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Iván Camejo: “Nada como la energía que provoca la risa del público”

Actor, dramaturgo, guionista de televisión y director artístico. Desde 2012 reside en los Estados Unidos, donde ha hecho televisión como guionista y actor.

por
  • Alex Fleites
    Alex Fleites
diciembre 23, 2022
en De otro costal
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Ivan Camejo Vento humorista cubano

Iván Camejo. Foto: Cortesía del entrevistado.

La década de los 80 del pasado siglo es recordada en Cuba como un momento de esplendor, tanto en lo económico como en lo cultural. Lo primero vino aparejado al surgimiento del mercado paralelo, tímido ensayo para mejorar las condiciones de vida de la población, bajo la sombrilla del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Lo segundo, por la eclosión de las artes visuales y, entre otros fenómenos destacables, la aparición de un movimiento de humoristas escénicos como nunca antes se había visto en el país.

Es en 1980 cuando Alejandro García (Virulo) asume la dirección del Conjunto Nacional de Espectáculos, entidad fundada por Alberto Alonso en la primera década del triunfo de la Revolución. A esa nueva etapa, verdadero punto de giro del CNE, corresponden los recordados espectáculos La esclava contra el árabe, El bateus de Amadeus y La historia de Cuba según Virulo.

El Conjunto Nacional de Espectáculos recibió la influencia directa del célebre grupo argentino Les Luthiers, que en 1984 visitó en dos ocasiones La Habana para presentarse en los teatros Mella (marzo) y Karl Marx (octubre). Con una tradición de humor escénico basada en el teatro bufo, las salas cubanas se llenaban con puestas de un humor de mucha más elaboración intelectual y mayores recursos teatrales, algunas de ellas verdaderas superproducciones.

En torno al Conjunto Nacional de Espectáculos comenzaron a nuclearse numerosos jóvenes universitarios deseosos de participar en el debate de los temas de la más candente actualidad nacional, desde una perspectiva fresca, sin los acartonamientos ni el programatismo de las organizaciones políticas, comprometidos con una visión generacional que rechazaba el binarismo pre-post revolución. Fue un momento de mucha creatividad, cuando la crítica social sin ambages no solo pareció necesaria, sino, además, posible.

Son agrupaciones significativas de entonces, entre otras, Sala-Manca, Nos y Otros y La seña del humor. Como consecuencia del empuje de este movimiento, en 1990 se crea en el cine teatro Acapulco el Centro Promotor del Humor; y tres años después, el Festival Nacional del Humor Aquelarre.

Iván Camejo es uno de los testigos de excepción de lo relatado. Nacido en Pinar del Río en 1973, se licenció en Filología por la Universidad de La Habana. En 1994 fundó el grupo Humoris Causa, y a partir de entonces su presencia fue constante en el teatro y la televisión. En este último medio participó en programas tan relevantes como Deja que yo te cuente, La confronta, Vivir del cuento, El cabaret de enfrente y No quiero llanto, por citar algunos.

Camejo es actor, dramaturgo, guionista de televisión y director artístico. Desde 2012 reside en los Estados Unidos, donde ha hecho televisión como guionista y actor (El Show de Alexis Valdés y Esta noche sí), además de presentarse en centros nocturnos con espectáculos de stand-up. Ha realizado giras por Colombia, República Dominicana, España, Venezuela y México. Algunas piezas suyas fueron incluidas en los volúmenes Cincomedias y Monólogos (personales e intransferibles), ambos publicados en La Habana por la Editora Tablas Alarco.

3: Espectáculo La letra del año, Teatro Karl Marx, 2010. De Izquierda a derecha, Carlos Gonzalvo, Kike Quiñones e Iván Camejo.
Espectáculo “La letra del año”, teatro Karl Marx, 2010. De Izquierda a derecha, Carlos Gonzalvo, Kike Quiñones e Iván Camejo. Foto: Cortesía de Iván Camejo.

Mirando hacia atrás, ¿hay algún hecho o persona que haya puesto la piedra fundamental para la construcción del artista que eres?

Debo mucho de mi formación a mis padres. Cuando era niño, en mi casa había montones de libros, y mi interés por la lectura tuvo que ver con eso. Leía insaciablemente, y leía de todo. Luego, mi hermano mayor comenzó en la Escuela Nacional de Arte, y allí entró en contacto con muy buena música, que me enseñó y absorbí. Esas dos cosas: la lectura y la música, siguen siendo fundamentales para mí.

¿Crees que eres un tipo simpático? Si es así, ¿cuándo lo descubriste? ¿Cómo te ves? ¿Cómo crees que la gente te ve?

De muchacho me gustaba imitar a ciertos comediantes que veía en la televisión; en la escuela, de vez en cuando, hacía algo cómico en actividades públicas, pero nada relevante, más bien una manera de divertirnos un grupo de amigos. El humor siempre me gustó y lo empecé a ver seriamente en la adolescencia, cuando hicimos un grupo en mi natal Pinar del Río que se llamó Arma-Dvra. Con ese colectivo escribí mis primeros textos e hice mis primeras actuaciones “serias”.

