical muy rica.
Así de satisfecho luce el artista de 65 años en su casa en Miami, Florida. Cuando son casi las 2 p.m. (hora local) se sienta a conversar con OnCuba, vía videollamada de WhatsApp. Es lunes, y la noche anterior El Canario estuvo sobre la tarima en un concierto, invitado por su compadre y colega de profesión Gilberto Santa Rosa.
Viste de blanco y luce descansado, alegre y natural, dispuesto a compartir algunas impresiones sobre su más reciente material discográfico, lo cual también es un pretexto para evocar recuerdos, emociones y sensaciones de una vida larga, productiva y muy musical.
“Ha sido una gran satisfacción este trabajo” —se lanza, haciendo referencia al disco. “Creo que logramos un buen cometido, justo lo que buscábamos, gracias a Alden, a Rasposo y a todo el que colaboró con esa producción y puso el cien por ciento para que esto fuera majestuoso”.
El disco abre con la canción que le da título, “Rodando por el mundo”. Ese es el nombre popular de “¿Por qué ahora?”, un bolero de Bobby Capó grabado por primera vez en 1956 en Puerto Rico por Vitín Avilés y que ha sido muy popular en países como Venezuela, México y Cuba. Que sea ese el pie forzado entonces, ¿Por qué ahora este disco?
Llegó la hora; es un sueño hecho realidad que tenía pendiente hace muchos años. Desde muy temprana edad vengo escuchando boleros, soy fanático de esas canciones.
Nosotros, aunque seamos soneros o salseros, llevamos el romanticismo por dentro. Nuestros corazones, nuestros feelings derivan del verbo bolero, de la expresión amorosa, de cantar a la pareja y al amor, a la época linda.
Un disco completo de boleros no podía faltar. Ya había grabado muchos temas de este género anteriormente, pero nunca le había dedicado un disco completo. Entonces, qué mejor momento que ahora, cuando tenemos la capacidad, después de un trabajo de varios años, de interpretarlo como se debe.
Creo que nos fuimos muy a lo básico, a las raíces de esta música, a lo esencial. A cómo se hace el bolero nacido en Cuba, que tantos grandes boleristas conocidos en el mundo entero han popularizado.
Cuba ha sido cuna de los géneros que he interpretado. Le doy gracias a la independencia rítmica que he tenido, así como a mi conocimiento musical y el gusto melódico que Dios me cedió para poder interpretar temas majestuosos como un “Si te contara” o “Y tú qué has hecho”.
Estamos viviendo momentos de mal gusto, pero hay que darle oportunidad a todo el mundo. Las nuevas generaciones vienen con sus propios cambios; son olas que hay que aceptar. Nosotros tuvimos nuestro momento.
Pero es lamentable, en cierto sentido, lo que ha pasado y está pasando con nuestra música latinoamericana y caribeña, sin embargo, todavía queda un gran público y mucha gente con conciencia, que sabe reconocer lo bueno. Por más que la quieran opacar, la obra con calidad siempre va a perdurar y a mantenerse. Seguimos y seguiremos defendiendo este legado.
En Rodando por el mundo logra reunir, como en experiencias anteriores, a músicos reconocidos para interpretar boleros antológicos junto a usted. ¿Cómo fue la selección para incluir a estos amigos en el fonograma? Me imagino que habrán quedado muchos fuera.
Se quedaron muchos. Primero grabamos la música del disco entero y luego fuimos escogiendo intérpretes por los temas, los tonos, las melodías. El primero siempre es mi compadre, Gilberto Santa Rosa, que no sabe decir que no (sonríe) y por lo general tengo la misma respuesta de todos mis colegas; siempre han estado ahí para apoyarme y yo a ellos.
Es una dicha que me he ganado por el respeto, por la admiración y por el tiempo que he dedicado al género. Y Dios nos dio la dicha, la oportunidad y la bendición de tener a Pablo Milanés con nosotros; siempre recordado, una de las grandes glorias y voces que nos ha brindado Cuba y su música.
En el caso de Pablo, yo había participado en su disco Amor y salsa (80 aniversario) (2023), cantando juntos una versión de su tema “Quién me tiende la mano”. Para mí fue un honor y aprovechamos esa oportunidad para invitarlo a este proyecto. Él accedió de inmediato y grabamos “Y tú qué has hecho”. Aún con todos los problemas de salud por los que estaba pasando hizo un trabajo magnífico, una cosa que te eriza los pelos.
Él, al igual que el resto de otros invitados excepcionales, como Milly Quesada, Sergio Vargas, Jorge Celedón, Charly Aponte, Alexander Abreu y Victor Manuelle, hizo un trabajo exquisito, con tonalidades bellas y grandes resultados. Pero faltan tantas cosas por realizar.
Esperamos tener la oportunidad de hacer una segunda parte de este disco de boleros, porque nos quedaron muchos intérpretes por reverenciar. Faltaron Roberto Ledesma, Olga Guillot, Blanca Rosa Gil, Elena Burque, Fernando Álvarez, Alberto Beltrán, Celio González y tantos cantantes grandiosos. Tenemos fe y vamos a darle fuerte a esto para poder brindarle al público un segundo volumen.
