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Asentado sobre valles, en la provincia de Villa Clara, región central de Cuba, se encuentra el municipio de Camajuaní, célebre en la historia por sus parrandas, producción tabacalera y azucarera.
En esta crónica dominical vamos a “pasear” por las vegas y fábricas de tabaco, de ese territorio desde la época colonial hasta 1958. Camajuaní es un vocablo aborigen que significa aguas claras, cristalinas y corrientes. Así se llama el río que fecunda sus tierras, afluente del Sagua la Chica.
Perteneció a la región histórica de San Juan de los Remedios y alcanzó el estatus de municipio el 1ro de enero 1879. Tuvo como primer alcalde a Don Francisco de la Torre Caruana.
En esa fecha la jurisdicción estaba integrada por los cuartones de Guadalupe, Guanijibe, Chorrillo, Jicotea, Santa Clarita y Vista Hermosa. Y su población era de 7911 habitantes. De ellos 4701 blancos, 1018 asiáticos, 790 de color libres y 1402 esclavos, según datos recopilados por el historiador Emeterio González Jiménez.
La producción de tabaco había sufrido un período de decadencia en el siglo XVIII hasta que se recuperó, a fines del XIX, con el aporte decisivo de inmigrantes originarios de Islas Canarias.
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Las notas periodísticas de antaño reseñan afectaciones causadas por plagas, la guerra, ciclones, sequías o lluvias intensas. También los reporteros resaltaron el éxito de las cosechas.
El 3 junio de 1883, el periódico La Correspondencia de España divulgaba: “Según dicen de Camajuaní, han sido favorecidos aquellos vegueros por el tiempo y han obtenido tales resultados de la actual cosecha de tabaco que exceden a toda ponderación, así en cantidad como en calidad”.
El aumento productivo no siempre favoreció a los tesoneros vegueros, pues debían lidiar con los bajos precios dispuestos a pagar por los mercaderes. Entonces, para defender sus intereses, quienes podían almacenaban varios meses las aromáticas hojas hasta lograr ofertas aceptables.
Para tener una idea aproximada de la capacidad productiva alcanzada a fines del siglo XIX, cito esta nota difundida por La Correspondencia de España, el 31 de julio de 1888:
“La cosecha de tabaco de este año en la zona de Camajuaní es superior en calidad y cantidad. Hace algunos años que no se alcanzaba otra igual. Se calcula entre 50 y 60 000 el número de tercios cosechados que, a un precio nada más que regular, representan más de un millón y medio de pesos, en la riqueza de aquella jurisdicción”.
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Una imagen recurrente
“En los campos de Camajuaní se cosechaban grandes cantidades de buen tabaco y en el pueblo existían muchas casas, muy grandes y muy buenas, construidas o preparadas especialmente para ser talleres de Escogidas de Tabaco. Durante la temporada de esas labores, las carretas cargadas de tabaco entraban en el pueblo durante las madrugadas. Tenían que cubrir un recorrido largo; acampaban ya muy tarde en las afueras de la población, para descansar los animales, y también aprovechar los hombres «para un repelón».
Cuando el manto oscuro de la noche comenzaba a desaparecer, ya esas caravanas habían entrado, y las campanillas de los bueyes, en un loco ruido alborotador, en su «desordenada música» que era un himno al trabajo, estimulaba y entusiasmaba a una comunidad laboriosa, en los momentos en que ya se ponía en pie para un nuevo día.”
Así describía Emeterio González Jiménez, en su libro Camajuaní, historia de un pueblo inquieto, el ambiente que propiciaba la producción tabacalera.
El suministro de las hojas aromáticas era abundante. Además de las cantidades que arribaban de la demarcación municipal, aportaban proveedores de otras jurisdicciones. Ello incentivó el establecimiento de numerosos talleres o pequeñas fábricas y de grandes industrias exportadoras. El ferrocarril y la carretera central favorecieron el desarrollo de esta actividad económica.
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Industrias
La fábrica Peñate fue una de las más reconocidas. Pertenecía a la razón social E. Peñate y Cía, formada por Estanislao Peñate Figueroa, José Prieto García, Miguel González Amor y Luis Peñate Figueroa. Se desempeñaba como gerente de la empresa Luis Peñate Figueroa.
En 1928 tenía sucursales para la venta en La Habana, Manzanillo, Santiago de Cuba, Holguín, Camagüey, Ciego de Ávila, Morón, Santa Clara, Caibarién, Sagua la Grande, Matanzas y Pinar del Río. Producía medio millón de tabacos anualmente y había sido fundada dos años antes, según el Diario de la Marina.
Un cronista de este periódico visitó la industria, situada en la calle Sánchez Portal, esquina a San José, en 1929, y reseñó sobre los diferentes departamentos “en los que obreros atentos a la labor que realizan escuchan al mismo tiempo al lector —verdadera conquista del trabajador cubano— que los instruye con la lectura de un libro de ciencia, o lo deleita con uno de Arte; o bien en el despalillo, en el que bellas manos de mujer hacen más delicada la hoja; o en el de mojado, en donde se ha procurado que la higiene más completa reine; y, por último, al de la escogida, lugar predilecto de los dueños de la fábrica y al que dedican todos sus desvelos para continuar presentando ese tabaco de selección que es la delicia del fumador.” Esta compañía también se dedicaba al comercio y tenía una casa bancaria en el poblado.