En La Habana, en la Universidad, es que el humor se empezó a convertir en una posible profesión, en algo de lo cual no me separaría jamás.

No sé cómo me verán los otros, al menos a la gente cercana le parece interesante lo que hago, y eso me satisface bastante.

Algunas personas se sorprenden de que seas filólogo y humorista. ¿Puede hablarse en tu caso de desvío o reajuste vocacional?

A mí la Filología me ha ayudado muchísimo en la carrera como comediante; mucho más que si hubiera estudiado actuación u otra cosa más cercana a la comedia. El humor es un ejercicio intelectual que depende mucho de la (in)formación cultural de quien lo hace, y en ese sentido no había mejor carrera que esa.

Camejo en una escena de La letra del año.
Preparación para “La letra del año”. Foto: Cortesía de Iván Camejo.

Fuiste fundador del grupo Humoris Causa. Cuéntanos cómo nació ese empeño, cómo era el ambiente en la escena humorística cubana de aquellos tiempos, por qué hubo un boom del humorismo nacional. ¿Cuáles espectáculos de HC consideras más logrados?

Joel Sánchez y yo fundamos Humoris Causa por allá por 1994. Yo había participado el año anterior en el primer Aquelarre con un monólogo, y allí nos conocimos. Ese mismo año entró Omar Franco en el grupo y, por último, Bobby Estany, que era el productor.

Fue una época maravillosa. Había un movimiento humorístico muy interesante que salía de las aulas universitarias. Teníamos la influencia de grupos emblemáticos que habían marcado pauta en el humor cubano, como La Seña del Humor, de Matanzas, Sala-Manca y Nos y Otros. En aquel momento se hacían muchas “peñas” artísticas en las diferentes facultades de la Universidad, lo cual era un espacio ideal para probar nuevas cosas con un público bastante exigente.

El humor cubano había recibido un gran impulso a partir de la visita de Les Luthiers a Cuba, y se comenzaba a despojar del costumbrismo para adentrarse en terrenos más universales. Entre mediados de los 80 y casi toda la década de los 90 se puede decir que estuvo la mejor etapa del humor escénico de la isla.

Con Daniel Rabinovich, de Les Luthiers, en La Habana, 2009.
Con Daniel Rabinovich, de Les Luthiers, en La Habana, 2009. Foto: Cortesía de Iván Camejo.

En el año 95 estrenamos el espectáculo Marketing, que se convirtió en un éxito de público y de crítica. Más allá de los valores de la pieza, nos ayudó el hecho de que trataba un tema que comenzaba a emerger en la economía cubana del momento: la circulación del dólar y el surgimiento de nuevos estratos sociales a partir de la relación con este.

Marketing era una obra sobre la pérdida de valores y la incomunicación entre tres amigos de la infancia cuyo destino, para bien o para mal, se vio afectado por la nueva realidad económica. Era el tema del momento y no se había llevado a escena; muchas personas ni siquiera sabían qué significaba la palabra “marketing”.

El espectáculo tuvo muchas presentaciones por todo el país, y en 1998 y 1999 también se presentó en Colombia, en lo que fue nuestra primera actuación fuera de Cuba.

Entre 2003 y 2011 dirigiste el Centro Promotor del Humor en Cuba. ¿Se pueden organizar los humoristas, seres tenidos por irreverentes y díscolos?

Asumí esa responsabilidad, entre otras cosas, porque sabíamos que la idea de crear un Centro Promotor del Humor asociado al Ministerio de Cultura tenía entre sus objetivos el de controlar el género, y lo mejor que podía pasar era que lo dirigiera un comediante y no un “cuadro” del Partido.

No creo haber sido un buen dirigente, no me interesaba serlo tampoco. Traté de hacer lo mejor que pude en cuanto a apoyar las producciones de los comediantes que pertenecían a la Empresa; promoverlas; intentar de que ganaran dinero; mantener el Festival Aquelarre, que era un fenómeno masivo muy esperado cada año; y, junto a muchos amigos humoristas, crear espectáculos buscando la mejor factura posible.

Ivan Camejo humorista cubano
Foto: Cortesía de Iván Camejo.

Como en todo grupo de personas, siempre hubo gente con más talento o más trabajo (no siempre coincidían) que otros; con más o menos sentido de pertenencia o de compromiso; pero de manera general, el Centro fue una experiencia muy agradable para mí. Logramos muchas cosas desde el punto de vista cultural y social, desde espectáculos que giraban por todo el país, lo mismo en cabarets y teatros que en prisiones u hospitales; y eventos teóricos en los que los temas de discusión iban desde el rescate de la historia del humor cubano hasta la investigación de las ventajas neurofisiológicas de la risa.