Tengo entendido que Olga Guillot es la favorita de su madre.
Y de mucha más gente (sonríe). A ella le encanta cuando suena “En el tronco de un árbol una niña…”
¿Cuál fue el primer bolero que recuerda haber escuchado? ¿Qué sensación le dejó?
¡Wow! Mira, yo de pequeño recuerdo que mi papá escuchaba a Daniel Santos, a Roberto Ledesma, a Benny Moré, a Pedro Vargas, a Toña La Negra, a Celio González, a Vicentico Valdés y a Panchito Riset; esos eran sus preferidos. Al bolero debo muchos momentos de felicidad en esa época.
Los sábados mi padre compraba una botella de whisky y se sentaba en la casa a escuchar música, igual que lo hacía mi abuelo. Yo vengo de esa costumbre de escuchar buena música, auténtica, de raíz, de nuestros países, porque nosotros somos lo mismo, seamos de Puerto Rico, Cuba o República Dominicana.
Pienso que mi generación creció con ese buen gusto, esa costumbre. Hasta en la vestimenta tenemos esa elegancia que nos enseñaron nuestros padres y creo que ha sido una forma linda de crecer. Ha sido bella la época en la que yo he vivido y sigo viviendo. Y voy a cumplir 50 años cantando. Se dice fácil, pero no lo es. Todavía estamos aquí, gracias a todos ustedes.
Rodando por el mundo salió oficialmente en septiembre de 2023. Dos meses después la UNESCO declaró al bolero como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. ¿Qué oportuno, no cree?
Fenomenal, ya era tiempo. Se tardaron demasiado para declararlo, pero todo a su tiempo.
El disco es un bebé, todavía nos faltan muchos caminos por recorrer, son muchos temas por promover; hay una variedad, un colorido muy diferente, es un arcoíris musical lo que hemos brindado al público con este disco y creo que le queda mucha tela que cortar todavía.
No es el primer disco que realiza con artistas cubanos, dentro de Cuba…
Y seguiremos haciendo música cubana y grabando con artistas cubanos. Yo creo que lo máximo en calidad musical en la región se lo debemos a Cuba, aunque otros quieran pintar las cosas de distinta manera.
Yo me siento complacido y orgulloso de que Cuba me haya acogido como a uno de sus hijos, que me haya dado el cariño que siempre me ha brindado. Voy a Cuba desde finales de 1978, cuando fui a grabar con la Típica 73.
Nos hospedábamos en el Mégano y estuvimos grabando en los estudios de la Egrem. Me acuerdo que nuestro ingeniero de sonido era el señor Tony Taño, allá en La Habana Vieja, en San Miguel y Campanario, donde están los estudios originales.
Tuve la oportunidad de trabajar también en Tropicana, en el Salón Mambí, junto al grupo Irakere, que en esa época estaba acabando con su tema “Xiomara”. Desde ese entonces estoy más enlazado que nunca con Cuba. Primero porque me tocó trabajar durante 17 años ininterrumpidos con una de las más grandes estrellas que ha brindado al mundo esa isla: Celia Cruz, nuestra reina, y segundo porque me tocó conocer a otros grandes; fui muy amigo de todos los originales de la orquesta Aragón, la Sonora Matancera, Pérez Prado, Fernando Álvarez, Tata Güines, Richard Egües, Guillermo Barreto, etcétera.
Son tantos los artistas con los que he tenido la oportunidad de compartir en grande que me enorgullece. Mi contacto con Cuba me ha engrandecido, no solo espiritualmente, sino mental y musicalmente.
Celia Cruz interpretó “Te busco”, secundada por la Orquesta de José Alberto El Canario.
Eso fue a principios de los 2000. Yo estuve 17 años viajando el mundo entero con Celia; éramos la orquesta que la acompañaba y nuestro vínculo llegó a ser un asunto familiar.
Celia era mi madrina, mi madre, la que me agarró de la mano, me encaminó y me extendió la alfombra para que atravesara puertas. Gracias a ella soy conocido en tierras a las que es muy difícil llegar, como Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Australia, África.
Todas esas oportunidades y puertas se abrieron gracias a doña Celia Cruz, con quien también grabamos muchos temas y de quien recibimos un sinfín de consejos. Yo catalogo a Celia como “el diccionario de la música latina”, con respeto de otros grandes, pero el conocimiento, la experiencia y la autenticidad que tenía Celia era cosa de otro mundo.
A sus 65 años, usted es considerado por muchos como uno de los “pesos pesados” de la salsa y la música tropical. Ha convivido con grandes de sus exponentes, fundadores, y es un puente entre ellos y las nuevas generaciones de artistas. ¿Cómo defender ese legado frente a la apabullante diversidad sonora que impone la contemporaneidad?