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Quizás muchos no conozcan que la marca de habanos José L. Piedra nació en Vuelta Arriba, como emprendimiento de una familia de emigrantes asturianos. Comenzó a producirse en Remedios, en 1880. El 22 de septiembre de 1925, su propietario, José Lamadrid Piedra, debido a desavenencias con los obreros, trasladó la fábrica de tabacos a Camajuaní, donde contrató a más de mil trabajadores.
Afirman los investigadores Martha Flores Díaz y Joel Pérez Soto que “desde este lugar alcanza su verdadero renombre internacional, al lograr insertarse en el mercado europeo, fundamentalmente en Inglaterra y España. Permanece en este municipio hasta 1935, año en que, motivado por un nuevo disgusto, cierra todas sus inversiones valoradas en más de dos millones de pesos y seguido por unos 50 obreros muda su ubicación para Alquízar. El traslado provocó un caos en la economía camajuanense.”
He identificado otras fábricas de tabacos: Monterrey e Hijos; El Cedral, de Marcos Fernández García, estas dos últimas situadas en la calle Leoncio Vidal; la de Enrique Alonso, productora de marca de Barver; la de Manuel Díaz; Granados, de Rosendo Granados; Garabato, de Miguel González; la marca Guayabo, de Agripino Ruiz; la empresa Polanco y Hno., la de Fausto Sánchez; La Patria, de Felipe Alfaro, por solo mencionar algunas.
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Creo no exagerar si digo que no había calle de Camajuaní donde no estuviera presente alguna fábrica, una casa de escogida o un comercio vinculados con la actividad tabacalera. Ejemplo de ello era lo que sucedía en la avenida de Fomento, de acuerdo con el relato de Emeterio González Jiménez:
“Por la acera de la derecha nos encontrábamos con una manzana de edificaciones totalmente dedicada al giro del tabaco. Es la única manzana en Camajuaní que tiene portales en todo derredor. La mitad de la manzana, media cuadra de la calle José María Espinosa, toda la cuadra hasta Sánchez Portal y media cuadra de la calle Sánchez Portal, estaba ocupada por la General Cigars Co. para despalillo de tabaco, que trabajaba prácticamente todo el año. En la esquina de las calles José María Espinosa y Fomento, estaba la oficina del negocio.
La otra mitad de la cuadra, haciendo su extremo en la esquina con la calle San José, estuvo ocupada por talleres de escogidas de tabaco de Abraham Haas, y otros, en distintos tiempos. Allí operaba la firma Haas y Jiménez, de Anna Haas, viuda de Ábraham Haas, y Valentín Jiménez González, con despalillo de tabaco, hasta el fallecimiento de este último. Hacia la esquina con la calle San José, la edificación tenía un segundo piso.”
Llamaba la atención del forastero la venta de posturas de tabaco en portales de viviendas, establecimientos comerciales y hasta de barberías.
El universo del tabaco estuvo muy vinculado con los festejos tradicionales de las parrandas en marzo de cada año, pues las instalaciones de las escogidas eran convertidas en “Las casas de los trabajos”, cedidas gratuitamente por sus dueños, para que, alejados de miradas indiscretas, los artistas pudieran construir las carrozas que mostrarían en el desfile.
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Para defender intereses laborales se fundaron organizaciones como el Sindicato de Torcedores, el Gremio de Escogedores de Tabaco en Rama, y Empleados y Obreros de la General Cigars Co.
Circuló, además, en 1933 y 1934 una revista bimensual, que imprimía 350 ejemplares en cada tirada, nombrada El Tabaquero, órgano de la fábrica de tabacos José L. Piedra.
Emeterio González Jiménez, quien fue alcalde de Camajuaní en el período (1953-1958) resumía así la importancia del tabaco en la vida del municipio:
“El negocio del tabaco fue, en todas sus actividades, un productor de riquezas para Camajuaní. Desde la venta de posturas, en la que comerciaban varios grupos de personas, su siembra, atención y recogida de los campos; sus cuidados en la casa de campo; su traslado a las casas de escogidas; los despalillos, y las fábricas de tabacos para vender a través del territorio nacional, y exportar, y repartir a los comercios locales, y la venta al público consumidor, todo ese engranaje se realizaba en nuestro Término Municipal, y nos producía una buena fuente de ingresos.
En la elaboración de tabacos, Camajuaní se ha movido en todos los puntos de la escala. Desde el modesto tabaquero que hacía «fumas» para venderlas entre sus amistades, pasando por talleres pequeños, y otros más grandes, hasta llegar a grandes fábricas de fama nacional, inclusive la exportación (…)”.
Fuentes:
Emeterio González Jiménez: Camajuaní, Historia de un Pueblo Inquieto, Miami, 2010.
Martha Flores Díaz y Joel Pérez Soto: “Apuntes para una historia: la fábrica de tabacos Puros Piedra”, revista Umbral, No. 73.
Diario de la Marina
La Correspondencia de España