Conjugas los oficios de dramaturgo, actor y director de espectáculos humorísticos. En cada una de estas facetas has recibido reconocimientos.

Siempre he preferido actuar, a pesar de no considerarme propiamente un actor. No hay nada como la energía que provoca la risa del público. Sin embargo, en los últimos años lo que más he hecho es escribir.

Miami ha sido para mí una escuela importante, porque he estado escribiendo para programas en vivo de televisión. Esa inmediatez no la conocía, y es un reto difícil, que implica levantarse cada día en función de crear un texto que se va a representar en la tarde o en la noche. Ahora, imagínate eso cada día durante seis o siete años seguidos. Hay que rezarle a San Alberto Luberta para que te dé musa y suerte.

Tu pieza Reír es cosa muy seria obtuvo en 2012 el premio Villanueva de la Crítica, el Gran Premio Aquelarre y el Premio al Mejor Espectáculo del año, todo en Cuba. ¿Cómo recuerdas aquellas jornadas? ¿Consideras que es el punto más alto de tu carrera hasta el momento?

Reír… es, por una parte, la concreción de un sueño que siempre tuve: hacer un musical. Por otra, es un homenaje al teatro popular cubano que hicieron desaparecer por su crítica social y política tan profunda e inmediata.

El espectáculo tiene la estructura clásica de aquellas obras del Teatro Martí, con orquesta en vivo, los personajes del Gallego, el Negrito, la Mulata o el Chino, y el humor político que siempre caracterizó aquellas producciones.

El humor cubano le debía esa reverencia a aquellos actores, músicos y escritores que formaron parte de un fenómeno tan popular y querido en su época como fue el bufo.

La obra obtuvo el Premio Villanueva 2012, lo cual resultó una sorpresa para todos, y ese año fue la que abrió el Festival de Teatro de Camagüey, aplaudida por un público donde estaba lo mejor del teatro de Cuba. Ese momento para mí representó la mayor satisfacción.

Otro anhelo que mantuvimos durante un tiempo fue que la obra se eligiera para la reapertura del restaurado Teatro Martí, pero creo que fue un exceso de optimismo de nuestra parte.

Cartel del espectáculo Reír es cosa seria, estrenado en el teatro Astral, La Habana, 2011.
Cartel del espectáculo “Reír es cosa muy seria”, estrenado en el teatro Astral, La Habana, 2011.

¿Fatiga que fuera del escenario siempre se espere de ti una salida ingeniosa o cómica?

Muchas personas creen que el comediante es comediante todo el tiempo, no solo sobre el escenario. Con los que son populares en los medios es peor, porque la gente de tanto verte llega a creer que eres parte de su familia.

Una vez en una Feria del Libro en La Habana se me ocurrió ir con Carlos Gonzalvo, que en aquel momento estaba en pleno esplendor de popularidad con su personaje del profesor Mentepollo. Me tuve que ir solo y dejarlo firmando autógrafos a una escuela primaria completa.

En el fondo agradeces que la gente te reconozca y le guste tu trabajo; pero no todo el mundo se acerca a ti de una forma, digamos, correcta. Y luego está el que suelta la famosa frase: “¿Tú eres cómico? A ver, hazme un chiste”, y te quedas pensando si tendría la misma exigencia con un proctólogo, por ejemplo.

Un grupo de amigos comunes me pidió que te sometiera al siguiente test de preferencias, que debes responder con frases breves.

¿Mamey, guanábana o mamoncillo chino?

Guanábana, sin pensarlo.

¿Fritura de malanga, croqueta o frita?

Croqueta, pero la receta de España.

En el acto carnal, ¿que te pasen la mano o que te traten con rudeza?

Depende de la alineación de los astros.

¿Juventud Rebelde o Trabajadores?

Últimamente, ninguno. Y lo siento por Ciro Bianchi (si es que todavía escribe y publica sus crónicas en JR).

¿Dormir con pijama o en cueros?

Pijama nunca.

¿Tu hija, dormida o despierta?

Despierta es cariñosa, pero dormida es inofensiva.

¿Los avestruces o los conejos?

Algo me dice que los conejos.

¿Nochebuena o año nuevo?

Año nuevo, para hacer planes de los que no se cumplen.

¿Te atreves a hacer el top ten del humor cubano de todos los tiempos?

Aún con la imprecisión que supone, sí: Leopoldo Fernández, Guillermo Álvarez Guedes, Héctor Zumbado, Alejandro García Virulo, Carlos Ruiz de la Tejera, La Seña del Humor de Matanzas, Alexis Valdés, Osvaldo Doimeadiós, Antolín el Pichón y Luis Silva. Ahí te lo dejo y salgo corriendo para no leer los comentarios.

 

Etiquetas: Alexis Valdéshumor cubanoMiamiPortada
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Poeta, curador de arte y editor afincado en La Habana.

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