Es una lucha y un camino que tenemos que atravesar hasta el último respiro. Como tuve la oportunidad de compartir y aprender de tantos grandes, especialmente en la ciudad de Nueva York, donde estaban Machito, Don Mario Bauzá, Mongo Santamaría, Chombo Silva, Carlos “Patato” Valdés, Eugenio “Totico” Arango y grandes artistas de la época de oro de Cuba. Me siento dichoso al recordarlos.
Machito fue uno de los primeros músicos latinos que llegó a Nueva York allá por 1934, junto a Mario Bauzá. Ellos nos abrieron las puertas a todos nosotros, los latinos, en la gran ciudad.
En esa época los latinos y los negros no podíamos entrar a muchos lugares. Machito y Mario Bauzá fueron los primeros en cambiar eso, ligando la música afrocubana con el jazz, haciendo ligaduras con grandes como Dizzy Gillespie, Quincy Jones, Charlie Parker y grandes estrellas del jazz.
Eso permitió que nosotros conociéramos más de nuestras raíces y que nuestras raíces se conocieran, especialmente aquí, en los Estados Unidos. Cuando estas personas que llegaron en esa época se juntaban y tocaban en clubcitos y bares pequeños en Harlem, porque los negros no podían bajar al Downtown, el bajo Manhattan, algo empezó a cambiar de a poco. Eso dio margen a que nuestra música, en especial la cubana, entrara por ahí, para que nosotros pudiéramos estar hoy aquí.
Le doy gracias a Dios por darme vida y salud para poder contar todo lo que viví junto a esos grandes de la música. Nos han dejado un legado y la responsabilidad de seguir adelante con esta gracia y bendición musical que nos dieron.
Su obra transita entre la salsa, el bolero y el son. Son casi 50 años de vida artística, cinco décadas de mucho bregar. ¿Cómo las ve cuando mira hacia atrás?
Todavía me queda un ratico pa’ llegar a las cinco décadas (sonríe). Hay tantas modalidades y tantas olas nuevas que han entrado y se han ligado a nuestra música durante ese tiempo.
Lo bueno de esos ritmos y de la música cubana es que se prestan para hacer muchas cosas; el músico cubano ha evolucionado de una manera increíble, tanto armónicamente, como tecnológicamente, en su forma de interpretar y en las líricas.
Todavía, fíjate, Cuba y Colombia son dos países que mantienen una lírica muy fina. No se ha perdido tanto como en otros lugares donde la intención de tener un buen mensaje que transmitir, así como una buena lírica y tradición, siguen fuertes. Es bueno, porque nos favorece a nosotros, los luchadores.
Entre tantos artistas cubanos con los que ha colaborado, ¿queda alguna colaboración en el tintero?
Siempre tuve el deseo de grabar algo con Omara Portuondo, pero lamentablemente está un poco delicada de salud y no creo que sea posible. He anhelado trabajar con algunos ya no están con nosotros, y qué te puedo decir, yo soy una carta abierta, estoy entregado a la nueva generación. Siempre y cuando la cosas se hagan buenas y bien, apoyo el nuevo movimiento musical.
Hay que respetar el espacio de cada uno, pero eso no impide mantener el buen gusto. Eso trato de inculcarle a mis hijos, especialmente en lo musical. Es una batalla muy fuerte, pero hay que seguir hablando, conquistando, convenciendo a la gente sobre la calidad y seguir cantando.
Y compartiendo la buena música, esos boleros de antaño.
Primordial, sin eso no somos nada. Hay que regalarse un buen bolero de vez en cuando, hay que vivir enamorados, porque el amor es todo en la vida.
¿Veremos a El Canario en algún momento por Cuba nuevamente? ¿Algún concierto o proyecto que lo traiga de vuelta por aquí?
Pues sí, el maestro Isaac Delgado me hizo una invitación hace tiempo para que lo acompañe en su Festival en Varadero. En cualquier momento se me mete una inquietud, cojo pa’ Cuba y por lo menos me doy un chapuzón en la playa y par de tragos de ron; soy muy fanático del ron cubano y del gusto de compartir. En Cuba, por suerte, perdura la amistad, el arte de conversar, de llevarse bien, la cercanía que se ha perdido mucho en tantos lugares de este mundo. Ustedes son mis hermanos.
¿Algún proyecto en camino que se pueda revelar?
Estamos ya casi en la culminación del libro que escribí sobre mi vida, mis anécdotas; redacto todo desde mis inicios hasta el día de hoy, con colaboraciones de cubanos, porque en el equipo editor, incluso, hay cubanos.
Escribir fue una motivación de mi esposa. Cuando nos sobrevino la pandemia, ella me animó con la idea, así que comencé. Tú sabes que las mujeres, la familia, son las que muchas veces nos marcan el camino en los sentidos correctos.
Tendremos a finales de este año un disco completo de salsa, la romántica y la bailable. En lo sucesivo, muchos proyectos, sigo trabajando incansablemente, disfrutando de la vida y de estos años maravillosos que me ha dado Dios, cuidando la salud ante todo y de la linda gente que siempre nos rodea.